Las noches se volvieron tormentosas para mí, el caer del ocaso me traen amargos recuerdos, espero pacientemente el nuevo amanecer que hace pensar que todo ha pasado, ha terminado el crepúsculo y eso no puedo olvidarlo.
Más allá que un vástago recuerdo, es una marca adherida a mi tersa piel. Generando tanta desconfianza a todo ser que me rodea, sintiéndome incómoda en lo que antes fue mi hogar y quitándome lo que antes llegué a querer.
Encerrarme para resolver mis problemas se ha convertido en mi asunto. Eso fue lo que aprendí el resto de mi niñez y juventud, llorar desconsoladamente sin un hombro y sin palabras alentadoras, siempre debo ser alguien cortante y sin atisbos de tener sentimientos. Una estatua, cuya forma de hablar o expresarse es nula; simplemente que debes saber leerla para entenderla.
Pero, ¿quién me entendía a mí?
La brisa gélida de la mañana chocaba contra mi rostro, ligeramente caían lágrimas y el coraje me marcomía. Me abrazaba fuertemente a mí misma, me he tenido a mi y me tendré siempre; el resto de mi vida.
-Perdone la tardanza majestad. - Escuché la voz de Salma a mis espaldas.
Sequé con rapidez las lágrimas en mis mejillas, froté mis palmas y coloqué mi semblante inexpresivo y carente de felicidad.
-Sí, demasiado. -Recalco de lado. -Ha pasado una semana y aún no recibo noticias de los avances, ¿qué acontece? -Pregunté caminando en dirección a la alcoba.
-Todavía no recibo informes princesa. -Admitió.- Pero puedo viajar e ir personalmente a las regiones.
Giré a observarla, y rápidamente negué.
-Señorita Salma, es mi escolta y la necesito aquí como mi ayudante y demás. -Expliqué. -Tocará esperar entonces, pero espero que no sea tardío.
Salma asintió teniendo la mirada cabizbaja, desde hacía días la veía decaída y con sutiles ojeras alrededor de sus ojos grisáceos. Estaba algo también desaliñada y poco parecía importarle.
Planté la mirada hacia el suelo, tomé una bocanada de aire y tomé asiento en mi escritorio. Tenía un montón de papeles, libros y demás alrededor; escritos tomando formas a un poema, algo personal para mí. Pensé que era injusta, y seguramente éste necesitando una compañía para poder desahogarse. Era una ironía, pero que más da.
-¿Puedo preguntarte algo, señorita Salma? -Anuncié con un pequeño nerviosismo. Aún seguía a espaldas de ella, era tan cobarde que no podía verla a la cara.
-Me toma por sorpresa, pero adelante. Lo que quiera preguntar.
Después de su respuesta, me di vuelta una vez que lo pensé demasiado. Salma me observaba expectante, muy al pendiente de lo que fuese a decir.
-¿Te has sentido bien? Últimamente te veo cabizbaja. -Comenté.
Salma engrandeció sus ojos grisáceos, ligeramente un asombro se asomó en su semblante y repentinamente cambió a una de decepción. Su mirada se cristalizó y lágrimas descendieron por su pálido rostro.
-Majestad...¿puedo preguntarle algo inútil? -Anunció con voz quebrada. -¿De mujer a mujer?
-Por supuesto.
La joven tomó una gran bocanada de aire y trató de calmarse. Inflaba sus mejillas y expulsaba con lentitud buscando poco a poco su paz interior.
-¿Cómo sé que estoy enamorada?-Preguntó, y su voz se quebró en la última palabra.
-Toma asiento, por favor. -Señalé un sofá a unos escasos centímetros.
Sospesé en aquella pregunta que divagó en mi mente dejándome casi perpleja, nunca me enamoré, ni siquiera de algún personaje ficticio de los libros que leía en mi adolescencia. Por primera vez desconocía de algo tan común y normal como el amor, algo que no estuvo en mi vida y seguramente jamás lo estará.
ESTÁS LEYENDO
Recuerdos Del Crepúsculo
FanficVivir bajo las paredes del palacio mientras el crepúsculo asechaba mi reino, no fue tarea fácil. Esperaba pacientemente el regreso del héroe para después poner fin y encerrar a la maldad que nos vimos obligados a vivir. Pero los recuerdos trágicos y...