Propuesta

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Título Alternativo: La Cajita Feliz como el centro del Universo.

~*~

Rose estaba tan cerca.

Había llegado a pensar que sería francamente imposible ver nuevamente a su hija. Que no debería estar en Europa, siquiera. Que buscarla no podría ser tan sencillo o correcto. Se lo había planteado de esa forma después de haberse sentido tan miserable cuando despertó después de la bomba contra la mutamiceta. Habiéndose resignado a que eso era lo mejor para todos, especialmente para su pequeña. Por más que las ganas de ir tras ella fueran tan grandes, debía pensar primero en su seguridad. Que ella debía seguir su propio camino, crecer, y encontrar su lugar en el mundo sin él. Ya había sido demasiado y puede que volver de la vida no sea lo mejor. Pero eso no quitaba la preocupación sensata que tiene por ella. No sabía cómo estaba y qué era de ella. Si estaba creciendo como una niña normal o no. Si estaba haciendo amigos o si estaba yendo a la escuela siquiera como cualquier niño.

Todo era impreciso. Sólo tenía consigo las cartas que le escribió durante el tiempo en el pueblo cuando buscaron una salida contra la radiación. Pero más allá de eso, no tenía pistas de su familia. Supo dejarlos ir en un inicio, recordándose que eso era lo mejor que podía hacer. Por la seguridad de ellos y por la seguridad de Karl y la suya misma. Había tenido el tiempo suficiente para superar el luto de esa vida que nunca tuvo junto a su hija. El tiempo suficiente para superar a Mia y perdonar muchas cosas que mancharon su pasado. Todo con la intención de poder seguir adelante junto a Karl, de poder seguir con el plan y las promesas que se hicieron. Poder avanzar siempre hacia adelante, en su camino y encontrar lo que se habían propuesto a encontrar. Pensar en Rose era una dicotomía dolorosa, pero siempre le recordaba que tenía una esperanza allá fuera. Y estaba funcionando. De verdad lo estaba disfrutando. Todos esos años junto a Karl han sido experiencias que adoraba con tanta fuerza como era posible. Recuerdos que han enmarcado en tantas y tantas fotos instantáneas a través de los viajes que realizaron y viviendo las experiencias que las circunstancias le regalaban.

Estaba aprendiendo a vivir a pesar de tener el escozor de querer ir a buscar a Rose. A verla y abrazarla y no dejarla ir. Ella siempre sería su pequeña y preciosa niña. Su corazón siempre estaría añorando su compañía y buscando pensar en todo por ella. Estaba ese vacío que sabía que nunca se iría a menos de que lo busque llenar. El vacío de querer saber qué era de su hija. Qué estaba haciendo y si lo estaba extrañando tanto como él lo hacía. Así que trataba de salir adelante, especialmente por Karl. Ahora estaban haciendo una vida juntos y no despegarse del pasado podría ser perjudicial a la larga. Aunque su pareja nunca se ha quejado cuando la melancolía le terminaba ganando, no quería ser una carga emocional cuando ya no era necesario. Karl le decía que no era eso un problema y que lo entendía. Maldición, Karl lo entendía y siempre esperaba por él. Por lo que pensó que sería lo mejor. Hacer un sacrificio con su nostalgia con tal de poder avanzar y seguir adelante.

Pero cuando Karl le dijo que Rosemary estaba aquí, en Malahide, millones de sentimientos y pensamientos llegaron a él. Los sentimientos colisionaron entre sí y no sabía realmente cómo sentirse. Las ganas de gritar se acallaron con las lágrimas que anudaron su garganta. Porque el miedo y las ansias estaban peleando duramente dentro de su psique. No podía ser cierto que con tanta facilidad pueda reencontrarse con su preciosa hija. Que no tuviera que pasar años y años. Que esté tan cerca, a un sólo estiramiento de su brazo. Que podría verla ya hecha una señorita a pesar del poco tiempo pasado. No importaba cómo, seguía tratándose de Rosemary, la pequeña y sonriente bebé con la cabeza rubia y los ojos brillantes que conoció y que siempre amaría. Estaba teniendo esta oportunidad, estaba teniendo una maldita oportunidad más para intentarlo. De una vez por todas. Había tantos puntos a favor que egoístamente quería cumplir. Verla, simplemente verla era demasiado bueno para ser verdad. Pero también estaba la coherencia. Esa circunstancia que lo mantenía atado y expectantemente sentado al borde de la silla antes de salir corriendo. Especialmente porque debe de cuidar de la seguridad de Karl y de la suya. Nada estaba escrito, nada le puede asegurar que todo pueda ser cierto, que pueda ser posible. No habían hecho tantas cosas y puesto tanto esfuerzo en todo lo que hicieron como para que ahora todo se arruine por el deseo egoísta de querer ver a su hija. No quería comprometer esa libertad que por fin tenían.

Sentimientos y otros Factores de SupervivenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora