Un primer y frágil copo de nieve se posaba sobre la rama desnuda de un árbol fuera de un edificio aquella helada mañana de enero. En uno de los pisos de aquel mismo edificio en Malasaña, Aura ataba los cordones de la pequeña Olivia para prepararse para el primer día de clases después de las vacaciones de invierno.
Poco le había costado a la pequeña rubia acostumbrarse a la presencia de Aura los últimos meses desde que ella y su madre se habían mudado a su casa. No hay que engañarse, las niñas no se parecían en casi nada: una de ellas, eterna deportista y amante de ensuciarse, correr y sudar, mientras que la otra solo requería la corona para que le fuese dado un título nobiliario. Sin embargo, habían sabido acoplarse perfectamente la una a la otra, encontrando actividades las cuales podían compartir, siendo Aura, de repente, un enorme apoyo para Olivia, quien solo era tres años menor. Se habían ganado el afecto de la otra, y se habían vuelto muy amigas, siendo Olivia quien le ganó por cansancio a Aura, quien era algo más tímida y no estaba acostumbrada a la gente verborrágica como la pequeña. Aura estaba, sin dudas, encantada con la chiquilla, y había llegado a referirse a ella como su "hermanita" frente a sus amigas, eso sí, sin contárselo a nadie más.
Unos suaves golpes a la puerta de la habitación de las niñas y la rubia cabeza de Alba asomándose le llamaron la atención al par de crías, haciendo que Aura apurase su tarea. Alba, ante la visión de la pequeña de cabellos negros ayudando a su hija, sintió que el corazón se le derretía sin remedio y una gran sonrisa inevitable se le plantó en la cara. Cada día sentía que quería más a esa pequeña, casi como si ella misma la hubiese parido.
- Niñas, apuraos que se os hace tarde para ir al cole –murmuró dulcemente. Ambas cabezas asintieron y ella solo se tomó dos o tres segundos más para observarlas y llenarse el corazón de ellas y que le durase esa felicidad inocente por el resto del día.
Una vez que Alba se retiró, Olivia se apresuró a cepillar el largo y lacio cabello de Aura. Esa era otra de las actividades que habían encontrado para disfrutar juntas, ya que la mayor no solía peinarse porque no era lo suficientemente paciente para desenredar los nudos que se le formaban en el pelo al jugar y correr, y la más pequeña simplemente se había quedado sin nadie a quién peinar después de que su mamá se cortara el cabello y la titi Marina se había vuelto a Elche.
- Oye, Auda –dijo la más pequeña, en un tono mucho más sereno y discreto del que solía usar-. ¿Tú crees que mami Nat siga triste? –ante la pregunta, la mayor suspiró.
- Pues yo espero que no –respondió también bajito. Y de verdad lo esperaba, pues desde que se habían ido a vivir con Alba y Olivia, había encontrado en los ojos de su mamá un brillo de felicidad diferente a cualquier cosa que le hubiese notado nunca.
Mientras tanto, en la cocina, una alta morena terminaba de preparar las dos tazas de café cargadas para ella y para su rubia, y había recibido un beso de buenos días que le había alegrado por completo la mañana. No se acostumbraba, a pesar de que llevaban ya varios meses viviendo juntas, a la presencia de aquella mujer minúscula cada mañana entre sus brazos al despertar, pero no quería que dejase de ser así nunca. Los buenos días, amor provenientes de la voz ronca de Alba apenas abría los ojos eran su verdad absoluta.
Alba la miró con ternura cuando Natalia dejó sobre la isla un plato lleno de tostadas y un vaso de zumo de naranja, y supo de inmediato que algo sucedía. En la mirada de la morena había una ansiedad tonta, burbujeante, como si estuviese mordiéndose la lengua para no decir algo que quería soltar y que no debía, o quizás no sabía cómo. La conocía como a la palma de su mano, siempre lo había hecho, sabía leer y descifrar cada rasgo, cada pequeño detalle y secreto de aquella alta e imponente mujer con tanta facilidad que, aun después de años, seguía siendo tarea fácil.
Negó suavemente con la cabeza y le dio un corto beso en la mejilla antes de sentarse a desayunar y esperar a que sus hijas las acompañasen. No se les hacía tarde, la verdad, pero a las mayores les encantaba disfrutar los desayunos con las más pequeñas como si fuesen los momentos más valiosos de la vida; habían construido una pequeña familia y eran felices con aquello.
