CAPÍTULO 10

79 12 8
                                    


Samantha Johnson

—¿Pudiste hablar con ella? —pregunta Mia.

Nos encontramos en mi oficina, hace unos minutos llegue a la central.

—No, ayer le marque unas cinco veces pero no respondió, de seguro estaba ocupada en el trabajo.

—Yo le envié un mensaje pero no lo respondió.

—Debe estar ocupada, luego la llamo.

Ella deja la carpeta que tiene en sus manos sobre mi escritorio.

—Estás son las nuevas coordenadas, fotos y nombre del lugar donde esta hospedado Nikolay Ivanov —abro la carpeta viendo las fotos— Se cambio de hotel el día de ayer, aprovecho el momento debido a que los domingos son para pasarlos en familia, no había mucho movimiento y supo como trasladarse.

El teléfono fijo suena y tomo la llamada.

Teniente Johnson, el Coronel Smith solicita permiso para entrar.

Tapo el altavoz del teléfono.

—¿Desde cuando pide permiso para entrar a mi oficina? —pregunto extrañada.

—¿Quien es? —pregunta Mia curiosa.

—Aarón, le pidió a mi secretaria anunciarse para entrar a mi oficina.

—No lo dejes entrar, que se encule —dice ella sonriendo.

Desde el festejo en el bar que no hablamos, luego de que me dejase en mi apartamento no atendí sus llamadas y ni me moleste en responder sus jodidos mensajes.

—Es mi Coronel, ¿Cómo no voy a dejarlo entrar.

Teniente Johnson, ¿Me escucha? —dice mi secretario.

—Si Alan, lo escucho. Déjalo pasar.

Dejo el teléfono en su lugar.

—¡¿Estás loca?! —susurra Mia.

—¡Cuando él entre te vas! —susurro también.

La puerta es abierta, Aarón entra portando uno de sus tantos trajes elegantes, es de color negro, debajo lleva puesto una camisa blanca, se queda parado frente al ventanal que da vista al patio central.

—Luego le sigo informando sobre los últimos movimientos, mi Teniente —dice Mia conteniendo una sonrisa.

—Más tarde la mando a llamar para seguir con la investigación —o más bien con el chisme.

—Buenos días, mi Coronel —saluda Mia poniéndose de pie, le dedica un saludo militar— Permiso para retirarme, mi Teniente.

—Concedido, Sargento.

Mia se retira y siento como el pulso se me acelera.

—¿Qué se le ofrece, Coronel? —pregunto una vez que toma asiento frente a mi.

—Hola Sam, un café no estaría mal.

—¿En tu oficina no había?

—Es muy temprano para discutir, solo quiero un café.

De mala gana me levanto yendo hacia la cafetera, sirvo un poco en una taza y le agrego dos cucharadas de azúcar y un poco de leche.

Me acerco a él entregándole la taza junto al pequeño plato que acompaña el pocillo verde.

—Aquí tiene su café, Coronel —vuelvo a tomar asiento.

Un "gracias" no vendría mal cabrón.

PRUEBA MIS LÍMITESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora