4. Tan amables

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Oscuridad.

Los de mi clase no estábamos cómodos con la oscuridad, porque allí se enconde lo malvado, lo indebido, lo impuro. Pero debía soportarlo por ella.

— No tienes que acompañarme — le dije a mi acompañante.

— Sí tengo, un amigo no te dejaría sólo en una situación como esta.

Andrei caminó a mi lado decidido. Fue al único que dejé que me acompañara ya que él no era como el resto de nosotros, en él imperaba su parte humana, lo que lo hacía más resistente a un lugar como este, pero incluso sabiendo eso, me aterraba que algo le ocurriera, porque íbamos a infiltrarnos a un lugar enemigo, donde las personas de oscuridad se reúnen.

— Sabes que seré yo quien cuide de ti y no al revés, ¿verdad?

Me reí por su chiste. Él sabía bien que, entre los dos, yo era el más fuerte.

Abrí la puerta que nos llevaría a aquel subsuelo, a dónde la congregación del pecado, en la tierra, se daba. Mi piel comenzó a cosquillear con incomodidad con cada nuevo escalón que descendía, era como descender al infierno mismo, no, esto era menos doloroso.

Los humanos, que no eran más que víctimas de los demonios que los habían llevado ahí engañados o seducidos, ni siquiera se percataron de nuestras presencias, estaban demasiados ofuscados como para hacerlo, en cambio, los seres impuros, fijaron sus ojos en nosotros de inmediato, pero, por supuesto, como todos eran demonios de clase baja, ninguno se atrevió a enfrentarse a nosotros, sólo pretendieron seguir en lo suyo, aunque la incomodidad y la tensión era palpable en el ambiente.

— Deben pensar que somos unos aguafiestas — dijo Andrei a modo de chiste. Incluso estando rodeado por un centenar de demonios, no perdía su humor.

— Sigue caminando — le indiqué, sí, eran de clase baja, pero por eso no había que subestimarlos, nos superaban en número.

Cruzamos toda la pista hasta llegar a la barra. Un hombre, algo robusto, alto, y con una profunda cicatriz que le atravesaba la mitad del rostro, nos esperaba del otro lado del mostrador.

— Necesitamos información — le dije mientras reposaba el peso de mi cuerpo sobre la barra. El grandote me miró sin expresión.

— Aquí no la conseguirás —dijo —. Los de tu clase no son bienvenidos.

Andrei se colocó a mi lado y le envió una mirada retadora, quería que supieran que no nos intimidaban ni un poco. Eran ellos los que debían temernos.

— Pues, qué lástima para ti y tus amigos, porque no nos iremos hasta conseguirla. — le dijo este señalándolo con el índice, de manera amenazadora. ¿Cuántas veces le habré dicho que señalar a las personas es de mala educación?, aunque se trate de demonios.

— ¿Dónde se oculta Cronos? — pregunté.

El demonio frente a nosotros mutó a una expresión algo tensa. La sola mención de ese nombre atemorizaba incluso a los demonios.

— No lo sé — contestó rígidamente, y con un tembleque en la mirada.

En ese momento, me di cuenta que posiblemente no obtendríamos ninguna información. Nos habíamos arriesgado para nada. Puede que el demonio de la barra, en verdad no supiera donde se encontraba nuestro objetivo o que no tuviera ninguna intención de decirnos. Era igual, de cualquier manera, no nos diría. Ese demonio le temía más a Cronos que a nosotros.

— Oh, cariño. Realmente son muy malos para sacar información. Muy propio de los ángeles, tan amables — dijo un pequeño demonio a nuestro lado, llamando nuestra atención.

— Ah, ¿sí? ¿Cómo lo harían los de tu tipo? — le siguió la conversación Andrei.

— Ya sabes, tortura, golpes, arrancar algunas uñas y extremidades.

¿En serio este demonio estaba hablando tan casualmente con nosotros?, incluso era capaz de bromear.

— Déjalo, sólo está jugando contigo — le dije a Andrei, este demonio sólo nos estaba haciendo perder el tiempo.

— Oh, por supuesto que me gustaría jugar contigo — dijo de manera sugerente, Andrei lo miró algo sorprendido.

— Vámonos, Chris — acordó Andrei asqueado.

— Esperen — el demonio trató de detenernos.

— No queremos hablar contigo — le dije.

— ¿Están buscando a la chica?

Me detuve en el lugar y giré de vuelta para encararlo.

— Ah, ahora sí quieres hablar conmigo, ¿verdad?   

AngelusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora