Un escalofrío subió por su columna vertebral.
Aquel susurro quebrado proveniente de una voz casi muerta, inexistente.
Giro sobre si y la vio.
Pálida, frágil y consumida por si misma.
Se acercó a paso lento y cuidadoso de sus movimientos.
Ella lo miro a los ojos y el volvió a sentirse un niño otra vez. Sin saber que decir, sin saber como actuar.
Se sentó a su lado y no se dijeron nada.
Porque nuevamente sólo bastaba con la compañía del otro.
Sus manos empezaban a sudar y su pierna izquierda se movía con impaciencia.
No sabía que hora era, pero la Luna estaba en lo más alto de aquel cielo inundado en oscuridad.
El remojo sus labios, dispuesto a hablar, analizando sus palabras para decir lo correcto y no arruinar lo que para el era un momento perfecto.
-¿Recuerdas cuando me dijiste que te matara?- le pregunto ella de repente, el la miro con sus ojos bañados en dolor y nostalgia, dio un leve asentimiento que la impulsó a seguir hablando- Ahora yo te pido que me hagas vivir-pequeñas gotas de delineador corrido cayeron por sus mejillas mientras que los sollozos luchaban para mantenerse ahogados en su garganta.
-Aunque tú te fuiste, yo nunca te dije ir, jamas estuve preparado- guardo silencio y se voltio a verla- Pero a veces deseo no haberte conocido, y ahora después de que te encargaste de destrozarme ¿Me pides que te haga vivir?- ella agachó la mirada y permaneció callada, porque muy en el fondo sabía que se lo merecía- ¿Pero sabes cuál es la peor mierda?- continuo poniéndose de pie y levantando la voz- La peor mierda es que sabes que haría cualquier cosa por ti, sin importar cuánto mal me hayas causado, haría lo que sea y sólo tienes que mirarme con tus malditos ojos, no tiene que importar como ni en que estado te encuentres cuando lo hagas, ¡Mierda! Un jodido Universo cabe en tu pupila izquierda, mi vida cabe en tres de tus parpadeos y en una de tus sonrisas a medias. Yo lamentablemente estoy, porqué lo estás tú.
Ella le tomo la mano e hizo que se sentará a su lado, saco un cigarro del bolsillo de su campera y lo encendió, abrazo su brazo y apoyo su cabeza en su hombro mientras que el le quitaba el cigarrillo de los labios. Una calada el, una calada ella.
Como en los viejos tiempos, como en los momentos en los que, por más corto que haya sido, se amo la vida.
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