03 Pain

390 57 7
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Sentado en el sofá, Igor revisaba su teléfono móvil. Había perdido la cuenta de la cantidad de veces que había abierto la conversación de Carlo, quien llevaba días sin contestar a sus mensajes.

Desde lo ocurrido en la cárnica, el joven Gambino no había vuelto a ponerse en contacto con él. Tampoco le devolvía las llamadas, por lo que terminó preguntando a Jose y a Toni si sabían algo sobre Carlo, a lo que ellos contestaban con un simple: «está bien».

Saber eso no lo consolaba, pues el ciborg no podía quitarse de la cabeza la imagen de Carlo llorando. Su hermano fue a buscarlo justo después, hablaron y decidieron marcharse sin decir nada. Después de eso, no supo nada más del joven italiano y aunque no quería admitirlo, su ausencia era algo que le perturbaba bastante.

Frustrado, Igor decidió salir a los jardines. Observó el cielo que comenzaba a tornarse anaranjado, llevaba un par de días en los que no tenía mucho que hacer. La mafia estaba tranquila por el tema de pasar desapercibidos para el CNI, así que Igor había aprovechado para volver a ver sus películas favoritas en blanco y negro y descansar pero echaba de menos sus sesiones de tiros con Carlo... O hacer cualquier cosa con él, como ir al casino y ver cómo lo pierde todo.

Apoyándose en el barandal de piedra, Igor suspiró a la vez que cerraba sus ojos. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué no podía sacarse a Carlo de la cabeza? Él había sido modificado y criado para no sentir ningún tipo de afecto por nadie más allá de la lealtad a quien fue su «creador» y a quien se proclamase su «amo». Sin embargo, algo estaba cambiando en él y no sabía qué hacer al respecto.

— ¿Igor?

El aludido abrió los ojos al escuchar la voz de su nombre.

— Hola, amio Fedor.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó, posicionándose a su lado —. ¿Qué haces que no estás en la casa de Hai?

— No me gustia esa casa. — Igor se encogió de hombros —. Es muy grandie. Además, el amio está de viaje.

— ¿De viaje? ¿A dónde se fue ahora?

— A China.

— ¿Y no te llevó con él?

Igor negó con la cabeza.

— Me pidió que vigilasie a los trabajadores pero sin él aquí no hay mucho quie hacier.

— Entiendo. — Fedor se cruzó de brazos, admirando los alrededores de su casa —. Bueno, sabes que puedes quedarte aquí todo el tiempo que quieras, Igor. Mi casa es tu casa.

— Lo sé, amio Fedor. Y se lo agradiezco.

El ruso de barba blanca sonrió como despedida; quería volver a entrar en la casa para hacer sus cosas. Sin embargo, Igor lo detuvo.

Guerra ❇ CarligorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora