Capítulo 12

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Baño de sangre

Una de las desventajas de poseer un puesto importante dentro de una manada, era el ser conocido por todos los descendientes de grandes jaurías y con ello, los aliados futuros.

—Este es mi dormitorio —el verde de sus ojos observó con encanto el lugar sumido en penumbras, filtrada la luz en variados colores como resultado de las cristaleras ante la luz solar, acompañada por las velas aromáticas en el escritorio de Dark o las lucecillas decorativas en pequeños focos alrededor de la estantería de Rayben, ajena a mi estado en desasosiego.

Joanne, lejos de estar confusa ante lo sucedido con mi descendencia, se mostró entusiasta, sin querer tomarle importancia a lo que sus solas pulsaciones provocaban en mí.

Por suerte, ella no había corrido con mi misma suerte que la mía al haber nacido de la unión de un mago y una cambiaformas, obteniendo como resultado el tener que elegir entre una segunda alma o el talento para la magia. La recordaba perfectamente a pesar de haber pasado dos años desde la última vez que la vi, encontrándose actualmente en su último año de preparación sobrenatural.

La conocí en una de las tantas reuniones realizadas por el alfa de Claro de Luna, y a pesar de que apenas tenía seis años cuando pasó, era imposible olvidar el día en el que la adopté como mi hermana mayor.

—No es coincidencia que estés aquí ¿o me equivoco? —indagué aun aferrada al marco de la puerta, dándome una mirada incrédula ante el asiento inflable rojo en forma de oso que aguardaba en mi lugar del dormitorio, encogiéndome de hombros — Bajo presupuesto.

Tiró de las orejas del objeto con cierta diversión, avanzando hasta mí para pronto tomar mi mano, tornándose seria su expresión ante la baja temperatura, afligida.

—Cuando escuché de tu muerte... fue difícil asimilarlo. Dios, Cassian estaba devastado. Y ni hablar de las chicas. No pude tragarme ese cuento, mucho menos cuando supe lo que ocultaban los cancilleres. Priscilla, mi compañera de habitación, era descendiente de Elementos. Me contó habían difundido la misma noticia sobre ella, y fue cuando tomé la decisión de buscarte.

—¿Se lo has contado a alguien más?

—No. Conozco las consecuencias de ello —repentinamente me envolvió entre sus brazos, estrechándome con alivio —. No sé como te sientas, pero es bueno tenerte aún con nosotros.

—No del todo. Y tampoco estoy viva.

—Pero aún existes. Eso es suficiente. Cuenta conmigo para lo que necesites.

Guardé silencio, conmovida por sus palabras y aun así, un solo aspiro de su aroma convirtió mi autocontrol en cenizas, incapaz de medir mi fuerza cuando la tomé de los brazos en un intento congelado por alejarla. Aturdida con la voraz intención de querer matar la sequedad de mi garganta y aliviarlo con el sabor de su sangre.

Lo que más odiaba, era que había ingerido al menos dos raciones para evitar algo como esto.

—Descuida. Estoy aquí para aliviar tu sed.

(...)

No era fanática de las trampas, pero convenía admitir le debía una tanto a Joanne como a Cairo, este último habiendo traído a un voluntario por la misma razón por la que Joanne me había brindado de su sangre sin miramiento alguno, siendo grande la coincidencia que a ambos los uniera un motivo.

Yo.

Los planes de Cairo eran facilitarme, además de la contienda por la presidencia, mi nueva vida como vampiresa al buscar una fuente capaz de brindar voluntariamente su sangre y calmara mi sed pese a conocer los riesgos contradictorios. Por ello se había ganado una discusión que la cobrizo calmó, admitiendo estar de acuerdo cuando supo que se trataba de mí.

Reina de los VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora