9. Un topo en el infierno

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— Estás loco — dijo Andrei mirando de reojo al pequeño demonio, quien observaba la escena con una sonrisa en el rostro. Al parecer le divertía la situación. Típico de esa clase de seres, todo les parece un juego y nunca están serios. Mi amigo parecía realmente disgustado con la actitud de nuestro invitado, yo, en cambio, preferí ignorarlo. No podía perder tiempo en pequeñeces.

— Es nuestra única pista para llegar a Amanda — intenté justificar mi accionar.

— Lo sé, pero no hacía falta traerlo hasta aquí — dijo mirando la enorme puerta de madera —. Tu padre va a matarte por traer un demonio a la biblioteca. Pudiste organizar una reunión en otro lugar, no sé, como en una cafetería. Algo neutral y humano.

— No hay tiempo — respondí, y era cierto, con cada segundo que pasaba lejos de Amanda, me volvía aún más desesperado al no saber qué podrían estar haciendo con ella. Era un segundo más de sufrimiento para Amanda y eso me rompía por dentro. Juré protegerla y fallé, no podía fallar en rescatarla, no también.

Abrí la puerta de la biblioteca, sin perder más tiempo y no tardamos más en ingresar al santo lugar.

El último en colocar un pie dentro fue el demonio, quien, al cruzar el umbral, sintió el tremendo rechazo de inmediato. Lo entendí al ver como mudaba su expresión de diversión a una seria que rosaba la molestia. La biblioteca lo rechazaba, lo sabía bien. Era un lugar santo que no permitía seres corruptos y de las sombras, en su interior. Yo también sentí como la atmosfera de la biblioteca se volvía pesada, era la primera vez que ingresaba un demonio, era entendible esta reacción. Con esta presión, estaba seguro que mi padre no tardaría en notar que traíamos un visitante de las sombras con nosotros.

— Esto no me gusta nada — se quejó Andrei. Por supuesto, él era más sensible a la atmósfera de rechazo al ser más humano que ángel. Su especie nephilim era más fuerte en cuerpo que en espíritu.

Guie a mi amigo y al demonio menor hacia donde esperaba que se encontrara mi padre. Mi sorpresa fue cuando vi que no estaba sólo. Un arcángel lo acompañaba, y este no lució muy feliz al ver a quién había traído conmigo.

Me mantuve en silencio un par de segundos, todos lo hicimos. Por dentro, recé para que el arcángel no sacara su espada y matara al demonio allí mismo y con él murieran las únicas pistas que tenía.

— ¿Qué hace este ser oscuro aquí? — preguntó de manera ácida, sin apartar la mirada del pequeño. No lo miraba con miedo, no, todos sabíamos que un demonio de clase baja nunca podría hacerle frente al poder de un arcángel, sólo lo miraba con rechazo, como el ser repugnante que era. Pero, contra todo lo creíble, el demonio en vez de estar asustado se veía divertido.

— Hola, hermano — saludó el demonio.

— No soy tu hermano — contestó el ángel.

— Vamos, ambos fuimos creados por el mismo dios.

El arcángel frunció el ceño con una expresión guerrera. Ese pequeño demonio despertaba todo un instinto asesino en él.

Mi padre intervino antes de que el arcángel desenfundara su espada sagrada.

— ¿Qué estás haciendo aquí, demonio?

El demonio rio, dando a entenderse como victorioso, como si hubiera estado esperando esa pregunta desde el principio.

— Sé dónde está la chica.

El arcángel mudó su expresión, incluso mi padre se vio sorprendido, lo supe porque intercambió una mirada conmigo. Sí, padre, no me he mantenido quieto como prometí, no puedo, necesito rescatarla.

— ¿Qué tenemos aquí?, ¿un topo del infierno? — preguntó el arcángel sonando algo incrédulo — ¿Por qué haces esto?, supongo que querrás algo a cambio. La solidaridad y la ayuda incondicional no cabe en su moral, no, ni siquiera tienen moral.

— Sólo estoy buscando un poco de diversión. Las cosas se mantenían algo aburridas hasta el momento, así que prefería meterle un poco de... condimento.

— Lo suponía, una razón bastante banal... y de tu tipo — le respondió mirándolo desde arriba y despreciando su especie y clase entera.

El demonio sólo se limitó a sonreír, como si hubiera recibido un elogio.

— ¿Y bien? ¿Dónde se encuentra Amanda? — interferí al ver que la conversación estaba tomando rumbos peligrosos. A mí sólo me interesaba Amanda, no su enemistad milenaria.

— Amanda... — un escalofrío me recorrió cuando el demonio pronunció su nombre, lo sentí tan impuro, tan indigno de pronunciarlo — se encuentra en el infierno.

Abrí los ojos ante aquella información revelada.

No, no, no. Esto estaba muy mal. De todos los lugares tenía que ser el infierno. 

AngelusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora