Capítulo 10. Señor de Egipto.

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"Mi amor es único, tanto que no tiene rival,

es lo más hermoso que ha vivido"-Ramsés II, Tumba de Nefertari. QV66


La vida en la excavación se había vuelto un descontrol desde el momento en que el pequeño pedazo de joya con las letras de Ramsés y Meryatum había aparecido entre la arena aquella mañana de junio. Sin saber muy bien el porqué, Jimin se había sentido en la necesidad de contemplar cada cierto tiempo la joya, como si aquel pedazo de piedra azul lo llamase y necesitase protegerlo.

Por su parte Yoongi no paraba de observarlo y a cada minuto que pasaba sentía la duda disiparse. Jimin era demasiado parecido a Ahmet, el gran amor de su vida, aquel que nació entre las doradas dunas del desierto egipcio en 1261 y que murió tan joven. El mismo con nombre de príncipe a quien en su siguiente vida había visto en Grecia, leyendo frente a las ruinas de la Acrópolis, el bailarín pionero del mejor ballet estadounidense de los años 20, el chico lindo del tupé cantando en un bar londinense con una guitarra y unos pantalones negros estrechos.

El mismo chico de veintitantos,  a quien en su última vida había encontrado en el Louvre, enfundado en un largo abrigo beige, contemplando totalmente abstraído las esfinges del salón egipcio como si fuesen las obras de arte más valiosas del museo, sin saber que realmente la verdadera obra maestra de aquella sala era él; O al menos así era a los ojos de un joven rubio con nombre francés que atraído por su hilo invisible lo había buscado por vidas intentando acercarse a él y romper la maldición impuesta siglos atrás por el más poderoso y cruel faraón del Antiguo Egipto

-Lo vas a desgastar como lo sigas mirando así-farfulló Sammi una mañana mientras limpiaba delicadamente una pequeña estructura de piedra caliza con un pincel. Yoongi salió de su ensoñación y miró a la chica que ni siquiera lo estaba mirando.

-Sam, ¿Qué dirías si te digo que creo que he encontrado de nuevo a Ahmet?-preguntó el arqueólogo desviando la mirada de su objetivo. Sammi suspiró agotada y levantó la cabeza para mirarlo mientras ajustaba su sombrero y se quitaba el sudor de la frente.

-Pues mira, si fuese alguien normal y racional que no se creyese las historias de un chalado egipcio reencarnado en un arqueologo del siglo XXI, te diría que estoy llamando ya mismo a la policía para que te lleven-comentó risueña mientras dejaba todo lo que estaba haciendo y se colocaba en una posición más cómoda sentada sobre la arena. -Pero soy tu amiga y debo estar tan chalada como tu si estoy aquí buscando a un príncipe perdido del que llevas siglos enamorado, así que...soy todo oídos, pero avísame si me va a dar un infarto para al menos tumbarme o algo-añadió mientras rebuscaba entre su bolsa y sacaba un termo metálico de agua fría.

-Eres una exagerada-objetó Yoongi arrodillándose a su lado para que no los escuchase toda la excavación.

-¿Y bien?-preguntó curiosa y frustrada al mismo tiempo.

-Es Jimin-soltó el chico sin más preámbulos.

Sammi se atragantó con el agua que estaba bebiendo y comenzó a toser expulsando agua a diestro y siniestro mientras todo el mundo a su alrededor los miraba y Yoongi abría los ojos intentando dar golpecitos en la espalda a su amiga para que pudiese respirar. Tras unos segundos en los que tuvo que recomponerse, la chica miró a su amigo como si lo viese por primera vez.

-Tu definitivamente has perdido la cabeza-aseguró la chica en un susurro limpiándose el agua que le escurría por la barbilla mientras intentaba respirar sin ahogarse de nuevo.

-Sabía que ibas a decirme eso, pero escúchame-contestó el chico cruzándose de brazos a su lado.

-Soy todo oídos Yoongi, ya lo sabes-afirmó ella dejando caer sus hombros.

Whispers in the Sand// YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora