Apenas llegué a la puerta, le envié un mensaje al chico diciéndole que ya había llegado y que estaba esperándolo. Una mujer mayor que pasaba cerca del lugar se me quedó mirando raro por unos segundos, pero la ignoré. ¿Qué le importa a la señora lo que hago y dejo de hacer? Es mi vida.
Por fin, el chico (debo admitir que no recuerdo su nombre) abrió la puerta para que pudiera pasar.
—Te tardas...
—Habla en voz baja —me interrumpió, mirando en todas direcciones como si fuera a salir el diablo por alguna de las esquinas.
—¿No se supone que estamos solos?
Él se puso pálido por unos segundos, pero luego recuperó una actitud tranquila.
—Sí, pero mis vecinos son muy metidos, no se puede confiar en ellos, así que habla en voz baja.
Dudo mucho que puedan escuchar lo que hablamos cuando la casa más cercana está a unos cinco metros de distancia, y además tienen un patio enorme. La única forma en que alguien de allí podría escuchar sería si se quedara parado como un loco al lado de la ventana.
No le di mucha importancia. Después de todo, estoy por acostarme con un chico que varios desean. Un chico que, como dije, no recuerdo su nombre, pero eso no importa. No es como si le fuera a proponer matrimonio o algo así.
Lo seguí hasta la habitación, donde por poco me doy la vuelta para huir. El lugar era un desastre: la cama estaba totalmente desarreglada, la ropa sucia mezclada con la limpia y objetos de dudosa procedencia en el suelo. ¿Es esto un basurero? Porque yo no puedo acostarme con un chico en un lugar como este, sin importar lo sexy que sea. Ver algo así te baja la calentura de una manera inimaginable.
—Está un poco desordenado, pero no importa.
¿Un poco? No te costaba nada limpiar aunque sea un poquito. ¿Eso de allá es una cucaracha muerta?
—Bueno, algunos de nuestra edad tienen la habitación así. Debe ser normal.
Él se acercó a mí, pasó los brazos por mi cuello y me besó. Un beso que tardé en corresponder porque no podía apartar mi vista de ese montón de basura, pero al final lo hice. De un momento a otro, los dos estábamos desnudos y sobre la cama, que gracias a Dios no tenía un bicho muerto o algo por el estilo, porque de verdad si hubiera visto algo así, me habría ido sin pensarlo. Pero estaba aquí para sacarme las ganas, no para criticar el estado deplorable del cuarto.
Besé su cuello, bajando lentamente hasta su pecho. Su piel era suave y olía a menta, lo que indicaba que probablemente se había comido medio paquete de mentas antes de que yo llegara. Me gustaba el olor, pero no demasiado.Justo cuando estaba bajando mi mano más allá de su cadera, escuché algo que me hizo parar en seco.
—Ah... para, por favor.
Sus manos se mantenían aferradas a mis hombros, lo que me hizo dudar. ¿Sigo o me detengo? Fue él quien me llamó para quedar, pero si ahora me dice eso...
Sentí que sus manos se aferraban aún más a mis hombros y vi cómo se mordía el labio inferior. Opté por creer que en realidad es mi cabeza la que me hace escuchar cosas, pero justo cuando llevé mis labios a uno de sus pezones y mi mano a su entrepierna, lo escuché nuevamente.
—Espera, detente.
Y eso hice, me detuve, pero la mirada del chico que antes estaba debajo de mí cambió a una confundida y molesta en tan solo unos segundos.
—¿Por qué paras? —me preguntó.
—Me dijiste que lo hiciera —le recordé. Debe tener mala memoria o yo me estoy volviendo loco.
—Lo hice, pero no debes hacerlo. Se supone que vas a seguir aunque te diga que pare.
—¿Estás loco? Si me dices que me detenga, entonces eso tengo que hacer.
—Sos tan malo para estas cosas, seguro sos virgen. ¿Quién me manda a mí a meterme con un niño?
No puedo creer que haya dicho eso. Este tipo está loco y yo me vine a meter con él.Sin querer seguir en la misma habitación asquerosa, busqué mi ropa entre el piso y logré divisar mis boxers cerca de la ventana. ¿Cómo llegaron ahí? Qué más da, solo quiero irme.
—Estás bastante bien de ahí abajo. Si querés, te puedo enseñar cómo se hacen las cosas —me dijo.
—Andate a la mierda —le contesté.
Hubiera salido a un bar por ahí. Tal vez no estaría pasando por este momento tan incómodo, o tal vez sí, quién sabe.
Cuando salí del cuarto, me topé de frente con un chico pelinegro que me miraba con molestia. Encima me mintió, nosotros no éramos los únicos en la casa.
—¿Quién sos? —me preguntó.
—Yo... Bueno... —¿Qué le digo? —. Vine a buscar unas cosas. Ya me voy.
Justo cuando estaba por llegar a la salida, sentí que alguien me agarró el brazo. Lo que faltaba. Solo espero que no sea igual de rarito que el hermano o lo que sea que sean estos dos.
Me giré con la idea de dejarle bien en claro que lo que yo haga con el chico ese no era tema suyo, porque yo no estaba obligando a nadie... Un momento, ¿y si escuchó todo? ¿Qué pasa si llama a la policía? ¿Y si todo esto fue una trampa para llevarme a la cárcel? Tengo 22 años, no me van a llevar a la correccional de menores.
—Lo siento —momento... ¿Qué? —. Siento mucho lo que mi hermano haya hecho o dicho, pero por favor, no vayas comentando a nadie lo que pasó aquí.
Puso una expresión apenada que por poco logra que le pida perdón incluso cuando no hice nada. El poder que tienen algunos.
—No voy a decir nada.
—¿En serio?
—No. —Si me das un beso...
—Gracias, de verdad. Min Soo suele ser medio brusco con algunas cosas.
Min Soo, así que así se llama. Ahora que lo pienso, nunca me molesté en preguntar su nombre. Si un día aparezco muerto o algo así, va a ser obvio por qué.