- ¿Y a ti qué te sucede? -inquirió Alba, alzando una ceja lentamente.
- ¿A mí? Nada, ¿por qué lo dices? -el tono nervioso de la morena la había delatado completamente.
- Nat, te conozco, te tiemblan las manos como cuando me pediste la primera vez que fuese tu novia, y estás hablando más rápido y chillón que lo usual -la morena hizo un puchero al verse atrapada, era verdad que no se le daba bien disimular, pero el poder de su rubia de reconocerla era trascendental.
- Jo, Albi, al menos deja que lleguen las niñas así os cuento a las tres, que pensaba llevaros a cenar esta noche y...
- Nat, no nos alcanza para ir a cenar, ya sabes que desde que te sacaron del hospital y con el aumento de los aranceles yo...
- Amor -la voz de la morena sonaba ahora muy serena-, mírame -exigió, colocándo su mano tatuada sobre la de su mujer-. Yo puedo llevarlas a cenar.
A Alba le tomó un momento, sólo un pequeño momento, comprender lo que sucedía. Desde que se había separado de Mikel, habían tenido que ser muy fuertes. Soportar los desplantes, las apariciones repentinas del hombre frente al portal de su edificio, gritándoles desde la calle, exigiendo los derechos sobre su hija, haciéndoles la vida imposible, e incluso logrando que echasen a Natalia de su trabajo. Aquello había sido un golpe bajo, Alba podía mantenerlas, pero se veía cada mes ajustada con los gastos y Natalia sentía que ella y su hija no eran más que un peso para la economía de la rubia. Lo había intentado todo para conseguir un trabajo, y Alba lo sabía perfectamente, pero la situación no era favorable y no lograba que la llamasen de ningún lado.
Sin embargo, en ese instante, la situación se hizo evidente a los ojos de Alba, que sonrió enseñando todos sus dientes y con un suspiro de alivio y felicidad. Los ojos de Natalia se cristalizaron en lágrimas y la más pequeña no tuvo otra opción que abalanzarse a los brazos de su amor y estrujarla contra su pecho para que, de esa manera, entendiese lo orgullosa y feliz que estaba con su logro.
- Me alegro tantísimo, mi amor -murmuró contra el negro pelo de su mujer.
- Jo, Albi, el viernes pasado me lo confirmaron y me mordí la lengua todo el fin de semana para no contártelo porque quería que fuese una sorpresa y...
- ¿Sorpesa? -la pequeña voz de Olivia acercándose las hizo separarse de su abrazo-. ¿Cuál sorpesa? -la niña, con ayuda de Aura, se subió a una de las banquetas y miró a sus mamás con los ojos tan brillantes que les entraron ganas de llorar.
- Ay, Oli, pues una muy guay -asintió Natalia, sentándose también junto con las niñas y su chica. El trío completo la miró con ojos ilusionados-. Y es que voy a ser vuestra nueva profe de música en el cole, ¿qué os parece?
Y esta vez, Alba sí lloró. Mientras las niñas aplaudían y daban su enhorabuena entre soniditos de emoción a Natalia, la rubia soltó un sonoro sollozo que no pasó desapercibido y fue consolado inmediatamente por tres pares de brazos que se ciñeron a su cuerpo inmediatamente. Ella hubiese deseado que los suyos mismos fuesen más grandes para poder acogerlas a todas. Su corazón estaba sobrepasado de emociones. Su chica, profe de música. De música. Como tanto había deseado años atrás.
No, igual no iba a ser una artista de renombre y no tendría discos de platino, ni cantaría en grandes escenarios, ni haría giras mundiales, pero se dedicaría a lo que la hacía más feliz, y Alba tendría el placer de ver aquella etapa tan deseada por la morena y acompañarla en aquel camino, de la mano, dándole todo el apoyo que siempre quiso darle.
Sí, aquella parecía una mañana cualquiera con la pequeña familia, pero era, indudablemente la mañana más feliz en mucho tiempo.
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La Pequeña Familia || ALBALIA
ФанфикAlba y Natalia se reencuentran años después de su ruptura debido a la inesperada colisión de una pelota de fútbol contra la cabeza de una niña. Ambas se encuentran con una versión de la otra mucho más madura, fruto de los incidentes que se han ido d...