El amor y el arte de mi vida (FIN)

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- No puedo ir a jugar ahora, Neda, ¿qué tal si se ensucia mi vestido? –negó Olivia, pasando sus pequeñas manitos por la falda del pulcro vestido lila de raso y tul que llevaba puesto. Su amiga suspiró y volvió a sentarse en su lugar.

- Vale, ¿pero luego sí? –propuso con los ojitos brillantes. Una pícara sonrisa brotó de los labios de la pequeña Reche y asintió, haciendo que sus perfectos bucles ahogados en fijador para el cabello rebotaran repetidas veces.

- Venga, niñas, ¿por qué mejor no jugamos a una competencia de estar serias? Ya sabéis, es fácil, la primera que se ría, pierde –propuso Marilia, la tía de Neda y reciente amiga de la familia, al notar que ambas pequeñas llevaban ya un rato bastante inquietas y evidentemente aburridas. Quizás fue por eso, o por la misma expresión de picardía que compartía Marilia con las niñas, que ninguna se pudo negar a la proposición.

Junto a Olivia, una nerviosísima Aura jugaba con los bordes de la falda de su vestido, idéntico al de su hermana, a espera de su momento. Se sentía rara usando aquella prenda, no era algo habitual en ella, pero sus tías, tío y abuelos le habían asegurado que lucía preciosa. Le habían trenzado el cabello y colocado pequeñas florecillas en todo lo largo que era, un poquito de rubor, rímel porque ella lo pidió, y voila, toda una princesa. Sin embargo, el dolor de estómago y el cosquilleo constante en las manos la estaban haciendo desear que el tiempo pasase, aunque sea, un uno por ciento más rápido.

No podrían haber tenido más suerte, en verdad. Era una tarde noche preciosa, el sol levemente iba cayendo por detrás de la pequeña capilla blanca adornada con flores en aquel precioso jardín. Les había tomado meses decidir si sería al aire libre o no, pero los parques y espacios verdes habían sido un engranaje fundamental en su historia. Habían elegido los tonos lila para su decoración, mezclados con el típico blanco de aquellas celebraciones. La primera impresión que te daba al llegar a ese lugar era que estabas en el cielo.

Probablemente así se sentía Natalia, que caminaba de una punta a la otra del jardín mientras que Marta iba junto a ella intentando que se calmase. Con un paso algo más calmado pero con el mismo recorrido, Damion las perseguía con una botella de agua fría en las manos en el caso de que Natalia la llegase a necesitar. Y sí, la necesitaba, y recurría a ella cada un par de minutos mientras que una ofuscada malagueña le pedía que dejara de beber o se iba a mear encima.

Aura la miraba con una sonrisa, sabiendo que había ganado una apuesta, y admirando lo increíblemente guapa que se veía su mamá con aquel traje color uva y las pequeñas hebillas plateadas que llevaba en el pelo, el cual estaba cubierto de delicados bucles. Respiró hondo para calmar su propia ansiedad, y un balbuceo llamó su atención.

- Jope, Benja, porfa, tómate la fórmula que me ha costado muchísimo meterme en este vestido como para tener que airear una teta ahora –se quejó María, mientras mecía a un gordísimo Benjamín enfundado en un trajecito precioso, y que no paraba de dar falsas alarmas de llanto.

- Anda, Benja, hazle caso a la tía Mari –murmuró Aura, tocándole la pierna a su primo, quien pareció entender completamente bien el mensaje y comenzó a beber de su biberón con ganas.

- Por Dios, Auri, es que te voy a llevar a vivir conmigo de verdad –le sonrió la Mari con una expresión de alivio innegable. La niña ladeó la cabeza con una sonrisilla tímida, pero poco le duró antes de ponerse rígida en su asiento ante el sonido inconfundible de las trompetas nupciales.

Así es, hermanas, Alba Reche decidió caminar al altar con las típicas trompetas nupciales que todas conocemos, pues bien sabemos que, en el fondo, es una romántica irremediable. Casi tanto como lo es nuestra Nati. Bueno, sí, sí, no me echen, sigo narrando.

La Pequeña Familia || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora