"El Amor Que Nunca Me Diste, Te Lo Devuelvo a Pecho Descubierto"
Las campanas, las campanas de la Calle Rodríguez se podían oír retumbar a lo lejos. La niebla no dejaba maravillar a mis ojos con la imagen de la Iglesia Santa Ana y sus dos voluminosos campanarios de mármol. Puede que sea lo único de valor que haya en esta parte tan abandonada del barrio, me extraña que sigan sonando y que los habitantes no hayan robado las campanas, pero supongo que incluso en las partes mas cloacales de la ciudad sus habitantes pueden llegar a tener cierto respeto a aquello que aman y han jurado respetar como modo de vida. Me sorprende que el poder de La Estirpe de Abraham llegue hasta aquí, pero ahora que lo pienso tiene sentido, como crueles oligarcas hay que mantener a los que tienen mas probabilidad de rebelarse bajo la bota y yugo... Pero estoy seguro que cualquier otro dictador no dejaría morir a su pueblo de esta manera, los han habido mas carismáticos que estos tipos.
Siguiendo la carretera principal por la cual había empezado a caminar desde hace ya un buen rato giré a la izquierda justo en la esquina de una panadería que extrañamente me resultaba familiar, no recuerdo mucho de cuando vivía aquí pero se me viene a la cabeza el olor a pan recién hecho y... ¡creo que también el olor de una refinería de cerveza! Una pena que todos esos olores se hayan esfumado para dar paso a este nauseabundo regustillo a calle mojada y hojas de otoño podridas en el suelo, incluso en el campo ganadero donde vivía antes olía mucho mejor. Me metí por el callejón que daba pasó a la famosísima calle de mi niñez.
—Por fin, la Calle de las Cortinas de Humo —me dije a mi mismo mientras cruzaba entre los diminutos portales de las casas—¿Cómo no olvidarme de esta choza?
Paré frente a una puerta de color rojo vino muy oscuro, esta resaltaba un poco más sobre las otras, sobre todo por su aldaba decorada de cobre, la cual utilicé para dar unos ligeros toques a la puerta de madera. Esperé expectante durante unos segundos, hasta que por fin pude oír esos pasos tan familiares desde afuera, esos pasos que añoraba desde que me fui de este lugar y que he estado deseando escuchar estos últimos días.
La puerta se abrió lentamente, como si la abriesen con cierta precaución de encontrarse con alguien peligroso o no deseable en ese momento. De repente lo que empezó siendo un callejón oscuro tenuemente iluminado por mi lámpara de aceite, olvidado de la mano de Dios, se convirtió en un sitio tiernamente iluminado con unos matices amarillos acogedores que calentaban el cuerpo de cualquiera que estuviese cerca. La puerta se abrió por completo para darme el increíble vistazo de mi dulce abuela Aurora, que me observaba con ciertos ojos dudosos adornados con esas gafas tan pequeñas que tenía.
—Henry, ¿eres tú? —dijo con cierto temblor en la voz, con pintas de estar a punto de engendrar una cascada inmensa de lágrimas.
—Abuela... —exclamé suavemente, ocultando mis ganas de llorar.
Ahí estaba, como siempre había estado, con su pelo negro recogido en un moño enorme, su pose firme, sus sorprendentemente lujosos vestidos de faja que le hacían ver tremendamente joven y como no, su tan característico collar de perlas azuladas.
—¡Henry, por fin estás aquí! No sabes la cantidad de tiempo que he estado sin dormir, llevo esperando despierta desde que recibí tu carta, hijito mío —dijo sorprendida, acercándose a mis brazos para darme uno de sus abrazos tan cálidos y familiares—. Por las medallas de tu bisabuelo, que grande estás, mis manos ni siquiera llegan a tu cuello —dijo, trayendo un poco de su humor a la conversación.
ESTÁS LEYENDO
La Calle De Las Cortinas de Humo
Mystery / ThrillerEn una sociedad, donde la separación de especies está a la orden del día, uno nunca puede confiar en él que tiene al lado. En Janet's Harbour, capital de uno de los imperios mas grandes del continente leudante, una sociedad eclesiástica que separan...