Depresión de melón
—Compartimos habitación con otra chica. Mi único concejo sobre ella: no toques sus libros. Créeme, no te gustará verla enojada. Siempre usa ese estúpido pizarrón de arma.
Asentí a sus palabras, habiéndome familiarizado con ella y ambos chicos las últimas tres horas que estuvimos en el comedor para finalmente dirigirnos a los dormitorios apartados del palacio. De hecho, había rechazado la oferta de ir al pueblo más cercano para pasar el tiempo al igual que Stan, asegurando este último el encontrarse demasiado ocupado en sus tareas como vicepresidente.
Mi excusa fue, el querer familiarizarme con los dormitorios y desempacar antes de que las clases dieran inicio oficialmente, queriendo descansar de todo lo sucedido.
—Este es el escritorio de Darkness —señaló toda una pared en lugar de solo el objeto, encontrándose acomodado un librero de más junto a un sillón de respaldar exageradamente alto y oscuro, dejando en claro era el espacio de la desconocida —Lo sé, lindo nombre. Ese es mi escritorio y mi sillón —esta vez volvió a la pared contraria, situado por igual un escritorio y sillón más moderado, de terciopelo turquesa y madera de caoba, decorado por pequeñas luces en la única salvación de un espacio lúgubre y tan oscuro como la noche —, y esa es la tuya.
En silencio observé únicamente el habitual escritorio y su debido asiento, sin sillón alguno o librero de más, lo que me indicaba aquellos adornos eran contribución de ambas chicas.
Debería comprar mi propio sillón y estante.
—En el armario ya se encuentra la otra pieza de tu uniforme y con respecto a las cosas coloridas...
—Lo sé, descuida —tampoco es como si fuera fanática de los colores vomitados por unicornios, lo más chillón que había en mi maleta era un buso mostaza pálido, exceptuando el rojo de ciertas prendas... y mi manta.
Aunque si lo catalogábamos por lo más ridículo, el premio se lo ganaba mi pijama de unicornio visco.
—Bien, descansa, nos vemos en unas horas.
Asentí, viéndola salir del lugar para dejarme completamente sola en el dormitorio, sin encontrarse la chica faltante.
Caminé por el lugar lentamente, examinando el resto de su contenido. La habitación no era muy grande, acomodado un gran sillón además de los de Rayben y Darkness frente a una de las paredes donde un plasma descansaba tranquilamente, además de respectivos armarios. Había una segunda puerta, una que supuse llevaría hacia el baño.
Pero ninguna cama.
Debería empezar a acostumbrarme.
En la pared frente a mi espacio, la luz atravesaba en un pronto amanecer los estrechos cristaleros oscuros y sellados, descubriendo los tonos verdosos del cristal mi figura yaciente en el suelo, liberando mis maletas del brazalete que pronto se desvaneció en la nada, tomando entre el temblor de mi tacto el móvil para cerrar con fuerza los ojos ante las cientas de notificaciones que desbordaban la pantalla principal, entre ellas, llamadas perdidas y mensajes sin leer.
Lo había visto venir. Pero estaba resultando más doloroso de lo que imaginé.
Tanto mis padres como amigos habían estado intentando comunicarse conmigo, siendo la escases de internet lo que me permitiera leer los mensajes sin que estos se dieran cuenta.
La culpabilidad de no poder darles una respuesta fue lo que provocó el nudo en mi garganta y el recorrido de lágrimas de sangre sobre mis mejillas, no tenía el valor suficiente para decirles la verdad o incluso una mentira, seguramente ya les abrían dado respuestas y yo no podía interferir en la excusa dada; por ello preferí destrozar el chip de mi móvil y eliminar todos aquellos contactos de las personas junto a las que alguna vez pertenecí a una manada.
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Reina de los Vampiros
FantasyInstituto de Aprendices. En estos establecimientos se les instruye a sus residentes los diferentes estilos de vida que llevan criaturas o entidades enlazadas al mundo sobrenatural tales como licántropos, vampiros, magos o elementos, preparándolos p...