Capítulo 1 - Al borde del adiós

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[Capítulo 1 – Al borde del adiós]

«Sábado, Diciembre 07, 2013»

El aire helado corría con fuerza entre las calles de la ciudad, pero los barrios bajos de Sabaody estaban aún más expuestos al frío, aunque a la gente que habitaba en ellos no parecía importarles, posiblemente ya estaban acostumbrados a ese ambiente.

Caminó tranquilamente por la acera con la cabeza en alto y paso firme. Ninguna de las pequeñas bandas que se encontraban por ahí cerca tuvo la errónea idea de querer atacarlo, aun cuando nunca se le había visto por ahí y era más que obvio que no pertenecía a esa parte de la ciudad.

En poco tiempo dejó atrás toda señal de vida y se adentró en el área completamente deshabitada, donde las casas no eran más que paredes a medio derrumbar, sin techo que las cubriera. Tuvo que caminar en medio de los escombros esparcidos por la calle y la acera, rodeando aquellos que no podría pasar sin riesgo de lastimarse. No es como que le tuviera miedo a dolores insignificantes como lo que heridas como aquellas podrían causar, pero no quería retrasarse.

Al fin llegó a su destino, un edificio que estaba en mejores condiciones que la mayor parte de las construcciones a su alrededor. Las numerosas ventanas se hallaban destrozadas en su mayoría, las puertas del exterior colgaban de una sola bisagra, y las paredes se apreciaban desgastadas por el tiempo y las condiciones descuidadas, algunas tenían ciertos detalles como agujeros o rasgaduras, pero por lo menos no parecía que se fueran a venir abajo en cualquier momento.

Una vez en el interior caminó por los pasillos del primer piso, con el sonido de sus pisadas haciendo eco contra las paredes y rompiendo el silencio del lugar. Conforme se acercaba a la puerta al fondo del corredor comenzaron a escucharse ligeras voces, de las cuales no estaba seguro de poder reconocer todas, pero no era algo que le preocupara.

Se paró frente a la puerta de madera, siendo ésta una de las pocas en el lugar que permanecía estable en su sitio, y tocó tres veces en medio de ella y dos en la parte superior. Recibió la aprobación para pasar y entró en la habitación.

—Joven amo— dijo cortésmente al momento de hacer una ligera inclinación con su cabeza. El hombre frente a él hizo un asentimiento y se sentó en la silla que tenía detrás, con una pierna sobre la otra, los codos sobre los reposabrazos y las manos cruzadas. El resto de los presentes se mantuvieron en silencio.

—¿Qué tienes para mí?

—Los informantes estaban en lo correcto. Lo he comprobado en persona, no hay error. Es él.

Doflamingo esbozó una ladeada y sombría sonrisa, que resultaba aún más aterradora al tener los ojos escondidos bajo sus lentes oscuros. —Así que el pequeño Law-chan ha estado metiendo las manos donde no debería, eh.

Se escucharon unas cuantas risas turbias y maliciosas por toda la sala, pero él se mantuvo inmutable en su posición.

—¿Qué quiere que haga, Joven amo?

—Tranquilo, no hay que apresurarnos demasiado. — Don Quixote recargó la espalda en el respaldo de su asiento, descruzando las piernas y soltando los brazos. Casi inmediatamente una hermosa mujer, con cabello castaño sujetado en una coleta y vestida con el atuendo de una sirvienta que destacaba las curvas de su cuerpo, se acercó a él y se sentó sobre sus piernas. —Deja que pase el tiempo, que crean que todo está tranquilo y vigílalos con atención. Cuando llegue el momento haremos nuestro movimiento.

—Entendido, Joven amo.  

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«Domingo, Mayo 18, 2014»

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