Enfermo

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Las tardes son extremadamente tranquilas aquí, el cielo se llena de ese color rosado tan hipnotizante, como si de repente fuese a caer y dar bienvenida a la noche y, sin embargo, son las partes más brillantes de un día normal en Janet's Harbour. Mientras que la mañana y la noche son firmados por la densa niebla la tarde parece ser el único hueco del ciclo eterno solar donde podemos darnos el lujo de saborear los cálidos brazos de los rayos y las secas brisas del norte sin la humedad entorpeciendo nuestras veladas. Supongo que incluso en el infierno se pueden disfrutar de las pequeñas cosas... Incluso en mi caso, estando dentro de una morgue y rodeado de cuerpos corruptos de desconocidos. A muchos les pone nervioso la imagen de un lugar tan oscuro y frío como este, no voy a ser la excepción, no pienso ser el peculiar individuo que disfruta de la compañía de los muertos, pero sí soy alguien que agradece el silencio que estos me otorgan. Adoro el silencio, para una persona tan introspectiva como yo y tan perdida en sus pensamientos, el mero hecho de tener un lugar así para meditar sobre mi y el mundo es como ser artista y disfrutar de un lienzo en blanco.

Mientras pensaba en todo esto ya casi había terminado de drenar toda la sangre de un cuerpo al que recogerían mañana a primera hora. Mientras esperaba a que el proceso terminase observé encima de la mesa auxiliar al lado de la entrada al deposito los restos de migas de aquel almuerzo que me trajo el señor Hollows. Me pareció tan extraño por parte de alguien así, aunque pensándolo mejor siendo médico sabrá exactamente lo que pasa cuando los trabajadores sin comer se esfuerzan demasiado, no es cuestión de preocuparse, es cuestión de mantenerme trabajando sin pausas ni problemas por el camino que puedan entorpecer el trabajo.

—Termina por hoy. Espero que hayas ahorrado, la paga te la doy mañana junto con la que te corresponde ese día también —dijo el labrador entrando de repente al depósito sin avisar.

Hablando del diablo... Mira quien está aquí.

—Claro jefe, no es como si me haya gastado todas esas coronas en una sola noche —expliqué con sinceridad—. Todo lo que gano lo guardo con recelo ¿no os han enseñado eso en la iglesia?

—No soy de ir a esos sitios... —dijo a regañadientes al observar la actitud tan suelta y reveladora que salían de mis frases—. Yo me guío por el conocimiento y lo empírico, dejo los sermones a aquellos cuyo poder e influencia residen en los borregos que los siguen y adoran como salvadores.

Debo decir que a veces le da por sacar su vena artística y rifarse oraciones bastante profundas, aunque para mi sigue siendo como todos aquellos perros, ya sea movido por la ciencia o no, nada justifica comportamientos así.

—Interesante... —dije a secas y apartando la mirada para no avivar más su infructuosa llama artística.

Pude notar como se quedó mirándome por unos largos segundos para que mas tarde, sin palabra alguna, cerrase la puerta y me dejase las llaves de todo el edificio encima de la mesilla. Supongo que me toca a mi cerrar el garito. Y así hice, no más de media hora después ya había cortado todas las luces, encerrado todos los cuerpos y echado el "pestillo" a todas las puertas que daban a la calle. Al parecer Hollows se fue con prisa, dejó su reloj de bolsillo encima del mostrador de la entrada, ¿suele ser así de olvidadizo? No era de mi incumbencia pero mi curiosidad felina picaba mi consciencia, así que me acerqué y observé mas detenidamente el reloj. Era de un latón muy cromado, casi podía verme nítidamente reflejado en el, las  manecillas eran cómicamente delgadas mientras que las puntas, afiladas y precisas a la hora de marcar con exactitud los números, estaban bañadas en una sustancia que les hacía brillar tenuemente en la oscuridad. He escuchado sobre esto, creo que es esa nueva sustancia que llaman uranio, suelen utilizarlo mucho en decoraciones y demás accesorios, algunos locos dicen que es tóxico pero no se ha probado nada de eso.

La Calle De Las Cortinas de HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora