Salvado Por El Cazador

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"Fundes el amor y la necesidad en un mismo producto, eres esclavo de una simbiosis injusta que disfrutas degeneradamente"

¿Estoy muerto? Lo dudo... 

Un resplandor cegador de luz solar se colaba por los pequeños huecos entre mis parpados cerrados, generándome cierta incomodidad que me hizo gemir ligeramente. Intenté repetidamente abrir los ojos, me costó, claro está, pero pude divisar con la vista borrosa el interior en el que me encontraba. Todo parecía sacado de un cuento de damas y caballeros andantes, con muebles de lo más lujosos, paredes de una madera lacada bastante refinada, y cubiertas por un diseño exquisito; ventanales enormes que llegaban hasta el techo, y si me pongo a enumerar más cosas me faltaría tiempo para ello. Todo mi cuerpo se encontraba descansando sobre una cama individual bastante cómoda, con almohadas bien rellenas, colchones recién calentados y sábanas de una tela gruesa que insolaba bien el calor, aún dejando que el aire pasase a través de su superficie porosa. Mientras tomaba un vistazo rápido a mi cuerpo observé que vestía con una bata de seda blanca, con mis profundas heridas seguramente tratadas y vendadas con profesionalidad. En ese momento solo pensé en lo difícil que habría sido sacarme de ese infierno, traerme aquí, lavarme, tratarme y volver a vestirme otra vez, lo que me llevó a teorizar que seguramente habría sido Hollows, nadie en esta ciudad se molestaría en traer a un moribundo a su mansión, porque otra de las cosas de las que estaba seguro era esa, esto no era un hogar común, al menos en lo que refiere al gueto, lo que me hizo pensar que quizás me encontraba lejos de mi barrio... Nunca volví a casa esa noche, mis abuelos tienen que estar preocupados.

—Veo que has despertado

Una voz cálida, proveniente de una puerta recién abierta en frente de mi lugar de reposo, captó mi atención.

—Tendrás muchas preguntas —dijo la voz, que pertenecía a un perro pastor de pelaje mixto entre una variedad de canelos oscuros, y un beige acogedor a la vista.

Intenté hablar, pero mi garganta estaba seca como un dique.

—Deja, ya voy yo —anunció el perro pastor, acercándose a mi con un vaso de agua y un plato hondo, colmado de un estofado que humeaba por toda la habitación.

Aquel extraño cánido de ánima reconfortante caminó lentamente, como si no quisiese asustarme, hasta la mesilla auxiliar de mi cama. Colocó todo lo que llevaba justo encima de una bandeja cromada de plata que allí se hallaba.

—Lleva tres días durmiendo, necesita sustento —exclamó el perro.

Más de cerca aprecié su cara, y al igual que Hollows, este estaba equipado con unos ojos que petrificarían al más fuerte, ¿sería otro netopýr?

—¿Quién eres? —pregunté, queriendo saber el nombre de mi supuesto salvador.

El ser cánido, con una sonrisa de par en par, levantó la sábana de mi dolido cuerpo y procedió a acariciar los vendajes de mi hombro. Parecía que estaba tratando de inspeccionar mis heridas.

—¿Cómo me quieres llamar? —me respondió, con otra pregunta.

Mi confusión era claramente tangible.

—¿No tienes nombre? —respondí.

—Te diría que no, pero es que simplemente no recuerdo haber tenido nunca uno; por lo tanto, si eres tan amable, me gustaría que tú me dieses uno que pueda recordar —explicó el perro pastor, ejecutando sus palabras con aquel tono tan reconfortante.

La Calle De Las Cortinas de HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora