-8

345 55 81
                                    

Todo Milton estaba en nuestra contra.

Nadie nos hablaba, pero todos parecían estar hablando de nosotras todo el tiempo. Lo único de lo que me arrepentía era de que las chicas tuviesen que pasar por aquello, si alguien lo merecía, era yo, no ellas.

Tomar una decisión puede ser arriesgado. No tienes la certeza de saber si has hecho lo correcto o si por el contrario has empeorado la situación. En ese momento no fui consciente de que cuando se trata de ellos, siempre hay consecuencias.

Y suelen explotarte en la cara.

—Alice.

Mary entró en nuestra habitación con el semblante serio que siempre atisbaba malas noticias.

Suspiré, acercándome a ella.

—Esto es inadmisible—Mary se movió de un lado al otro de la habitación, cabreada—. Vuestros compañeros deciden hacer un homenaje a Maggie y a vosotras no se ocurre decir otra cosa que era una persona complicada, que os humillaba y os despreciaba.

Claro, una versión de la historia siempre tiene más peso que la otra.

—No es justo, Mary—se quejó Kate, indignada—. No sé quién te habrá contado esto, pero te aseguro que no es...

—No—la detuvo alzando la mano para que se callase—. Estoy cansada de oír excusas. Me lo han contado vuestros compañeros, y prácticamente todos dicen que eso fue lo que pasó.

— ¿Y no podrías habernos preguntado primero?—preguntó Lisa indignada. —. Sobre nuestra versión de los hechos.

—Basta, Elisabeth—Mary suspiró sentándose en una de las sillas—. Sé que tú lo has pasado especialmente mal, pero Declan, Devon y Axel tuvieron un gesto muy bonito con vosotras, lo mínimo que podríais hacer es disculparos.

La hostia.

Aquello sí que era bueno.

—Ni de broma—se negó Jane riéndose—. ¿Lo dices en serio, Mary? ¿Un gesto bonito?

—Lo hicieron para humillarnos, Mary.

Todas miramos a Grace, que apretaba el vuelo de su vestido con rabia.

—Niñas—nos llamó Mary pacientemente—. Comprendo que estéis algo alteradas, pero después del espectáculo del viernes, solo os pido que os retractéis.

Todas nos miramos alternativamente, ni si siquiera tuvimos que pensarlo.

—No vamos a disculparnos.

Mary se levantó mirándonos con cierta decepción. Me dolía pensarlo, pero no es justo.

—Entonces estáis castigadas—caminó hacia la puerta, girándose una vez—. Limpiaréis el comedor tras la cena durante una semana.

—Joder—exclamó Jane cuando Mary cerró la puerta—. Estoy harta de este puto internado.

— ¿No lo veis? —nos preguntó Sue, encogiéndose de hombros con desdén—. Siempre vamos a acabar perdiendo.

—Lo siento—susurró Grace, mirándome con tristeza—. Si no hubieses salido a defenderme, nada de esto habría pasado.

—Quizás podrías hacerlo tú sola de vez en cuando—la criticó Sue—. Alguna vez tendrás que aprender a lidiar tus propias batallas sola, Gracie.

—Sue—la regañó Lisa.

—Tiene razón—musitó asintiendo con la cabeza—. No podéis defenderme siempre.

Sue suspiró, acercándose a ella para abrazarla.

—Lo siento, Gracie—se disculpó arrepentida—. Es que todo esto... Es demasiado.

El hilo rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora