Capítulo 8.

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        Ahora más calmos, nos subimos a un taxi y nos fuimos para nuestra casa. El color aún no volvía a mi piel, pero me sentía un poco mejor. Mi padre iba adelante y yo, mi madre y Myungsoo ibamos en la parte de atrás. La mano de mi madre se deslizó sobre la mía y entrelazó nuestros dedos. Pronto comenzó a hablar del viaje. La verdad, no la escuchaba, y resistía la tentación de posar mi mano sobre mi panza. Aún no entendía. ¿Por qué me había sucedido? Me sentía una idiota. Tragué saliva. Tarde o temprano mis padres se tendrían que enterar, y Myungsoo también. Aunque por ahora me dedicaba a sonreír y asentir.

        Al llegar, mi madre me acompañó aún de la mano a sentarme en el sillón mientras mi padre y Myungsoo se encargaban de traer las maletas adentro.

        -¿Estas segura que estas bien, princesa?-me volvía a preguntar por milesima vez en un tono tranquilo pero con preocupación.
        -Si, mamá. No te preocupes. Quiero que me cuenten más del viaje.

        Y comenzó a hablar sin parar de nuevo. Intenté concentrarme en lo que me decía. Después de todo, había pasado mucho tiempo desde la última vez que la ví y su voz me hacía sentir como una niña pequeña otra vez, aunque no entendiera lo que decía o me perdiera en sus historias a causa de la velocidad en la que habla. En serio, es peor que una adolescente.

        Mi padre nos sirvió jugo y abrió una de las tabletas de chocolate que trajeron del viaje. La verdad estaba con antojo.

        -Ni se te ocurra comer, vomitaste hace como una hora.-mi papá se mostraba firme.
        -Pero me siento bien.
        -No me importa.
        -¿Por favor?
        -No, Hayley. Última palabra.

        Mi padre era una persona remarcable, un ejemplo a seguir. Pero era estricto y duro cuando tenía que serlo, además de terco y peleador. Nada en este planeta podría hacerlo cambiar de opinión sobre nada en este mundo. Y que no se te ocurra decirle lo contrario, va a afirmar aún más sus creencias. Si tenías razón, jamás lo va a admitir. 

        Mi mamá en cambio es sensible y dulce. Siempre me defiende, salvo cuando no tengo la razón. Me cuida como si aún fuese una niña, y le importa mucho mi bienestar. Siempre sonriente y positiva ante cualquier situación. Jamás la vi llorando, ni siquiera en los momentos más dificiles. Una persona fuerte como una roca. Una persona maravillosa.

        Miré con hambre cómo todos se relamían la boca con el chocolate y suspiré al no poder comerlo por mi "enfermedad". Mi madre se paró al baño para lavarse las manos que las tenía manchadas del dulce. Me quedé con ambos hombres y continuamos la conversación de una manera natural. Y de un momento al otro, la puerta del baño se abrió abruptamente y todos pegamos un salto.

        -Hayley Brightmore, ¿qué es esto?

        Había olvidado de deshacerme de la prueba. Y ahora se encontraba entre el dedo indice y pulgar de mi madre. No había excusas. No podía inventar nada. Myungsoo me miraba sorprendido. Mi padre, enojado. Mi madre, decepcionada. No podía salir de esta situación. Me limité a mirar al suelo.

        -Hayley, ¿es eso cierto?-preguntó Myungsoo en un tono calmado. Me limité a asentir-¿cómo...?
        -Ninguna hija mía va a estar embarazada antes del casamiento.
        -Arthur, ¿qué no ves que eso ya no es posible?-reclamaba mi madre.
        -Dije que ninguna hija mía.

        Mis ojos se llenaron de lágrimas y mi madre miró a mi padre como si pudiese atravesarlo con la mirada. Me estaba echando. Desheredando. Ya no me consideraba parte de su familia. Ya no me consideraba su hija. Mi apellido ya no era Brightmore.

        -¿Quién es el padre?-preguntó firme.
        -Papá, yo...
        -¿QUIÉN ES EL PADRE?-volvió a repetir, con los músculos tensados y a los gritos.
        -Yo.

        Yo misma me sorprendí ante la respuesta de Myungsoo.

        -Yo soy el padre.

        Mi madre se llevó la mano a la boca. Mi padre se levantó de su asiento y tomó a Myungsoo por la camisa, levantandolo con el. Mi padre medía 1.91, y Myungsoo 1.80. Mi papá lo tenía a la misma altura que él.

        -¿Cómo te atreves a tocarla?
        -Lo siento, señor.
        -Yo confiaba en tí.
        -Lo siento, señor.
        -Eres un inútil.

        Y antes de que nadie pudiese hacer nada, lo golpeó en la mandíbula. Myungsoo se mordió la mejilla con el impácto y un hilo de saliva roja comenzó a caer por el costado de su mentón mientras del otro lado se agarraba con la mano. Mi padre me miró.

        -Te quiero fuera de mi casa antes de las 7.

        

        

Learning To Love {Sunggyu & Myungsoo}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora