Capítulo 39 - Recuerdos de los viejos tiempos I

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El invierno cayó en Hyrule al pasar los días, las semanas... Todos venían de muchos lados a refugiarse en las murallas del Palacio, a buscar calor y comida, las bajas temperaturas afectaron terriblemente en varias partes del reino como era cada año. Pero, éste año fue el más caótico de todos. Según los viejos ancianos que se reunían en una esquina de la taberna de Telma a consumir sus cosas.

—Su alteza aún no ha dicho ni una sola palabra —. Dice el mayor, tomó un sorbo de su tarro.

—Las malas lenguas dicen que está enferma —. Dijo él —. ¿Qué tan cierto puede ser eso?

Llevé ambas manos a los lados de mi cara, sutilmente me tapé las orejas queriendo bloquear todo sonido de mi alrededor. Ya era casi medianoche, esos ancianos eran los últimos siempre en irse de la taberna, siendo yo un invitado especial de Telma, ella no me dejaba atender a sus clientes.

Cerré los ojos con fuerza, había pasado unos días bastante agradables gracias a los habitantes de Ordon, me llenaron de regalos y comida, estaban felices de que me regresara con ellos a la región de Latoan. Casi como en los viejos tiempos, conviviendo con cada uno de ellos en mi más humilde hogar, del lugar que jamás tuve que salir ni abandonar.
Aún el tormentoso recuerdo de ése beso, me llega por las noches, el recuerdo vivo cuando contemplaba su carita con una sonrisa, cuando estaba concentrada, cuando se enojaba ligeramente dejando que sus mejillas se volvieran coloradas.

Diosas, cuánto, cuánto la extrañaba.

Todos me hablaban que la odiara, la arrancara de mi vida. Simplemente no podía, por más que me humillara, por más que me insultara y me recordara que me odia, no puedo dejar de amarla. Seré un idiota, un imbécil...

Pero la sigo amando.

—Muy bien, muy bien —. Gritó Telma —. Ustedes de allá, ya es momento de cerrar y no olviden pagar la ronda —. Guiñó el ojo hacia los ancianos.

La observé ligeramente, ella me sonrió acercándose a mí.

—Parece que volviste a caer en recuerdos, ¿no? —. Dijo, mientras limpiaba la superficie de la barra.

—Más que eso, en extrañarla —. Bajé la vista.

—Aquí tiene, nosotros nos largamos —. Espetó uno de los ancianos, lanzó un puñado de rupias que la morena recibió con una sonrisa.

—¡Gracias, vuelvan pronto! —. Agitó el brazo, luego su atención volvió a caer en mí —. Hay un dicho que dice, que un clavo saca otro clavo. ¿Por qué no lo tomas en cuenta? Y te das otra oportunidad con alguna jovencita, te aseguro que millones se mueren por estar contigo y tu aquí, perdiendo el tiempo pensando en ella.

Tragué difícilmente saliva.

—Yo...Emh —. Rasqué mi nuca —. Me di, otra oportunidad con Ilia.

—¡Perfecto! —. Rió ella —. Desdicha de la joven que te dejó, tenía que estar completamente ciega al no ver que eres un caballero —. Dijo tomando mi mentón y alzándolo.

Le sonreí forzadamente, ella se alejó a terminar de limpiar su taberna. Mientras internamente me culpaba de que todo lo que hacía era un error, todo lo que hacía estaba mal...

—Suponía que estabas aquí —. Dijo Ilia sacándome de mis pensamientos. Se abalanzó sobre mí rodeando sus delgados brazos por mi cuello, con una de sus manos me obligó a mirarla y dejó un beso fugaz en mis labios, se alejó con una sonrisa —. Estoy cansada, ¿cuando nos vamos?

—¡Me invitan a la boda, por favor! —. Gritó Telma desde el fondo.

Ambos reímos ligeramente.

Recuerdos Del CrepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora