Capítulo 33

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Apenas pude abrir los ojos todos los recuerdos cayeron sobre mí como un balde de agua fría, además de que el dolor también se hizo presente. Miré a todos lados buscando a Eiden, pero él no estaba en ninguna parte. Observé la cama y algunas marcas de sangre en las mantas que no me imagino que asustaron a Eiden al verlas.

Me levanté a pesar del dolor, caminé hasta mi espejo y me miré en este para ver con asombro todas las mordidas y moretones. Sabía que había sido intenso... pero no esperaba verme como si sufriera de violencia de género. En realidad no me molestaba esto, debía admitir de que ha sido una experiencia... interesante.

Suspiré y busqué mi ropa para colocármela antes de ir hacia la habitación de Eiden y llamar a su puerta con unos leves golpes.

-¿Eiden? -lo llamé suavemente. No respondió, así que no supe si es que verdaderamente estaba allí-. Hey... Eiden... ¿estás...?

-Te dije que no tocaras mis orejas... -soltó desde el otro lado, su frialdad me sorprendió-. Al igual que la cola, son muy sensibles y más contigo... por eso te lo había dicho...

Me sentí culpable al instante, sabía que no debí de hacer aquello y por eso quería disculparme, pero no lo haría con una puerta de por medio.

-Lo sé... oye, ¿podemos hablar de frente? Así puedo verte.

-No...

-¿Por qué?

-Porque no quiero -sonaba como un niño arrepentido de algo que realmente no fue su culpa.

Debía hacer algo o afectaría a nuestra relación y a su carrera. Así que, nuevamente decidí ignorar su pedido, pero esta vez para algo mejor que mis deseos egoístas. Abrí la puerta que, a pesar de todo, estaba abierta.

-Eiden... -suspiré con lástima al verlo escondido bajo las mantas, solo su cola lobuna se asomaba pero la escondió rápidamente.

-Sarah. Te dije que no entraras.

-Ya deberías de saber que no soy muy buena obedeciendo -me acerqué y me senté a su lado, pero lo sentí alejarse un poco-. Y además... nunca dijiste que no entrara, solo que no hablemos de frente. Puedes mantenerse así si te hace sentir mejor.

Se queda en silencio por tanto tiempo que supe que ni siquiera pensaba en responderme. Dejé escapar un suspiro profundo antes de buscar las palabras correctas.

-Eiden no tienes que culparte por lo que pasó, yo fui la egoísta que ignoró tus deseos para complacerme. Quería tocar tus orejas y lo hice a pesar de que me advertiste que no lo hiciera, estuvo mal y lo siento de verdad.

Aún así no respondió, me quedé mirando su cuerpo cubierto por la manta.

-Pero debo de admitir que tuviste razón... realmente me gustó... -mis mejillas se sonrojaron al admitir algo así.

-¿Cómo? Te he lastimado, hice que sangraras y te ignoré cuando me pediste que me detuviera. Actué como un maldito animal, yo sí me arrepiento de todo. No es así como me hubiera gustado que fuese nuestra primera vez...

-Tienes razón, pero no siempre me has ignorado... incluso en aquel estado salvaje te preocupaste por mí, ¿o no recuerdas? Eso fue lo que más me hizo aceptar que me gustaba lo que hacías, porque no solo querías disfrutar tú, sino que también querías que yo lo hiciera.

Apoyé mi mano sobre él, sintiendo como se estremecía y trataba de alejarse pero no pudo hacerlo.

-Quizás no fue una primera vez tranquila y suave, pero ¿siempre tiene que ser así? Digo, sí... ha dolido un poco pero, luego del dolor solo pude sentir placer; placer que tú provocaste, Eiden.

Levanté lentamente la manta que lo cubría y descubrí a un Eiden tierno abrazando una almohada con sus orejas caídas y su cola escondida entre sus piernas, parecía un cachorro indefenso.
Sonreí leve y quité la almohada despacio, me dejó hacerlo, para luego cambiar de lugar con ella y meterme entre sus brazos. Lo abracé y besé su pecho cuello.

-Lo siento... no volveré a insistir en tocar tus orejas y cola, lo prometo -repetí levantando la cabeza para verlo.

Eiden suspira y me abraza hasta aferrarse a mí. Apoyé mi cabeza en su pecho y sentí su cola lobuna colocarse sobre mi cintura, sonreí aún más y deposité varios besos pequeños en su cuello que lo hicieron estremecerse.

-Puedo... hacerlo mejor. No quiero que te quedes con esa imagen de mí.

-Está bien, pero será en otro momento... ahora me duelen las caderas -reí levenente-. Tienes mucha energía, lobito. Cumpliste con tu promesa de hasta que no pueda venirme más.

Lo escuché reírse nervioso y apenado, pero divertido a la vez. Levanté la mirada y acaricié su mejilla con delicadeza, él sujetó mi muñeca con delicadeza y observó el morado más grande que tenía en mí, incluso parecía tener la forma de su mano. Antes de que pudiera volver a arrepentirse, besé sus labios con ternura.

-No te preocupes más...

-Pero incluso dije que me perteneces... no es como que piense que eres un juguete o un algo que tenga dueño. No me gusta llamarte así.

-Pues... ¿quieres que sea honesta? -aparté la mirada un segundo pero él asintió-. Que me llamaras así... fue emocionante. Tienes razón, no soy un objeto, pero... aún así me ha gustado que tú y solo tú me dijeras así.

-Esto es... extraño -suspiró cubriendo su rostro con un brazo y dándose un poco la vuelta-. Soy yo quien tiene todos los recuerdos intactos, soy yo quien te conoce de toda tu vida... pero ahora siento que no te conozco lo suficiente.

-Quizás porque nadie me ha hecho experimentar lo que tú. Esto también es nuevo para mí, estoy descubre el cosas sobre mí misma que ni yo sabía -me coloqué sobre él para poder verlo mejor-. Si fuera otra persona, créeme que no dudaría en usar todo lo que mis padres me enseñaron para hacer que se arrepienta. Pero eres tú... y si eres tú quien lo hace, siento que está bien porque te conozco, y sé que nunca me harías daño... apropósito.

Hizo una mueca a lo último pero eso solo me hizo reír y volver a besarlo en los labios. Eiden suspira resignado y termina aceptando la realidad, que es que me ha vuelto masoquista a un nivel que desconocía... y me gustaba.

ENTRE GARRAS Y ALASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora