Capítulo 10

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Mentiras mentirosas

Verónica no era una procedente de vampiro del todo normal, puesto que tras recibir su don y graduarse de la IPS ella tomaría el puesto de su madre como la líder del pueblo de vampiros Lagrimas de Sangre, siendo la mayor de ambas hijas y por consiguiente, su responsabilidad y meta. Sin embargo y como había pasado conmigo, el don equivoco se le fue asignado, razón por la que su hermana, Dévora, planeaba hacerse cargo pese a no corresponderle.

Su madre no podía estar en el puesto más siglos, permitiéndole descansar de su obligación.

Lo peor de todo, es que ni siquiera Dévora era consciente de la existencia de mi madre, sino hasta que, en un intento de intimidación, descubrió la voz de la abuela formando parte de uno de los temores de mi mente. Confrontando a su madre antes de hacerlo conmigo. Entendiendo casi todo al instante.

Como hija de quien se supondría tomaría el cargo de líder, yo era quien seguiría en aquella línea de sucesión como próxima y única heredera de la cabecilla del pueblo Lagrimas de Sangre.

Tras la noticia extenderse hasta el otro lado del continente americano, una larga semana trascurrió sin más sorpresas de por medio, hasta que fui citada a la oficina del director.

Fue cuando la vi, incorporándose del sillón de cuero al tiempo que me habría paso dentro de la habitación, observándome con sentimientos encontrados a través de aquellos orbes ahora amarillos, confirmándome la presencia de Dévora, ella era mi abuela.

—¿Charly?

Su apariencia, no era para nada el de una abuela. Al menos no de las que portaban blancos cabellos y arrugas. Más bien, era muy joven, de al menos unos veintisiete años humanos, cabellos castaños, piel bronceada y al menos unos cinco centímetros más alta que yo. Sin duda algo a lo que no me podría acostumbrar.

Asentí en respuesta, acortando los pocos metros que nos separaban para fundirnos en un fuerte abrazo, tomando las cuatro horas del descanso para ponernos al corriente de lo sucedido hace apenas unas semanas y con ello, la vida de mi madre, decorando una triste expresión su rostro.

Una de sus manos acarició mi mejilla delicadamente, reparando en mi parecida apariencia y riendo inevitablemente al pensar en que ella había sido culpable de uno de mis traumas cuando pequeña.

—Siento eso, pero era tanto mi anhelo de conocer a mi sobrina cuando descubrí que Verona estaba viva, que no pude evitarlo.

—Descuida, creo que puedo entenderte en cierta forma.

—Y aunque estoy feliz de tenerte conmigo, quiero que sepas que siento lo que te ha pasado. Para tu madre tampoco debió de ser fácil.

—No te preocupes por eso —interrumpí con sutileza no queriendo hablar de mi madre por el momento, resguardándome en su hombro para pronto recibir afecto de su parte —, estoy más tranquila ahora.

—Cariño, no culpes a tu madre.

Era fácil decirlo.

—Esta no es la única razón, Isabel.

Su mano libre acarició mi hombro, apretando la otra mi agarre en son de consuelo, persistiendo su curiosidad. Pero no dijo ni preguntó nada, hasta que retomó el habla, entusiasta.

—¿Podemos conocer a tu vampiresa?

Me sentí inquieta al instante, habiéndome costado ocultar la pequeña luna que persistía en opacar mi frente con el fleco y maquillaje de por medio.

Se darían cuanta al instante de quién era Daphne, y temía sus reacciones. Más si se encontraba el director.

Resignada, me incorporé.

Reina de los VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora