[Capítulo 10 ─ El fin justifica los medios]

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«Podríamos decir que en el amor, el dolor es proporcional a la belleza de la historia que se ha vivido»
─"Perdona si te llamo amor", Federico Moccia

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«Viernes, Mayo 30»

«Impel Down ― Facultad de Psicología»

El último timbre del día sonó y los alumnos comenzaron a guardar todas sus cosas antes incluso de que el profesor dijera que podían retirarse, aunque ya acostumbrado a ello sólo dejó la tiza en su lugar y caminó al escritorio para tomar su maletín—. Y no olviden que la próxima semana será el examen, estudien. —Todos dejaron escapar una exclamación de disgusto y el profesor sonrió complacido antes de salir, seguido un par de segundos después por los alumnos.

Perona se colocó su mochila y caminó hasta situarse junto al asiento de su amigo, que en ese momento terminó de guardar sus libros y se puso de pie.

—No sabes cómo te odio en éste momento —dijo ella una vez comenzaron a caminar hacia la salida del aula.

—¿Y ahora qué hice? —preguntó Sabo, confundido.

—No te hagas el que no sabes, cerebrito. Tú y tu maldito promedio perfecto no tendrán que presentar los exámenes finales.

El rubio sonrió de lado y negó con la cabeza—. No es nada seguro, Perona.

—¡Oh, por favor! Modestia aparte Sabo, eres el favorito de todos los jodidos profesores y tienes un registro impecable, sería un milagro que tuvieras que presentar algún examen y lo sabes.

El chico sólo rió por lo bajo ante el comentario, a lo que ella respondió fulminándolo con la mirada. Se detuvieron en el punto donde los pasillos se cruzaban.

—Igual puedo ayudarte a estudiar si así lo quieres.

—Oh, lo harás así tenga que amarrarte a la silla de tu escritorio, no me dejarás morir sola.

Sabo rodó los ojos con diversión, se despidió de su amiga y tomó el pasillo contrario a ella. Normalmente los viernes no se quedaba a trabajar en la biblioteca, pero como la semana anterior había faltado unos días por sus problemas emocionales los estaba reponiendo, por lo que todos los días se había quedado a ayudar aunque no tuviera nada que hacer. Nunca se aburría, en realidad, ya fuera porque tomaba un libro para leer o porque su mente se ponía a divagar acerca de lo que se le ocurriera, aunque de una u otra manera siempre terminaba dándole vueltas a los recuerdos que ése lugar albergaba, buenos recuerdos que esperaba poder repetir en un futuro no muy lejano.

Cuando estaba a un par de pasillos antes de llegar a la biblioteca la puerta de un aula que él acababa de pasar se abrió y alguien lo tomó del brazo para jalarlo al interior aprovechando el factor sorpresa. Para cuando Sabo pudo reaccionar se encontró acorralado entre una de las paredes del aula ─eso se estaba volviendo algo demasiado frecuente para su gusto, pasó por su cabeza por un segundo─ y un chico que él no conocía, pero que recordaba haber visto en un par de ocasiones acompañando a Shachi. Llevaba un gorro que ponía «Penguin» con el que cubría sus ojos, y no pudo evitar compararlo con la manera en que Killer utilizaba su flequillo para taparse media cara.

Desvió la mirada para no pensar en ello, y fue cuando se dio cuenta de que el chico que lo había emboscado sostenía el cuello de su camiseta en lo que él reconocía como una forma amenazante y agresiva.

—Eh, ¿se te ofrece algo? —preguntó dubitativo.

—¿Qué fue lo que le hiciste? —masculló el chico entre dientes como toda respuesta.

Estoy a tu ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora