Capítulo 6 - Prueba de posesión

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Una semana.

Una mísera semana ha pasado haciendo que Hyrule girase un entorno que nadie pudo esperar.

El mismo paisaje, la misma desolación y como si fuera poco; el mismo vacío de culpabilidad que tengo sobre mis hombros.

Mi Reino, cada día lo veo hundirse en un abismo oscuro y sinfín. Sin algún atisbo de luz, no veo nada más que sola muerte y destrucción.

Cada día me sentía débil, flaqueaba al levantarme, me cansaba muy rápido y las noches se volvieron tormentosas por el frío y la sensación de faltarme el aire.

Odiaba verme en el espejo, no quería ver en lo que me estaba convirtiendo, en esa imagen que me atormentaba e incluso hasta soñaba siendo juzgada por ello. Mis labios se partían al hacer algún movimiento con ellos soltando un pequeño hilo de sangre entre sí.

Los limpiaba con delicadeza con mi vista plantada a la nada.

No comía bien, ni me hidrataba, las noches un balde de agua helada caía en mi tersa piel. Me acostaba con punzadas en mi estómago y quedando a la deriva del frío.

Al menos mi imaginación era lo único que me sacaba de la realidad y podía pasar horas en ella siendo feliz, sin recuerdos, sin tragedias, solo felicidad absoluta.

Esa noche, dislumbre como el firmamento iba ocultando la poca luz que tenía.

Por las noches la seguridad del Palacio, siendo mounstros y demás, vigilaban de punta a punta cada esquina del mismo. Las aves volaban encabezando el cielo y en las tejas de las Torres se ocultaban mounstros dispuestos a atacar.

Supongo que después de la visita de Midna y la bestia, detallaron que algo no andaba bien y la seguridad aumentó como si no fuera para más.

Repetí el mismo proceso de la vez anterior, y como todas las noches desde el ocaso.

Sentía un frío enternecedor atacarme, y un tajante dolor se me aferro en el pecho dándome un mal presentimiento.

Solo esperaba que Midna y ese chico estuvieran bien y que trabajarán de manera inteligente. No debíamos dejar que nos quiten la última esperanza que nos queda.

Traté de quedarme con ropa cómoda después del baño, para aunque sea tener algún control sobre mi cuerpo.

Inhalé ferozmente y me eché en la dura cama. No era de aquellas suaves y con mantas sedosas, al contrario; era como dormir sobre una piedra.

La miré con desgano.

Y de nuevo ese presentimiento en mi pecho de que algo no saldría bien, algo malo estaba por pasar. Imploré a las diosas qué nada malo le ocurriese a mis súbditos, y a ellos que no hacían nada más.

Recordé esa mirada azulada que me llenaba de inquietud, ¿cómo será ese joven que se oculta detrás de esa bestia? ¿Como será él?

Simplemente me intriga saberlo.

Escuché que azotaron las puertas, dejando a conocer a uno de los guardias que extrañamente me trajeron comida.

Tuvo la descencia de dejarla en el suelo con delicadeza y no lanzarla. Cerró con la misma fuerza con la que abrió y se marchó.

Miré el plato con rabia, una rodaja de pan duro y un vaso de jugo con un color extraño.

Pensaba en lanzarlo por la ventana y que las cosas de afuera se lo comieran, pero el hambre me comenzaba a trozar el estómago sin pudor.

Recordé que no comí nada en todo el día, al menos es lo poco para no enfermarme.

Los tomé y comí sin saborearlos, no quería saber de nada.

Patee la bandeja a un lado cuando acabé, dejé el vaso en la mesa del final de la alcoba. Sentía prepotencia, culpabilidad y con inmensas ganas de llorar hasta decir basta.

Sabía que me merecía esto y más, por las muertes de todos, por ser una ingenua y queriendo ser valiente cuando yo misma ni podía cuidarme de mí. Cerré mis puños a mis costados con fuerza, pero ésta vez me sentía extraña.

Comencé a sentir náuseas, arcadas. Una palpitante punzada en mi cabeza me empezaba a atormentar, y mi corazón amenazaba con salir del pecho.

Mis manos temblaban y comenzaba a ver todo borroso, traté de apoyarme de la cama, pero poco a poco me deslizaba en el piso con poca respiración. La comida tenía algo, los efectos fueron inmediatos que no me dio tiempo de pensar.

Las arcadas continuaban pero solo hacían que mi pecho doliese con rudeza.

Me desplomé en el suelo sin saber que pasaría, solo ví como mis párpados caían quedando vulnerable en lo más alto de unas de las Torres del Palacio Hyrule.

.

Aún no abría mis ojos, estaba tiesa en la cama arropada con una débil manta.

Mi cabeza dolía terriblemente, mis piernas entumesidas y con leves dolores en la parte baja de mi abdomen.

Sentía mi piel desnuda en contacto con todo a mi alrededor, la frialdad y la poca luz de la mañana.

Desperté temiendo lo peor, mi dolor se intesificaba. Abrí mis ojos viéndome completamente a merced bajo las sábanas, mis muñecas yacían con marcas rojizas en cada lado.

Bajé la mirada encontrando una mancha de sangre impregnada en las sábanas donde solía dormirme.

- Esa es la prueba de que eres mía. - Sonrío con satisfacción.

...

Recuerdos Del CrepúsculoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora