West se sentó en aquella banca oculta entre las calles.
Miro el paisaje teñido de blanco y sintió el frío colarse por su campera polar.
Sus botas negras dejaban marcas en la nieve y por un momento pensó que ella podría seguirlas y así encontrarse.
Tan mágico.
Tan estúpido de se regaño a sí mismo.
Nunca antes le temió o se sintió incómodo con lo que la soledad significaba. Pero ahí, en el frío, se dio cuenta que prefería tenerla cruda, tóxica y malvada que al invierno sin ella.
Sin más preámbulos encendió un cigarro, de preferencia Malboro y sonrió por el simple hecho de que el era el que se aferraba a una historia pasada.
A una historia que terminó.
Y no necesariamente con un final feliz.