Capítulo 3 - Princesa del Crepúsculo

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Han pasado horas desde que las sombras atacaron Hyrule, el cielo se nubló del ocaso eminente y las lloviznas no cesaron en ningún instante.

Yacía sentada en una esquina de la pequeña habitación, en una mesa irregular y cargada de los años, la silla en la cual me apoyaba crujía cada vez que me movía, haciendo que tuviese cuidado para no caerme.

Mi mirada estaba plantada en dirección a la ventana, viendo como el agua caía por el cristal y como algunas aves de esas terroríficas pasaban sin previo aviso, volando desde lo más alto.

Solo escuchaba mi respiración y los latidos constantes de mi corazón, olvidando por completo el frío que comenzaba a amenazar la pequeña habitación, tan vulnerable para la gélidez. Mientras más llovía, más frío tenía.

Titubié hasta llegar a la pequeña chimenea, encendí un poco del fuego para poder conservarme y arropándome bien con la delgada capa que encontré tirada por una parte.

Lo que más me extrañó fueron sus símbolos, de un ojo plantado en bordes dorados, era lo que más resaltaba. Recuerdo haber visto antes el significado de este borde, pero mi mente ha estado más ocupada en otras cosas que pensando en cortos recuerdos de mi niñez y juventud.

Sentí un poco de calor mientras veía la llama flamante a mi frente, observé como consumía con rapidez uno de los troncos de madera que coloqué, mientras con su fuerza comenzaba a deshacerlo; lento pero seguro.

De pronto sospesé en la criatura extraña o "Midna" como dijo antes de marcharse. No apareció más desde la noche anterior, cuando dejó perfectamente en claro que buscaría a la bestia de ojos azules.

Comencé a sentirme inútil, como una de las princesas de los cuentos de hadas. Estar secuestrada en lo más alto de una torre y esperar que aparezca un príncipe para salvarte.

Pero soy pesimista y dejé de creer en esas cosas tan absurdas e insignificantes. Nadie salva a nadie, y nadie ésta para nadie, ¿o simpleteme me equivoco?

Me hundí en mis pensamientos que no noté en el momento que caminé hasta la ventana para mirar de nuevo lo que ya sé, para observar el mismo paisaje de destrucción y desolación.

Comienzo a agacharme y quedar apoyada en mis rodillas, me siento exhausta, me abrazo a mí misma mientras doy vueltas al asunto que me atormenta. ¿Qué debo hacer?

Tengo dos opciones,

Una,

Pudrirme y dejar que el reino caiga en una maldición.

Y dos,

Confiar en alguien que apenas conocí.

Escucho el crujir de la puerta al abrir, continuamente un gruñido feroz invade el silencio de la alcoba.

Volteo con lentitud y me encuentro unos zafiros ojos llenos de rabia y a la vez de confusión. Me muestra sus colmillos mientras arruga su nariz en señal de defensa.

Me asusto un poco por la impresión, me echo hacía atrás mientras que mi capucha cae dejando a la vista mi rostro y mi expresión consternada.

El lobo relaja su amenaza y noto como su mirada azulada se vuelve más inocente de lo que pude esperar, deja caer sus orejas en una línea recta, parece apenado y deja de observarme para mirar en dirección a la puerta entreabierta.

Vuelve aparecer ella riendo de nuevo.
- ¡Midna! - Digo con asombro. - No te llame, ¿qué haces aquí? - Pregunto con una ceja enarcada.

- Si lo hiciste. - Dijo con arrogancia.

Noto como toma asiento en el lomo de la bestia, éste voltea a mirarla con fatiga. Parece que le molesta tener que llevarla.

- Creo... Que encontraste a quien buscabas, ¿no? - Pregunto de nuevo invadiendo su respuesta.

Ella asiente y sonríe.

- Así es, y es un chico muy obediente, ¿no es así lobito? - Dice mientras acaricia la cabeza con fiereza. - Él está muy confundido, no sabe dónde está y menos que fue lo que le pasó.

Me acerco un poco a la bestia y la acaricio con ternura, su mirada celeste me abruma completamente, es tan profunda y siento como trata de leer lo que hay más allá de mí, indaga en mi ser pero no encuentra nada; nada porque todo ésta tan oculto.

- Creo que no es necesario contar como llegamos a esto. - Recalco con odiosidad y me aparto de ambos para fijar mi vista de nuevo al panorama.

Midna vuelve a reír, parece que le satisface hacerme enfadar.

- Deberías, a fin de cuentas, fue por tu culpa ser tan débil. - Habló con arrogancia. - El lobito ésta perdido...

Escucho de nuevo el gruñido de parte de la bestia, giro a mirarlo sobre mi hombro y la observa con algo de odio. Al menos no soy la única que piensa que es algo molesta.

Exhalo con fiereza y me agacho a la par del lobo. El fija su profunda mirada en mí, y llevo toda la atención.
- Te contaré el porque llegamos a esto, no quiero ser juzgada ni mucho menos escuchar lo que ya sé. - Clavo la mirada en Midna.

- ¡A mí ni me veas! Yo solo digo verdades, Princesa del Crepúsculo. - Sonríe de manera inquietante.

Un relámpago se escucho de fondo, hizo que me sobresaltara y mirara a mis espaldas. Después de detonar que todo anda bien, vuelvo mi atención a ellos, sobre todo al lobo que espera pacientemente mi relato.

- Bien... Todo comienza de esta manera...

...

Recuerdos Del CrepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora