12.10.2022
Jessica Fernández
Mi casa parecía un centro de control hacker. Bueno, de hecho, prácticamente lo era. Los mejores hackers del mundo se encuentran aquí, en mi gran salón que ahora está lleno de mesas, sillas, ordenadores y frikis con gafas y esas cosas. Hay chicos y chicas de todas las nacionalidades, y llevan instalados aquí desde el 10 de octubre por la tarde.
Hice movilizar al mundo entero: Tripliqué la seguridad de mi casa, más cámaras por los alrededores, un considerable aumento de mi ejército personal y, como no, las personas que invaden mi casa, tanto para averiguar el paradero del castaño como para atender a esas personas en todas sus necesidades.
En dos días, llevo millones, pero eso no me importa ahora mismo. Mi patrimonio es mucho más extenso que eso.
Termino de bajar las escaleras mirando el que antes era mi salón. Ya estoy lista para salir a la reunión que tendría que haber ido Alex en aquél maldito día.
Paso a la cocina donde Clarisa, mi doncella, está terminando de cocinar unas verduras salteadas con carne.
—Señora—me saluda cuando me ve.
Termina de cocinar y me sirve un plato de verduras y carne. Como con un poco de prisa y salgo de la casa siendo bañada por la brisa del otoño y encontrándome a tres coches esperándome para salir.
¿Exagerado? No.
David me divisa al instante y le dice algo a los demás guardaespaldas que están esperando junto a los coches. Después se acerca a mí.
—Señora Fernández, el coche está listo—me avisa y yo asiento.
Subo al coche del medio y, seguido, todos suben a sus respectivos coches.
El camino hacia el lugar de encuentro se pasa más rápido de lo que me gustaría admitir, llevaba todo el viaje acariciando mi barriga por encima de mi vestido color vino de manga larga.
He de admitir que acariciar mi gran barriga es lo que más me tranquiliza en estos momentos. He llorado, como no, sigo siendo humana en lo más profundo de mí, por muchas cosas horribles que he hecho en mi vida. Y sigo teniendo sentimientos. Yo amo a Alex, ahora y siempre. Y tengo por seguro que él es el único que me puede hacer daño de verdad, solo él tiene la llave de mis barreras.
Enseguida puedo ver los muelles abandonados de New York, en estos hay dos coches negros de alta gama aparcados. No hay ningún hombre a la vista, al menos hasta que los tres coches son aparcados a unos cinco metros de los otros.
Un hombre calvo y bajo, con algo más de peso de lo que esperaba, se baja de uno de los coches, seguido se bajan dos hombres más, trajeados los tres. No tiene pinta que hayan muchos más hombres dentro del coche, por lo que no me sorprende.
No hay presupuesto para más.
Se bajan cinco guardaespaldas de los otros dos coches y yo hago lo mismo. Camino a paso lento por el pavimento negro que está mojado por la ligera lluvia que calló hoy en la tarde.
Mis tenis blancos resaltan en el suelo negro, al igual que mi piel en mi vestido sin escotes y bastante largo de falda.
—Señor Ramirez—saludo sin sonreir.
Mexicano, sí. Jefe de una pequeña mafia que está comenzando en New York.
—Señora Fernández—saluda él y noto algo raro en su voz.
Está nervioso.
—No creo que se ponga nervioso por la presencia de una mujer—digo mirando el cielo donde está apunto de caer el sol.
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La reina del Infierno ✔️
Acción[COMPLETA] Libro #2 de la Bilogía Legado NO LEAS ESTE LIBRO NI ESTA DESCRIPCIÓN SI AÚN NO HAS LEÍDO EL PRIMER LIBRO Bilogía Legado: La víbora Roja (Completo) La reina del Infierno (Completo) ¿Qué hay más peligroso que una mujer en busca de venganza...