¿Y Miya?

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Kaoru miraba perplejo la hoja que le había sido entregada hace unos segundos por Miya. La ortografía y letra no eran lo mejor, pero el mensaje estaba claro.

“Kontrato para ser mi madre

Por medio de este docunento le ago la proposision de bolverse mi nueba mama.

Lo ke debe acer es darme kariño, kantarme canciones de cuna y degarme dormir contigo cuando me d miedo.

A kambio resibiraz amor y kariño

Firma aquí”

Tragó saliva y lo miró.

–¿Tu padre sabe sobre esto?– preguntó finalmente.

–No es importante, cuando lo firmes serás legalmente mi mamá y él no puede oponerse–.

–Miya, yo… Soy un hombre, no puedo quedarme con ustedes–.

–Sí, puedes– lo abrazó –Yo no diré nada–.

–¡Miya, no soy tu madre!– gritó –Y nunca voy a hacerlo. Tu papá y yo no nos agradamos y si no fuera por mi mentira él incluso ya me hubiera vendido. No somos una familia. Y enserio lamento que lo hayas entendido así–.

Le dolió decirlo. Pero sabía que debía acabar con el cariño del niño hacia él y viceversa.

–Está bien– bajó la mirada y corrió hacia su cuarto.

El pelirrosa se dejó caer sobre el sillón.



Mientras tanto, en la casa de Reki, Langa cantaba feliz mientras cocinaba.

Masae, la madre del pelirrojo, había quedado encantada con Langa y el cariño que le tenía a su hijo.

–Ya salió otra tanda de panqueques– anunció mientras los servía.

Las gemelas soltaron un grito de emoción y empezaron a servirse.

–Te conseguiste un buen chico, cariño– susurró su madre a Reki –Ya quisiera yo que tu padre fuera así de atento– rio.

El chico se sonrojó –Vamos, mamá, ni siquiera estoy seguro de gustarle enserio a Langa– se rascó la mejilla.

–¿Y él a ti?– lo miró coqueta.

–Bueno, eso es obvio ¿No?– incrementó su sonrojo –Es lindo y atento y lindo– suspiró –De todas maneras, no se puede. Somos dos hombres. El pueblo jamás lo aceptaría–.

–Pues váyanse del pueblo– soltó –No te tendrías que preocupar por mí, tengo a tus hermanas. Koyomi ya cocina mejor que tú– se burló.

–¡Oye!–.

–Reki– se acercó Langa –Te hice esto– le acercó un plato.

Se trataba de un desayuno decorado. Los hot cakes tenían forma de corazón y había bayas alrededor. Además de una flor de Tsubaki decorando encima.

–Es tu flor favorita ¿No?– preguntó.

–Sí– le sonrió –Gracias, Langa–.

–No me agradezcas, lo que sea para mi cariñito– besó su mejilla.

Reki nunca se había imaginado cómo sería el empezar a sentir esas mariposas en el estómago. Ese sentimiento de nerviosismo al tener a esa persona especial cerca. Amaba cuando besaba su mejilla, el calor que esta acción le brindaba. Incluso cuando tomaba su mano era mágico. No eran las más suaves, pero de todas maneras adoraba esa textura que manejaban, pues eso las hacía únicas y hermosas para él.

El Rey TritónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora