[Capítulo 13 ─ Miedo, amor y algún otro sentimiento (Segunda Parte)]

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«Dile que sí, aunque te estés muriendo de miedo, aunque después te arrepientas, porque de todos modos te vas a arrepentir toda la vida si le dices que no» ─Gabriel García Márquez

Después de haberse colocado una camiseta y un short como vestimenta para dormir, Sanji se dirigió al baño de su habitación y fue directo al lavamanos para remojarse la cara. Había sido un día bastante abrumador, y esperaba poder descansar bien esa noche, pues desde hacía un tiempo atrás el dormir no parecía serle de mucha ayuda. Cuando regresó a su habitación con la intención de ir directo a acostarse, lo detuvo un extraño repiqueteo que se escuchaba contra la ventana. Alzó una ceja, confundido. Las cortinas negras estaban cerradas, así que no podía ver nada en el exterior como para hacerse una idea de a qué se debía ese sonido. Entonces el repiqueteo volvió a escucharse, y él se acercó, un tanto vacilante, y abrió las cortinas de un rápido movimiento. Una pequeña piedra golpeó el cristal, y los ojos casi pudieron habérsele salido de sus cuencas al ver lo que había del otro lado.

-¡¿Marimo?!

Zoro estaba ahí, parado sobre una de las gruesas ramas del árbol fuera de su habitación y sosteniéndose del tronco. Le hizo una seña para que abriera la ventana.

Sanji, aún anonadado por la vista, dio un paso al frente y botó el seguro para abrir-. ¿Pero qué demonios estás haciendo?

-Shh -musitó Zoro, colocándose un dedo sobre los labios para indicar que no subiera la voz-. Tu padre no me dejó pasar, pero necesitaba verte.

Él se alegró cuando, de hecho, logró evitar que sus mejillas se sonrojaran, ese no era el momento para ello-. ¿Y por eso trepas por el árbol hasta mi ventana? ¿Has perdido la cabeza?

-Desde hace mucho tiempo -contestó Zoro con seriedad, mirándolo directo a los ojos. Sanji se contuvo de dar un paso atrás, de sonrojarse o de siquiera respirar. Entonces el de cabello verde desvió la mirada hacia el cielo-. ¿Puedes dejarme pasar? Está a punto de comenzar a llover aquí.

-No, ¿sabes qué? Tal vez debería dejarte allí afuera para que te empapes.

-¡Oh vamos! Tú no harías eso, ¿no, cocinero?

-¿Eso es un reto?

-No en realidad. Anda, déjame pasar.

Sanji gruñó por lo bajo y, a regañadientes, se hizo a un lado para dejarle espacio al otro. Lo observó saltar la distancia entre la rama y su ventana como si en realidad no le supusiera ningún esfuerzo, dar otro pequeño salto al llegar al alfeizar para después caer hincado en el suelo, y trató de no pensar demasiado en el hecho de que Zoro estaba entrando a escondidas en su habitación. ¡Él no debía inventarse una situación romántica aquí!

-Eso fue peligroso idiota, pudiste haberte roto algo si caías -regañó una vez el otro estuvo de pie frente a él.

-Oh, ¿te preocupas por mí? -preguntó Zoro esbozando una sonrisita ladeada.

Sanji enrojeció-. ¡Por supuesto que no, marimo imbécil! -replicó al instante, arreglándoselas para sonar muy molesto sin la necesidad de subir la voz, no fuera siendo que su padre subiera hasta su habitación y arrojara a Roronoa por la ventana-. Pero ya tenemos suficiente con Ace en el hospital como para que tú hagas estas estupideces arriesgadas, ¿acaso quieres ir a hacerle compañía en su convalecencia?

-Si con eso voy a conseguir que me escuches, entonces tal vez debería hacerlo.

Él apretó los labios y cruzó los brazos sobre su pecho, dando un paso hacia atrás-. Bien, ¿qué quieres? Que sea rápido, no tengo todo tu tiempo.

Estoy a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora