Capítulo 36: Lealtad a la Corona

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El bosque que rodeaba Winterfell estaba tranquilo esa noche. En el frío aire del atardecer el único sonido que se oía era el del viento y el de algunas lechuzas en la distancia.

Ya no había soldados ni salvajes roncando o hablando, sólo silencio.

Sansa suspiró mientras se ajustaba las pieles que había envuelto a su alrededor.

Aunque le entristecía que su hermano y los hombres se hubieran ido a luchar, la tranquilidad era muy bienvenida después de los últimos meses de reuniones con los Señores del Norte, tratos con el Pueblo Libre y todos los preparativos para la guerra que se avecinaba.

Mientras estaba sentada en la oscuridad, con sólo las pieles para mantener el calor, miró la media luna, pensando en el momento en que todos se habían ido esa mañana.

Fue una despedida difícil; ver partir a Jon le recordó la última vez que habían dejado Winterfell, cuando ella, Arya y su padre fueron a Desembarco del Rey y Jon partió hacia el Muro, dejando sólo a su madre y a Bran en casa.

Se esforzó por ignorar la ominosa sensación de que la historia se repetiría una vez más, pero sabía que Bran también lo había sentido.

Aunque Jon no aparecía en su visión sobre la batalla que se avecinaba, Sansa podía notar que su hermano menor estaba muy ansioso. Cuando todos se fueron, el joven se dirigió de inmediato al Bosque de la Hierba, con la esperanza de vislumbrar lo que se avecinaba, tratando de averiguar cualquier cosa que pudiera ayudar a su ejército a derrotar al ejército de los muertos al que se enfrentaban.

Pero como se había perdido la cena de esa noche, Sansa sabía que no había descubierto nada nuevo.

Había sido la cena más tranquila que había tenido desde que volvió a Winterfell. Ahora que Jon, Davos, Tormund y todos los Lores se habían ido, sólo ella, Brienne, Meera y Arya habían estado en la mesa.

Arya...

Sansa volvió a suspirar, cerrando los ojos mientras pensaba en la niña.

La confesión de su hermana menor aquella mañana la había sorprendido, como mínimo. Había podido notar que había algo entre la reina y Arya, claro, pero hasta su última despedida aquella mañana Sansa no estaba del todo segura de qué era.

Sonrió con tristeza al pensar de nuevo en ello. El desahogo de su hermana, su rostro enrojecido, el beso apasionado... Sansa nunca había esperado que los sentimientos entre la Reina y su hermana menor fueran tan profundos, pero ver su despedida, su muestra de afecto, le había calentado el corazón.

Sin embargo, también le hizo doler el corazón después. Había visto la tristeza en los ojos de su hermana, incluso cuando intentaba bromear al respecto.

"Todo estará bien, Ar. Jon y Daenerys, ambos volverán a salvo..." Sansa sonrió y le puso la mano en el hombro, y aunque la hermana menor pudo notar que también había preocupación en sus ojos, asintió.

"Sí, estoy segura de que lo estarán. Tienen dragones y lobos huargos. No podrían hacerse daño aunque lo intentaran".

Sansa había sonreído al oír esas palabras, pero en el momento en que se giró de nuevo pudo ver cómo la sonrisa desaparecía del rostro de Arya para ser sustituida por una cara mucho más triste.

Era una cara que veía con más frecuencia a lo largo del día. Su hermana sonreía con la gente, pero de vez en cuando -cuando la muchacha creía que nadie la miraba, probablemente- Sansa veía que su sonrisa volvía a caer.

Un sonido sacó a Sansa de sus pensamientos y volvió a estar alerta rápidamente, mirando alrededor del oscuro bosque.

Nada... pensó para sí misma cuando su exploración de los alrededores iluminados por la luna resultó vacía. Estoy siendo paranoica... -Suspiró mientras se sentaba de nuevo, tratando de ponerse cómoda una vez más-. Por favor, Dioses, dejadme ser paranoica...

De lobos y Dragones //[danyxarya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora