La mujer más Bella

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Kaoru soltó un gruñido. Desde que empezaron a caminar por el pueblo, los hombres no hacían más que chiflarle y decirle piropos. Algunos eran incluso inapropiados.

–¿Así son con todas aquí?– le preguntó a Joe.

–Con la mayoría– se encogió de hombros.

Iban junto con Reki y Miya, quienes sólo estaban jugando a no pisar las rayas de la calle.

El menor soltó una carcajada –Reki tiene novia– señaló el pie del adolescente.

–Bueno fuera– contestó este con una risita –Oigan ¿Y ustedes cómo se conocieron?– miró a los adultos.

–No creo que esa sea una historia apta para que Miya la escuche– dijo el pirata. Así recibiendo un golpe por parte del pelirrosa.

–No les hagas creer que soy un, quiero decir, una cualquiera– lo regañó.

–Solo bromeaba– se sobó –Las mujeres no suelen ser tan agresivas– frunció el ceño.

–Pues en ese caso no planeo ser una mujer humana tradicional– se cruzó de brazos.

–¿Mujer humana? ¿Así hablan los americanos?– arqueó Reki una ceja.

Kaoru se sobresaltó. Debía aprender a ser más discreto.

–Algunas– mintió.

Miró de reojo como un hombre felicitaba a Joe.

–Mas te vale que no te haya felicitado por lo que creo que te estaba felicitando– le dijo.

–Piensa lo que quieras– le respondió.

–¿Es que acaso para ustedes las mujeres son una propiedad?– gritó.

–Oye, te estoy haciendo un favor. Si ellos creen que estás conmigo no te coquetearan–.

–No deberían hacerlo por mero respeto a mi persona–.

El peliverde hizo una mueca –Reki, adelántate a la casa con Miya. Yo tengo cosas que hablar con Cherry– dijo con una expresión que asustaba al pelirrojo.

Obedeció.

–Mira, no me importa que tan moralmente adelantada esté tu gente de acuerdo. Aquí seguimos en el siglo dieciocho y no en el... no sé, veintiuno–.

–Siglo veintiuno, que tontería– giró los ojos –Con razón son tan repulsivos. No son más que un montón de egoístas–.

–¿Se supone que eso es un insulto?–.

–El peor en todo el mar– contestó.

Joe consideró contestar, pero en vez de eso solo soltó una risita.

–De acuerdo, Kaoru, te explicaré la situación. Aquí en tierra, los hombres son unos cerdos y las mujeres unas putas. Triste pero cierto– fingió un puchero –Tenemos una misión, y esa es encontrar a tu dichoso príncipe. Algo que será difícil si tienes a tantos hombres a tu alrededor–.

–¿Y qué? ¿Crees que me voy a creer que debo fingir salir contigo para que me dejen en paz? No soy un idiota. Te encanta la idea de que crean que sales con una chica linda–.

–Eso no es lo que quiero– respondió –Más que nada por Miya, no quiero que piense mal ¿Entiendes?–.

–¿Y tu esposa?–.

Se mostró incómodo con esa pregunta –Nos dejó hace un tiempo– se formó un nudo en su garganta.

Por primera vez durante su tiempo juntos, el rostro del tritón se ablandó.

–Lo siento mucho– murmuró –No tenía idea– se tomó por la muñeca.

–No te preocupes– susurró –Te seré cien por ciento sincero, no me agradas y si por mí fuera estaría lejos de ti–.

–Que encantador– bufó –Aunque el sentimiento es mutuo. Insisto en que me dejes ir–.

Soltó una carcajada –Bueno chiste. Tu monarca es el mejor dinero que conseguiré nunca. Si juego bien mis cartas podré retirarme, estar con mi hijo y darle la vida que se merece–.

–Si tanto lo deseas ¿Por qué no me vendes a mí?–.

–Oh, Kaoru– lo tomó por el mentón –Eres hermoso, pero todos saben que la realeza del mar posee un encanto superior a cualquier cosa. Cuando sepan que eres solo un simple guardia tu precio bajará–.

–No me toques– se zafó.

–Tú quieres irte y yo una buena vida para mi hijo. Si cooperamos más rápido cumpliremos nuestras metas–.

–Ya veo que eres capitán– sonrió –Le haces creer a la gente lo que quiere, pero realmente no tienes idea de nada– se acercó a él –Sin embargo, respeto el poder de manipulación. Entonces haremos esto. Dejaremos que la gente crea lo que quiera sobre nuestra relación. Pero si alguien pregunta, me das asco–.

–Tenemos un trato entonces– le tendió la mano.

El tritón la estrechó con singular entusiasmo.

Caminaron hasta la casa del peliverde. Los piropos pararon después de que Kaoru se dejó tomar la mano por Joe.

Odiaba admitir que se había equivocado.

Al llegar, Reki y Miya ya los estaban esperando. El pelinegro corrió a los brazos de su padre para poder jugar.

Fue cuando el pelirrosa descubrió que Joe llevaba cuatro meses en el mar. Y ni siquiera había encontrado algo valioso que poder vender. Nunca se imaginó que ser pirata pudiera ser un trabajo tan complicado.

Se ofreció a hacer la cena para esa noche. Pero, cuando el mayor se dio cuenta de su torpe habilidad para cocinar, lo echó de la cocina. Lo cual ofendió bastante al príncipe.

A la hora de dormir, fue esposado a la cama. Para así evitar su escape.

Tardó en poder conciliar el sueño. Sabía que no podría mantener su mentira por mucho tiempo. Debía encontrar la manera de escapar rápido.

Un ronquido interrumpió sus pensamientos. Miró al peliverde a lado de él y soltó una risita.

Ya tendría tiempo para preocuparse por eso mañana.

El Rey TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora