capítulo 8; A ciegas - Vll

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Al salir de la agencia nos recibe un recio aguacero con amenazas de que nos caiga un pedazo de cielo sobre la cabeza si no nos damos prisa en abandonar cuanto antes el estacionamiento e incluso ahí noto la caballerosidad de Isaí al buscar cubrirme primero a mí, esto no me aleja más de la confusión.

La tormenta aumenta, lo cual no tiene mucha importancia, ya que entre sus brazos me siento prot...no es cierto, porque frente a la entrada principal nos espera David con un gran paraguas y el auto a unos pasos de la entrada acrecentando el tráfico de salida, pero es el vicepresidente de la compañía, nadie se atrevería a apresurarlo.

—Buenas noches, David.

Lo saludo mientras tiene la puerta abierta para ambos e ingreso después de Isaí.

—Buenas noches, señorita Hasson, señor Livingstone.

Una vez que estamos arriba cierra y sube mirándonos por el retrovisor.

—¿A casa señor? —pregunta incierto.

—No, iremos a Acquerello, por favor.

—Si, señor —acata emprendiendo marcha.

—Creí haberle dicho que no es necesaria la invitación a cenar —le reclamo bajo a Isaí.

—Y yo a usted que no aceptaría un no por respuesta —puntualiza con esa sonrisa cínica a la cual le tengo amor-odio.

Veinte minutos más tarde aparcamos cerca de un majestuoso restaurante. Ya lo había visto en algunas ocasiones, pero no me interesaba entrar, bien, tampoco podía ya que me resultaba y sigue resultando inasequible.

En la recepción de este nos recibió el capitán y tuvimos que esperar tan solo veinte minutos más para ocupar una mesa puesto que no teníamos reservación.

Desde la entrada el restaurante es algo imponente, solo veo entrar personas sumamente elegantes y con modales muy refinados. ¿Qué hago aquí?

Vaya, al menos no me deje venir con el uniforme.

—Su mesa está lista —nos informa el encargado de dirigirnos.

Tomo el brazo de Isaí aunque continúa guiándose con el bastón, muchas personas se le quedan viendo sin el mínimo disimulo hasta que llegamos a la mesa, ¿tendrá noción de eso?

—Bienvenido señor Livingstone y compañía, en un momento vendré a tomarles la orden.

Explica el hombre encendiendo las velas decorativas del centro, ¿tendrá noción de que esto no es una cita?

—Comencemos con una botella de vino blanco al centro por favor, creo que saben mi selección.

—En un instante lo traeré.

El pingüino se aleja y tomó la carta casi al borde del infarto con los precios. Ni con toda mi anterior quincena alcanzaría para haberme parado por aquí.

—¿Ocurre algo, Hasson? Estás muy callada y, eso es raro en ti.

—Nada, es solo que...

—¿No sé te antoja nada del menú? Puedes pedir que te preparen algo especial.

—Bueno, siempre he querido probar las langostas, pero... —busco con mi dedo sobre el menú y comienzo a leer bajo—. Thermidor, horneada, al vapor, mantequilla.

—Mmm, te recomiendo en mantequilla, además la guarnición aquí es exquisita.

—De acuerdo, ordenaré eso.

Nos desconcentran el mismo hombre al colocar la botella de vino en un elegante balde al centro de la mesa, la destapan y nos sirven en dos copas muy frágiles por lo que con sumo cuidado le doy un par de sorbos, es curioso como después de eso a escasos minutos logro integrarme al ambiente e incluso relajarme en una amena conversación con el chico que me desestabiliza con solo sonreír, pero también que me confunde a niveles industriales con sus choques de carácter.

A segunda vista [L #1] - Último Otoño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora