Quince

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Me desperté cansada, ya que ayer me metí tarde por haber estado jugando con mi familia hasta tarde, pero valió la pena, nos lo pasamos muy bien

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Me desperté cansada, ya que ayer me metí tarde por haber estado jugando con mi familia hasta tarde, pero valió la pena, nos lo pasamos muy bien. Hacía mucho que no me lo pasaba tan bien.

Más tarde, estaba mirando mis redes sociales me llegó un mensaje inesperado del grupo de amigas, que decía:

- Lucy, hemos quedado para hacer una fiesta de pijamas, ¿te apuntas? - escribió Alejandra.

- Ok - escribí.

Mis padres se fueron a trabajar y mi hermano se fue a unas colonias del colegio que le habían apuntado mis padres, mientras yo preparaba la mochila de deporte con todo lo necesario para una fiesta de chicas. Cogí ropa de recambio, cargador de móvil y unas cuantas chuches. 

También antes de salir recogí todo para que mi madre no se enfadase y me diese uno de sus sermones. Abrí la puerta y con las llaves en mano cerré la puerta con llave del piso. Bajé las empinadas escaleras hacía la libertad, mejor dicho hacía la calle.

Me encontré con la mejor amiga de mi madre que como no, se paró a hablarme con su voz angelical. Era pelirroja y siempre llevaba su pelo largo y alborotado en un moño bien peinado. Tenía unos ojos verde saltones y como no, era una parlanchina, vivía en el mismo portal en un piso más arriba y muchas veces mi madre la invitaba a venir a nuestra casa. Ya andaba mal de tiempo, pues ahora más.

- Hola querida, ¿Qué tal? - me dijo la amiga de mi madre.

- Bien, ando un poco liada y... - dije intentando escabullirme.

- A bien, pues yo... - me contó.

Siguió hablando y hablando hasta que le llamó alguien al móvil y se tuvo que ir, qué alivio. Me caía bien, pero era un poco, bastante pesada.

Salí por el alto portal de cristal que me separaba de la calle. Me mezclé con la gran multitud que andaba por las calles hasta llegar a la casa de Alejandra, donde pasaríamos todo el día y la noche en una fiesta de chicas.

Iba a tocar el timbre de la puerta cuando se abrió la puerta del piso y dos chicas se abalanzaron a abrazarme.

- Hola Lucy. - dijeron las dos a la vez.

- Hola, ¿Cómo sabíais que estaba aquí?

- Se te oye tus pesadas zancadas desde China Lucy- dijo Vea riéndose.

Entramos las tres a la casa riéndonos a carcajadas. Al entran me entró un olor a palomitas con mantequilla, miré a todos lados y me di cuenta de que era una casa amplia y luminosa. Hacía mucho que no venia a casa de Alejandra. Las paredes eran blancas y lisas y en ellas se podían ver una multitud de cuadros. Los techos eran grandes, abovedados y en ellos sobresalían bigas de madera. El suelo lo cubría unos bonitos paneles de madera que recorrían toda la casa. 

Seguí a Alejandra hasta la sala común donde veríamos la peli. Nos sentamos las tres apretujadas en el sofá. La sala común era luminosa y todos los muebles eran nuevos y modernos. Enfrente del sofá se podía ver un gran armario blanco en el que se apoyaba un gran televisor negro. Cuando las tres nos acomodamos en el sofá, Alejandra cogió el mando que estaba en un cesto debajo de la mesita y tecleando unos segundos el mando puso la película de miedo. 

Al de poco de empezar la película, la madre de Alejandra apareció con unos grandes boles rebosantes de palomitas, galletas y chuches para comer mientras veíamos la película. La madre de Alejandra era alta y huesuda. Tenía el pelo marrón castaño y unos ojos negros como el azabache. Ella usaba unas gafas finas de color plata que le hacían sobresaltar los ojos oscuros que tenía. 

Después de una hora y media que duraba la película, las tres nos fuimos a la habitación de Alejandra donde jugaríamos a verdad y reto. Llegamos y detrás de mí Alejandra cerró la puerta de un golpe, que retumbó en toda la casa. 

- Venga, empecemos... - dijo Alejandra con voz misteriosa.

- Vale, empiezo yo. Elijo verdad - dije, mientras Alejandra y Vea se iban cuchicheando a una esquina a pensar en una pregunta para preguntarme a mí, que había elegido verdad.

- ¿Te gusta Hugo? Tienes que decir la verdad. - dijo riendo Vea.

- No me gusta, es mi amigo.

- ¿Seguro? - dijo Alejandra.

- Que sí, de verdad. - dije furiosa.

- No sé yo... - dijo Vea.

- Ay parar. Tengo que ir al baño, ahora vuelvo. - dije mientras me levantaba de un brinco y salía de la habitación.

- Sigue recto y luego a la derecha está el baño - me dijo Alejandra gritando.

Mientras Lucía iba al baño Alejandra y Vea no se lo pensaron dos veces y le mandaron un mensaje a Hugo como si fueran Lucía, ya que se sabían la contraseña.

- Hola Hugo, ¿quedamos mañana a las 20.00, en el parque?

- Emm, vale.

A Alejandra y a Vea se les dibujó una sonrisa en la cara y se dijeron entre ellas:

- Le decimos a Lucía que quedamos mañana a esa misma hora en el mismo lugar, y luego no apareceremos y se encontrará con Hugo. - dijo Alejandra.

- Buena idea. - dijo Vea chocando los cinco con Alejandra mientras dejaban el móvil en su sitio para que Lucía no sospechara nada.










Cuando las estrellas se alineanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora