Capítulo 3 - Sobrellevando Tensiones

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[Capítulo 3 – Sobrellevando Tensiones]

«Skypea»

―Muchas gracias, Cavendish.

El nombrado le sonrió al mayor amablemente―. No hay de qué― dijo mientras le entregaba el vaso de agua y una pequeña pastilla: un analgésico que el doctor había recomendado en caso de que se presentaran dolores para que le ayudara a disiparlos aunque fuera un poco.

Killer entró en la habitación cargando un pequeño bolso deportivo que contenía un poco de ropa ―la que había llevado al hospital― y le dedicó una sonrisa a su padre después de que este tomara su medicamento. Cavendish apretó la mandíbula y desvió la mirada de su amigo: maldita sonrisa más falsa no podía tener, si el chico se estaba muriendo por dentro desde que el doctor le había pedido hablar con él antes de que salieran del hospital. Cavendish no sabía exactamente qué le había dicho, pero su amigo le había comentado algo acerca de que la operación que le practicaron a su padre meses atrás para extirpar el cáncer pancreático no había funcionado en su totalidad, puesto que éste había logrado esparcirse un poco, y la quimioterapia que habían estado utilizando desde entonces tampoco estaba dando muchos resultados. Cavendish estaba casi seguro de que aquello no era todo lo que le habían dicho, pero no quiso preguntar más al ver la mirada abatida de Killer. Y él sabía que el enfermo era el mayor, pero todo esto estaba acabando también con el chico, y Killer, por más fuerte que pudiera ser, no podría seguir soportándolo, se derrumbaría tarde o temprano. Al final parecía que no quedaría nada de ambos.

Cavendish dejó el vaso en el buró que estaba junto a la cama y ayudó al mayor a recostarse, pese a sus insistencias de que él podía hacerlo solo, para el chico no era ninguna molestia; le había tomado cariño durante ese tiempo que llevaba conociéndolo. El hombre se recostó suavemente sobre la almohada y cerró los ojos, suspirando con alivio ante la comodidad de algo que no fuera una cama de hospital.

Killer se acercó a la cama después de haber acomodado la ropa del bolso en el armario, y colocó una mano en el hombro de su amigo a modo de agradecimiento mientras miraba a su padre; el hombre que antes había estado lleno de energía, de felicidad, el hombre fuerte y trabajador que él conocía desde que podía recordar estaba ahora oculto y enterrado bajo el rostro pálido y algo demacrado, la delgada figura de su cuerpo que parecía poder llegar a romperse con cualquier toque, y los ojos cansados que en ése momento no podía ver, pero que ya conocía bastante bien. David Travers había dejado atrás su aura llena de vitalidad.

―¿Necesitas algo más? ¿Quieres que te traiga algo? ―preguntó a su padre después de observarlo por unos segundos.

El mayor abrió los ojos y miró a su hijo, parado junto a la cama, escrutándolo lo mejor que pudo, no gustándole mucho lo que encontró: un chico que tenía una triste y vacía sonrisa en su rostro, con sus ojos ―Killer había recogido su fleco con unos broches, por lo que su rostro estaba a la vista en su totalidad― completamente ausentes de brillo alguno.

―Cavendish, ¿podrías dejarme a solas con mi hijo un momento?

―Por supuesto, David ―contestó el chico con cortesía. Miró a su amigo y le dio un ligero apretón en el hombro antes de dirigirse hacia la puerta―. Estaré en la cocina, por si necesitan algo.

Killer escuchó la puerta cerrarse y rodeó la cama, consciente de que su padre quería hablar de algo que podría considerarse importante si le había pedido al chico que se retirara, y se sentó a su lado―. ¿Qué sucede, padre?

―Hijo, sé que todo esto no es fácil para ti, pero últimamente estás muy… apagado. Dime, ¿sucede algo que no me hayas dicho?

El menor apretó los dientes, tragando saliva con la mandíbula tensa, haciendo un esfuerzo por no desviar la mirada hacia cualquier otro lado. Su padre siempre había sido muy observador, aun cuando él no se percatara de ello, y lo conocía mejor que nadie, a veces llegaba a pensar que incluso lo conocía más que él mismo. Por un momento pensó en decirle la verdad, la razón de que estuviera tan poco entusiasta desde hacía algunos días, pero no era algo con lo que tuviera que preocupar a su padre, así que tomó su mano y le dedicó una pequeña sonrisa que esperaba le saliera más sincera para tratar de tranquilizarlo.

Estoy a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora