06 I love you - primera parte

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Una pequeña sonrisilla se dibujó en los labios del joven italiano, quien se hallaba escondido entre las ramas de la copa de un árbol lo suficientemente robusto como para aguantar su peso y el de su arma. Sus ojos azules vigilaban a su contrincante en aquel «juego», quien caminaba entre la maleza, buscándolo. Carlo tuvo que aguantar su risa al verlo hacer movimientos desorientados por no saber en dónde se encontraba. La verdad es que había escogido un muy buen escondite.

Respirando profundamente para poder concentrarse y no fallar, Carlo apuntó al ciborg. Aprovechando que se quedó quieto cerca de él, el joven Gambino decidió no dudar más y apretar el gatillo de su arma tantas veces como fuese posible hasta que su rival cayera al suelo.

— ¡Te tengo! — chilló Carlo de la alegría al ver que Igor se dejaba caer de rodillas al suelo. Esa era la regla: en cuanto una zona de tu cuerpo que no fuese los pies tocase el suelo, perdías la ronda.

— ¡Eres un cabrioncete! — se quejó Igor, volviendo a ponerse en pie y sacudiéndose la ropa. Se acercó al árbol en donde Carlo se encontraba, sin poder evitar reír al verlo en cuclillas sobre una rama —. ¿Pero cómio has subidio ahí? ¿Acaso eries un gatito?

Carlo se quitó su casco protector, dejando ver su rostro perlado por el calor. Le dedicó una sonrisa pícara al hombre de origen ruso mientras guardaba el arma en su espalda.

— Bueno, sé ronronear.

— A vier.

El italiano bajó de un salto, quedando cerca de Igor. Ambos iban vestidos con un estilo militar negro y unos chalecos que los protegían de los balines.

— ¿Cómo? — preguntó Carlo, algo desconcertado.

— Me has dichio que sabies ronronear. Igor quiere ver esio... A vier.

Carlo mordió su lengua, encantado con la actitud del ciborg. Se cruzó de brazos, arrastrando sus piernas hasta quedar muy cerca del ruso.

— Si quieres verme ronronear, tendrás que darme motivos para hacerlo.

— Ah, ¿sí? — Igor elevó sus cejas a la vez que ladeaba un poco su rostro, embelesado con los ojos oceánicos del menor —. ¿Y cómo puedio hacier esio?

— Bueno... — Carlo alargó la «e». Sin apartar la mirada del contrario, dejó que su lengua humedeciera su labio inferior. Igor trataba de disimular el repentino calor que abrasaba su pecho y rostro pero el italiano sabía que estaba jugando bien sus cartas y que iba a pillarlo desprevenido —. Hay varias formas.

— Dime unia.

Carlo volvió a sonreír; esas eran las palabras mágicas para llevar a cabo su plan improvisado. Con una expresión sugerente, el italiano acercó sus labios a los del ciborg, quien para su sorpresa no se alejó. Apenas podía correr un hilo de aire entre ellos, por lo que la tensión era palpable. Fue por eso que el pobre y aturdido Igor no se dio cuenta del movimiento de manos del italiano, quien había sacado el arma que guardaba en la pistolera de su cintura.

Guerra ❇ CarligorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora