Zoila

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Se avecinaba una tormenta bastante horrenda, al menos es lo que pensaba, al ver desde la orilla cimentada del río aquellas nubes negras tan turbulentas en apariencia, cada rayo que lanzaban desde su interior iluminaba el cielo nocturno por largos segundos, llenando la niebla de nuestro gueto con ese color azulado eléctrico tan vigorizante. Esto nos venía perfecto, nadie en su sano juicio saldría a la calle con un vendaval tan violento, espero que valga la pena, no quiero llamar la atención con ese lanzallamas tan grande.

Mientras esperaba a Hollows, aproveché para sentarme en el filo de los bloques de cemento tallados, que separaban el agua del río con nuestro gueto, dejé caer mis piernas cansadas y las dejé colgadas.

—Hollows, ya estás tardando... —me dije a mi mismo para reconfortarme en medio de la oscuridad de la calle, sinceramente tenía miedo de que las Tropas Raven me pillasen a altas horas de la noche.

Al rato de estar perdido en mis pensamientos, y con mis ojos clavados en la constante agua en movimiento del río, noté como una luz intensa iluminaba mi espalda, humedecida por el ambiente. Al mirar atrás pude ver el carro de la morgue, aparcando cerca de un montón de cajas destinadas a uno de los atraques de pescaderos del muelle fluvial. Vi a Hollows, bajando de un salto, su peso me hizo notar las vibraciones que emitieron la caída. Es increíble como alguien con un cuerpo tan adecuado puede pesar tanto, si alguien no lo conociese diría que sus huesos están hechos de acero.

—Henry, cuidado con caerte, el suelo resbala -me advirtió el labrador, mientras caminaba hacia el remolque trasero del carro para sacar el lanzallamas.

—Los gatos somos buenos agarrándonos con las garras —le repliqué.

Hollows desveló la lona que escondía el aparato de guerra y lo agarró, caminando posteriormente hacia mi para equipármelo.

—Pensé que lo llevarías tú -le dije.

—No podría, está diseñado para ser llevado por especies un poco más pequeñas, el tanque de combustible no me cabe en la espalda -explicó Hollows, dándome a entender que ahora tendría que llevar ese cacharro a mis espaldas por todo el sumidero.

—Pues para ser diseñado para mi es bastante grande... —me quejé.

Sin decir nada más Hollows comenzó a equiparme el aparato, solo consistía en un tanque de combustible, más grande que una mochila de explorador, pegada a mi espalda y ajustada por unas correas, que rodeaban mis muslos. Todo esto estaba conectado a una especie de rifle con válvulas de seguridad.

—Ahora quieto, no toques nada, sobre todo no toques el gatillo —dijo Hollows, ajustando las válvulas ennegrecidas del rifle.

Es pocos segundos comencé a escuchar el combustible, pasando de un lado a otro a través de unas tuberías flexibles aparatosas que dificultaban mi movimiento. Hollows sacó su mechero personal y prendió una bayoneta pegada cerca de la boca del rifle, al parecer el aire envenenado con el combustible salía de la boca del rifle y mantenía la llama viva.

—Abraham, sálvame de esta... —me dije a mi mismo.

—¿Qué pasa, ahora eres religioso? —respondió Hollows, riéndose de mi ansiedad.

—Solo cuando estoy a punto de liarla, o cuando sé que me he metido en un lío —le reclamé.

—Bueno, ahora pareces todo un comando militar —dijo el labrador, orgulloso del trabajo hecho.

Suspiré para tranquilizarme y cerré mis ojos.

—Terminemos ya con esto... —le dije, deseando irme a mi casa ya.

Hollows cogió un revolver que tenía guardado con recelo en el asiento de su vehículo y me dirigió hasta unas escaleras que se encontraban pegadas a la orilla del río, estas eran muy estrechas y ni siquiera estaban equipadas con barandillas de seguridad, un paso en falso era lo suficiente para caer en el río y morir ahogado entre el frío, la tormenta que se aproximaba, y sobre todo, aquel equipamiento tan pesado.

La Calle De Las Cortinas de HumoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora