13-Orlando y yo, ya nos conocemos.

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Toco la mesa de madera donde estoy sentada con las uñas de mis dedos, haciendo que un sonido molesto se escuche a mi alrededor.

Se preguntarán: ¿dónde rayos estoy?

Bueno, después de que el idiota de Alex me obligará a subirme al auto de Thomas, manejo por un largo rato donde lamentablemente me quedé dormida, minutos más tarde me hicieron bajar del auto y seguirlos a un "club privado". Y hago comillas, porque en realidad, es un local ilegal que queda a las afuera de la ciudad, un lugar donde los chicos menores de edad vienen a jugar, hacer apuestas y beber algun tipo de alcohol.

Lo peor fue que no me dejaron jugar con nada, ni con mi celular, Alex me lo quitó porque según él: "no quería que yo llamará a alguien y termine huyendo" «¡Por favor..! ¿A quién voy a llamar yo? Bueno, podría llamar a Kim, pero eso jamás se me hubiera ocurrido hasta que él lo mencionó. Y menos, se me hubiera ocurrido si tuviera mi celular para distraerme»

Alex solo me dejó sentada en una mesa lejos de ellos para que no pueda ir a molestarlos, pero al mismo tiempo la mesa quedaba a la vista de todos. Sabia que el amargado de Alex no quería perderme de vista. Las palabras que soltó antes de irse, fueron: "quédate aquí y no hables con nadie"

«¿Cómo si yo quisiera hablar con alguien de este lugar?»

Hace rato una chica muy descubierta me preguntó: ¿Por quién vas apostar? ¿Saben qué respondí? ¡Nada! ¡Porque yo no vine a apostar, vine obligada por dos idiotas!

Suelto un suspiro de frustración, mientras observo a Alex y Thomas jugar billar. Como si les pesara mi mirada, ambos giran a mi dirección. Hago un puchero con mis labios para que uno de los dos se apiade de mi y me lleven a casa, al ver mis intenciones, ambos sonríen, niegan con la cabeza, divertidos y vuelven a ignorarme, jugando billar.

«Ojalá ambos pierdan el juego...»

Si solo hubiera puesto atención a las calles o carretera en vez de quedarme dormida. Ahora estoy obligada a quedarme aquí, porque si intento volver sola a casa, lo más seguro es que me pierda y dudo que alguien sepa donde buscarme.

«¿Será que el imbécil de Alex lo hizó a adrede? ¿Y me tiene aquí fastidiada para qué intenté irme sola a casa y me pierda en el camino? ¡Claro, eso es..! ¿Qué mejor forma de liberarse de mi? En vez de fingir un rompimiento, llorará, dirá que me perdí y así quedará viudo... ¡¿Pero qué diablos estoy diciendo?! Alex jamás haría eso... ¿o si?»

Muevo mi cabeza a lados como si eso ayudara a borrar mis locos pensamientos, mientras me abrazo a mi misma por el frío que hace.

Para mi mala suerte, parecía que iba a llover en cualquier momento y no había traído conmigo un suéter o algo para cubrir mi cuerpo o por lo menos, cubrir mis piernas que estaban descubiertas por la simple falda escolar.

Según mi malos cálculos, tenía más de media hora sentada en esta mesa y lo decía porque sentía mi trasero adormecido.

_¿Qué hace una chica tan bonita como tú en un lugar cómo este?_ esa pregunta sale de los labios de un chico que se sienta en la silla frente a mi.

El chico tiene sobre su cabeza una gorra blanca, pero se puede ver a los lados de la gorra su cabello negro y ondulado, su piel es muy bronceada, hasta parece venir de la playa, tiene ojos de color miel y unos labios gruesos y rojizos. Él está vestido con una chamarra blanca que cubre sus enormes brazos, pero se puede ver sobre su pecho descubierto un pequeño colgante en forma de cruz.

Muevo mi rostro a un lado, confundida.

_¿Nos conocemos?_ no pude evitar preguntar de vuelta. Se me hacia conocido.

"Entre Mentiras"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora