6. Uno desea y ya

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Cuando recuperé la conciencia estaba de vuelta recostada en la cama, mirando al techo.

Quise sentarme, pero fallé en el primer intento, ya que me atacó una fuerte contractura en todo el cuerpo. Por supuesto, pasar la noche en esa caja me había dejado toda entumecida y adolorida.

Creo que dormir sobre una tabla de pinchos hubiera sido más cómodo.

Esta vez no me sorprendí cuando encontré a Jared sentado a mi lado, en la cama, con una expresión enfurruñada.

— ¿Qué sucede? — le pregunté.

— No pude entrar en tus sueños, eso sucede — se cruzó de brazos e hizo un puchero como un niño pequeño.

— ¿A qué te refieres? — pregunté confundida sin comprender sus palabras.

— ¿Recuerdas ese sueño con Malcolm? — me preguntó.

Yo lo miré extrañada. ¿Cómo supo él que soñé con Malcolm?, no me acordaba de habérselo contado. ¡Es decir, no es algo que uno vaya contando por la vida, y mucho menos a tus secuestradores!

— Bueno, digamos que yo lo induje.

— ¿Puedes ser más claro?

— Cierto, eres una humana y no sabes de nosotros.

— ¿Ustedes?

— Me alimento de los sueños eróticos. Ayer induje tu sueño con Malcolm, y me alimenté de él.

— Ah — exclamé, intentando comprender —, ya entiendo por qué soñé con él, sino no habría manera que yo sueñe con...

— No, no, no — me detuvo antes de terminar mi frase —. Yo no creo los sueños, sólo los provoco a partir de tus propios deseos. Lo que viste, es lo que en realidad deseas.

Abrí la boca con sorpresa y luego mis mejillas explotaron en rubor. Me sentí malditamente expuesta. Era cierto, no podía negarlo, sería un intento ridículo.

¿Deseaba a Malcolm?, por supuesto que lo hacía. Era muy atractivo, y nunca dejaba de tener ese algo que me llamaba, ese algo pecaminoso que atentaba contra mi débil humanidad. ¡Sí!, era un maldito que me había secuestrado, y si no fuera por él ahora no estaría aquí, pero... el deseo no es algo que podamos controlar. .

— Ahora dime por qué no pude entrar a tus sueños. Era como si algo me prohibiera la entrada, como si algo... — se llevó una mano al mentón a modo pensativo, como buscando la palabra correcta para decir — me rechazara — dijo al fin, convencido que era la correcta.

Sólo una idea pudo venirme a la mente. Ese algo que había rechazado a mi padre anteriormente, también pudo haber rechazado la invasión de Jared a mi mente. Llevé mi mano a mi dedo anular y lo envolví con fuerza, ocultando entre ellos el anillo. Debía ser eso, no se me ocurría nada más.

Jared miró mi mano y con intriga la señaló.

— ¿Qué ocultas ahí?

No supe por qué, pero no sentí ninguna hostilidad de su parte, así que supuse que estaba bien mostrárselo. Después de todo, ya todos en esa casa sabían de su existencia.

Retiré mis dedos, uno a la vez, hasta descubrir el anillo.

— Ah, eso... — dijo entre sorprendido y confuso —. Ahora tiene más sentido — y volvió a su anterior gesto de niño encaprichado —. Ahora no podré alimentarme de ti. ¡Qué ángeles!

— ¿Ángeles?

— Sí, es una expresión, es como el "¡Qué demonios!" de ustedes, sólo que decir demonios para nosotros no tendría sentido.

AngelusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora