Capítulo 19. Fénix.

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Jimin se había derrumbado muchas veces en su vida, pero aquel día sintió el mundo tambalearse bajo sus pies como si un terremoto de gran escala sacudiese su vida sin remedio.

Allí en medio del desierto, con la única compañía de las hermosas e impasibles dunas egipcias, Jimin lloró sintiendo un dolor en el pecho que no paraba de asfixiarle. Un príncipe egipcio, una reencarnación. Su mente daba vueltas y vueltas con cada escena que acababa de protagonizar minutos atrás, luchando por entender como era posible todo aquello, como él, un joven de Corea podía ser aquello que Yoongi afirmaba.

Miró su cicatriz sentado en la arena. La fina linea blanquecina que apenas se veía antes ahora estaba rojiza y palpitante en su mano, la misma mano que ahora era adornada por una joya milenaria y preciosa que le compungía el pecho cuando la mirada.

Llevó su mano izquierda al anillo y sin saber muy bien que sentir lo agarró de su base para deslizarlo por su dedo y quitárselo, pero un calor intenso le abrasó y el anillo se aferró más a su dedo. Lo dejó por imposible y se limpió las lágrimas de sus mejillas que brotaban sin parar por la frustración y la gran mezcla de sentimientos.

Débil y enfermo como se sentía, su mente viajo hacia su madre y las lágrimas se acrecentaron cuando se paró a pensar en lo mucho que echaba de menos sus cálidos abrazos y sus sabias palabras en momentos como aquel.

–Eres un fénix, Jimin, resurges de tus cenizas-le decía siempre. Jimin solo era un niño entonces. Se secaba las lágrimas y volvía a coger su maletín de dibujo para volver a asistir a sus clases. Y así fue durante años, día tras día y semana tras semana. Luego creció, su madre enfermó y un día oscuro de Octubre, murió.Él dejó las clases, porque aunque era un fénix, también tenía derecho a llorar y aquello le recordaba demasiado fuerte y demasiado doloroso, que su madre jamás volvería a dibujar a su lado. 

Durante años no volvió a coger un carboncillo, pero un día, un tierno Taehyung de diecisiete años, le pidió ayuda para hacerle un dibujo a su otro amigo Jungkook del cual su mejor amigo llevaba un par de años enamorado. Se sentó en la mesa del salón de la casa de su amigo y con manos temblorosas miró la pieza negra que esperaba a ser utilizada.

-Puedes hacerlo-animó Taehyung con ojos esperanzados. Recordó el rostro de su madre, con aquella sonrisa infinita y su manos se movieron solas, comenzando a trazar sobre el papel.

Jimin era un fénix, se sentía un fénix y todos a su alrededor habían visto lo valiente que era, pero aquel dolor que sentía en ese momento y que desgarraba su alma, era tal que no se veía capaz de soportarlo.

Nunca se había enamorado hasta ese momento. Sus relaciones anteriores habían sido cortas y demasiado fáciles. Aquello era un nuevo obstáculo. Uno alto y doloroso. Se había sentido en lo alto de la montaña con Yoongi, tocando el cielo con los dedos y en aquel momento se sentía hundido en el infierno, como si el solo recuerdo de tantos sueños y promesas le apretase los pulmones ahogándolo.

Recordó el festival de Kayinat Haya al que había asistido con Yoongi. Recordó las sonrisas, la ofrenda que hicieron a los dioses Isis y Osiris, como en el fondo de su alma Jimin había pedido que ese chico de mirada profunda y pelo rubio como el sol, con aquella bondad infinita, se fijase en él y correspondiente aquellos incipientes sentimientos que comenzaba a surgir por aquel entonces. Y recordó la promesa que le hizo, prometió no mentirle, incluso cuando ya le estaba mintiendo. Y él lo creyó. 

Sonrió cínicamente con las lágrimas secándose por el calor en sus mejillas y se levantó de allí sacudiéndose el pantalón de la fina arena que se le había pegado y contemplando a lo lejos la excavación. Se dio la vuelta y caminó en linea recta durante largos minutos para salir del desierto de Hadid mientras seguía atormentándose con los recuerdos y los sucesos anteriores.

Whispers in the Sand// YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora