II. Alan

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Se despertó cuando Rima ya se había marchado. Ya iban varios días que ni siquiera tenía tiempo de hablar con ella. Ella se marchaba temprano al trabajo y para cuando Alan regresaba del estudio, ella ya estaba dormida.

Sabía que la relación estaba deteriorándose, faltaba comunicación y lamentablemente, parecía no haber tiempo para hablar de ambos. Dejó de lamentarse y salió de la habitación para dirigirse a la cocina, tomó una botella de yogurt y la bebió casi de un trago. Se sentía cansado, incluso un poco triste. Tal vez la depresión estaba volviendo, aunque no entendía por qué. Ya tenía el reconocimiento y el éxito que tanto ansiaba, ya contaba con múltiples proyectos, incluso había conocido a varios de los talentos que lo inspiraron en su carrera, ¿Qué le faltaba?

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido del buzón abriéndose, se asomó por la ventana, y era el cartero. No era Richard, que desde hace 2 años les entregaba la correspondencia, si no que era una persona (no alcanzaba a distinguir si era un hombre o una mujer) de apariencia joven y piel morena. Alan salió para recoger el correo cuando la persona todavía estaba ahí.

—¡Buenos días, señor Rickman! —saludó con una melodiosa voz

Alan sonrío, no extrañado de que lo conocieran, la gente ya era capaz de reconocerlo en la calle.

—Buenos días... —hizo una pausa para esperar que la persona le dijera su nombre.

—Haniel, señor.

Haniel sonrió y Alan con él. Tenía rasgos andróginos y su complexión era delgada. Alan notó que también tenía un collar con un dije color Esmeralda. Quizó preguntar de dónde venía su nombre, pues nunca lo había escuchado, y pareció que Haniel lo entendió.

—No soy de estos lares, señor. —Alan lo miró confundido, tenía un perfecto acento londinense como para no ser inglés. —Estoy cumpliendo un encargo de mi padre, y por el momento decidí tener éste trabajo, Richard fue amable en aceptarme como su reemplazo, ¿Sabe?

Alan sonrío de nuevo. Haniel parecía ser muy entusiasta y eso le agradó.

—Bueno, Haniel. Bienvenido a Inglaterra, espero que tengas una buena estadía aquí.

Haniel sonrió, le entregó la correspondencia, una sola carta, por cierto, y se despidió.

Alan entró a su hogar y se fijó en el remitente era, ¿MacFadyen, Doreen de Nottingham? No conocía a alguien llamado así, aún así, abrió el sobre, que en realidad era solo una hoja doblada y comenzó a leer.

"Idiota" pensó cuando terminó de leer, y se recriminó él mismo con una risa. Ahora, por su culpa, uno de los dos chicos mencionados seguramente tendría un dolor fuerte en el trasero.

Se dispuso a contestar a la chica, escribió una carta expresando sus disculpas, la guardó en un sobre en el cuál anotó los datos necesarios y la depositó en el buzón. Tenía que contarle ésto a Ruby, se partiría de risa. Afortunadamente, era su día libre, así que tenía tiempo para visitar a su amiga antes de que Rima volviera del trabajo, ella también se partiría de risa por su descuido. Alan se vistió para salir, guardó la carta de Doreen en el bolsillo de su pantalón y salió de su casa, todavía avergonzado con la chica desconocida.

—Ruby, soy un idiota. —dijo Alan con una sonrisa cuando su amiga le abrió la puerta de su hogar.

—Eso ya lo sabía, Al. —ambos rieron, se saludaron y ella lo invitó a pasar. Max estaba dormido en la sala y Madeline se encontraba en una sillita alta, las indicadas para los bebés.

—Sí, pero ésta vez de verdad soy un idiota. Ayer escribí una carta, que en un origen estaba planeada para ti, supongo que escribí mal la dirección o que el nuevo cartero no entendió mi caligrafía y fue entregada a una pobre chica de Nottingham.

Words (Alan Rickman) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora