7. Yo era una prisionera y ellos peligrosos

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Mi cuerpo entero se puso tenso cuando sentí que la madera de la puerta crujía. Eso significaba que estaba siendo abierta. Me senté en la cama, como si esta podría significar una especie de refugio para mí, y, expectante, no retiré mis ojos de la entrada.

Abrí los ojos con sorpresa al ver, después de tanto tiempo, la figura de aquella mujer, Genette, otra vez, acompañada de Cameron. A esos dos no los había vuelto a ver desde esa vez que me secuestraron. No supe muy bien cómo reaccionar, muy dentro les guardaba un gran rencor, pero sentía, al mismo tiempo, que lo mejor no era reaccionar de manera precipitada, yo era una prisionera y ellos peligrosos.

Me mantuve en silencio, esquivando sus miradas mientras ingresaban a la habitación y se colocaban a una distancia prudencial de la cama.

¿Qué querían de mí?, ¿qué harían conmigo ahora? Me asustaba que hubiera algo peor que la caja.

Mi cuerpo se sintió pesado y convertido en piedra cuando él ingresó por la puerta. Ese hombre que no había vuelto a ver desde que me habían encerrado en la caja, ese hombre, al que más temía a pesar de que fuera de mi propia sangre, se hallaba aquí, en la misma habitación que yo y ese conocimiento me aterraba. Había desarrollado un miedo abrumador por ese hombre.

El silencio, si bien fue breve, fue sumamente infernal, ese pequeño espacio en el que nadie dijo nada, pero que los ojos demoniacos de mi engendrador me miraron fijamente, haciéndome sentir encoger, con cada milisegundo, que no los apartaba de mí.

Mi padre, al que Cameron llamó Cronos al entrar, se paseó brevemente delante de mi cama, y mirándome gravemente, habló con un tono de exigencia atemorizante.

— ¿Te has decidido a entregarme ese anillo? — me preguntó, la pregunta tenía un tono imperativo y sus ojos algo de regaño.

Oculté el anillo, que aún se mantenía rodeando mi dedo anular, detrás de mi espalda, como una manera algo infantil de protegerlo.

— No... — dije con un hilo de voz, casi como si me desinflara al pronunciar un poco más de palabras. No, no estaba dispuesta a darle el anillo, era lo único que me protegía de él, lo único que hacía que pudiera mantenerme entera y sana. Ese anillo era mi único aliado, y también lo único que me unía a mi vida de antes, que me unía a Chris.

— No se preocupes, señor Cronos, yo me encargaré de retirárselo a la fuerza, ya que por las buenas no quiere — dijo la mujer pelirroja, de repente. Al escuchar su voz rasposa, como si estuviera quemada, me sentí tensionar completa. Una sensación petrificante me recorrió el cuerpo entero.

Me resistí cuando sus dedos, empuñados en largas uñas pintadas de violeta y decoradas con diamantes me agarraron la muñeca. Me presionó con fuerza, obligándome a abrir los dedos para aliviar el dolor. Con su otra mano buscó retirarme el anillo.

La vi luchar contra aquella alhaja, pero no hubo caso. El anillo permaneció unido a mi dedo, inamovible, como si estuviera pegado con el mejor pegamento.

La miré sorprendida. Genette desistió cuando entendió que era imposible.

— ¿Qué mierd...?

— Si fuera posible que alguien más lo retirara, lo hubiera hecho por mí mismo — aclaró la voz grave de mi padre, con cierto tono de fastidio, como si la mujer acabara de quedar en ridículo —. Sólo quién lo colocó, será quién lo retire.

— Es como una llave de seguridad — agregó Cameron.

— Sí, es un fastidio.

Mi padre bufó con fastidio, y agradecí tener puesto el anillo, si no, no duraría que sería capaz de golpearme. Ese hombre me miraba como si quisiera descargar sobre mí todo su odio y violencia.

AngelusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora