Mientras Natalia peinaba el negro cabello de su hija, sus ojos se aguaron levemente al recordar lo pasado aquella tarde en el parque. Todavía lo repasaba en su cabeza, ¿había sido esa mujer, aquella pequeña rubia con una niña en brazos, Alba Reche? ¿O había sido todo producto de su imaginación?
- Mamá, estás llorando –murmuró la pequeña, observando a través del espejo que tenía delante cómo una solitaria lágrima surcaba el cansado rostro de su madre.
- ¡Qué va, cariño! –se apresuró a responder Natalia, secando rápidamente la lágrima de su rostro y dejando un suave beso en la cabeza de su hija- Listo, ya te puedes ir a acostar que mañana tienes entrenamiento.
- ¿Estás enfadada conmigo? –Aura se giró en su lugar para observar cómo el ceño de Natalia se fruncía por la confusión-. Por lo que sucedió en el parque –agregó la niña, y su madre le dedicó una sonrisa, negando con la cabeza.
- Sólo sé más cuidadosa, por favor, Auri, que parece que te estamos pagando el entrenamiento para nada –dijo Natalia, acompañando a la pequeña a su cama.
- Perdón –murmuró la niña, con sus enormes ojos chocolate clavados en ella. Natalia sintió que era muy afortunada de tener a aquella niña en su vida, que le hacía los días más ámenos y la llenaba de energía con su risa.
- No tengo nada que perdonarte, mi amor –le respondió, dejando un suave beso en su mejilla-. Buenas noches, mi pequeño sol, descansa.
- Buenas noches, mamá, descansa tú también –dijo la niña, que estaba siendo vencida por el cansancio.
Cuando Natalia salió de la habitación, rompió en un llanto silencioso. Agradeció que su marido estuviese trabajando para no tener que brindar explicaciones de nada, ya que no sabría qué decirle, y mentir no era uno de sus fuertes.
Se dirigió a su habitación y se sentó en la oscuridad, en el borde de la cama, mientras pensaba y repensaba aquel breve momento en el parque. Era ella, imposible habérselo imaginado, nunca podría imaginar esos ojos, su forma, su color, la manera en la que la guiaban al puente de su nariz y al inconfundible filo de sus labios. No había manera de confundir ese rostro, y menos cuando los años no lograban cambiarlo.
"Estaba tan preciosa como siempre" pensó, mientras se mordía el labio para contener un sollozo. Lo que menos quería era despertar a su hija con su llanto. Y, entonces, otro pensamiento la asaltó.
"Tiene una hija... y la llamó Olivia." El dolor que quería mitigar sólo se intensificaba de a momentos. Le había puesto a su hija el nombre que habían planeado para la hija que tendrían. Le había puesto Olivia, aquel nombre que tanto habían discutido años atrás para que combinase con los apellidos de ambas y que sonara armonioso. ¿Por qué Olivia? Quizás, y sólo quizás, por la misma razón por la que ella había nombrado a su hija Aura, para quedarse con una parte de ese amor que nadie pudiese arrebatarle.
Tomó su móvil, dudosa, y entró a su cuenta de Instagram, aquella que rara vez usaba y que estaba poblada de fotos suyas con Aura. Se dirigió al buscador y escribió el nombre de Alba, reconociendo inmediatamente su foto de perfil.
Con bastantes más fotos, más activa y con más seguidores que ella, el Instagram de la rubia estaba poblado de fotos suyas a solas, con su hermana, y con la pequeña niña de rizos dorados que había visto en el parque. Al entrar a ver alguna de ellas, meditó en el increíble parecido de la pequeña con su madre, y de paso, con su abuela.
Observó cada foto con cuidado, buscando de manera inconsciente algún indicio de pareja, pero no la halló.
"Ni novio, ni novia, ni nada." Se dijo, con un deje de tranquilidad. Sin embargo, hubo una foto que le heló la sangre: Alba, con su rubio cabello un poco despeinado, riéndose de quién sabe qué, sentada en un campo de flores y con una enorme barriga de embarazo. La descripción rezaba "Falta poco para conocer a mi pequeña semilla", y Natalia no pudo evitar sonreír con un poco de tristeza.
"Y pensar que ella nunca quiso un embarazo..."
Entonces, antes de salir del perfil de Ilicitana, Natalia sopesó sobre si debía seguirla o no. ¿Y s no quería saber nada de ella? No la había visto muy ilusionada en su encuentro en el parque, casi como si hubiese sido mala suerte que se viesen. Sin embargo, tampoco hubo mucho tiempo de reaccionar, por lo que sólo presionó el botón de seguir y luego dejó su móvil lejos.
"Espero que no me bloquee." Pensó, antes de levantarse y quitarse la ligera chaqueta de hilo que aún llevaba puesta, observando en la oscuridad un leve moratón en su brazo izquierdo. Suspiró y continuó para poder ponerse su pijama y meterse a la cama. Le esperaba una larga noche por delante.
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- Jo, mini, es que no sabes, se veía tan cansada... -Alba se encontraba sentada en la pequeña mesita para tres que tenía en su apartamento, con el portátil en frente y una taza de café en la mano.
- ¿Y estás segura de que era ella? –preguntó su hermana, sentándose de una vez en la silla frente a Alba, con una taza de té en la mano.
- ¿Cómo no va a ser ella, si está igual? ¡Que te digo que me llamó cariño! –la rubia comenzó a masajear su entrecejo. Entre la frustración con el trabajo y las insistentes preguntas de su hermana sobre el fugaz encuentro con su ex novia, sentía que en cualquier momento le explotaría la cabeza.
- ¿Y dices que tiene una hija con Mikel?
- A ver, yo supongo que será su hija, después de todo se parece a los dos la niña... aunque en realidad es la viva imagen de Natalia de niña. Pero él estaba ahí, y su hubieses visto su cara cuando le gritó –los ojos de Alba buscaron los de su hermana-, parecía una niña a la que acababan de regañar.
Marina cogió la mano de su hermana y comenzó a acariciarla suavemente con su pulgar. Se notaba claramente en sus ojos cómo le preocupaba lo que había pasado, aunque al inicio de la conversación había querido dejar en claro que "a ella le daba igual lo que pasara en la vida de Natalia Lacunza".
- Ay, tata, no te quiero decir que saques conclusiones apresuradas pero...
- Lo sé, igual es todo producto de mi imaginación y ella es tremendamente feliz en su casa con su marido y su hija.
- O puede que también tengas razón –agregó Marina, quien no se sentía en posición de abogar por la persona que había dejado a su hermana hecha pedazos, pero que tampoco quería restarle importancia a lo que su hermana decía haber visto.
- De cualquier modo, nunca lo sabré. Seguramente no la vuelva a ver.
- A ver, tata, eso no lo puedes saber, después de todo a Oli le encanta ir a ese parque y no estás segura de si ella lo frecuenta también con su hija. Quizás no te la habías cruzado antes porque no coincidían horarios de lo que sea, pero ahora que la peque y tú están de vacaciones, no sabes.
- Pero que la vuelva a ver no quiere decir que vaya a hablarle, o que ella lo haga, o lo que sea –sentenció Alba antes de darle un trago a su café.
- Ya, tienes razón –dijo Marina, encogiéndose de hombros con algo de pena.
"Ay, hermanita, si es que no hay caso contigo" pensó la menor mientras bebía un poco de té.
Alba, por su parte, intentaba concentrarse en su trabajo, pero le era imposible pensar en vectores y demás cosas cuando en su cabeza sólo se repetía la imagen de Natalia una y otra vez, su mano acerándose con sus tatuajes tan brillantes como los recordaba, su voz llamándole "cariño", y la manera en la que se volvió pequeñita ante el grito de Mikel.
"Por favor, que esté bien" pensó para sí misma.
Su móvil vibró y ella lo tomó rápidamente, recordando que había quedado en hablarle a su compañera de trabajo en cuanto tuviera su parte del proyecto listo, pero su boca se abrió sin su permiso al ver la notificación de Instagram.
"natalialacunza ha comenzado a seguirte."
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La Pequeña Familia || ALBALIA
FanficAlba y Natalia se reencuentran años después de su ruptura debido a la inesperada colisión de una pelota de fútbol contra la cabeza de una niña. Ambas se encuentran con una versión de la otra mucho más madura, fruto de los incidentes que se han ido d...