Marco Teórico IV

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Título Alternativo: Producto de una acción y una reacción magnética.

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La casa de Donna le devolvía la imagen lacónicamente.

El día era frío y nublado, como siempre acostumbraba el pueblo y más después de la radiación. Las rocas erosionadas crujían con el ensordecedor grito de la cascada fluyendo detrás de la construcción. La niebla era densa y la naturaleza estaba muerta. El frío calaba hasta meterse dentro de su gabardina y enfriaba sus extremidades. Un escalofrío lo recorrió por toda la espalda y puso los vellos de su nuca erizados. Agitó con un gruñido la cabeza y volvió a calar profundamente de su puro corona. El aro de combustión brilló incandescentemente.

El aro anaranjado de la combustión fluía al momento de aspirar el tabaco y dejarlo entrar en su sistema, la ceniza se pintaba oscuramente. Apenas iba por casi un cuarto de consumado. El viento frío no era lo suficientemente fuerte para apagarlo. El sabor fuerte se asentaba en su paladar y su aroma se impregnaba debajo de su nariz. La madera debajo de él rechinó con fuerza mientras se inclinaba hacia atrás, el sonido reverberó a través de la construcción húmeda y destartalada. El sonido hizo un macabro eco en su psique y se ahogaba con la cascada en la lejanía sin poder acallar el ruido mental. Por alguna razón el ambiente lograba relajarlo. Toda la tormenta dentro de su cuerpo se podía apaciguar con la sensación nostálgica que emanaba el recuerdo de la hacienda Beneviento. El lugar estaba irreconocible, pero sentía que aún podía ver la enorme casa húngara construida con tal magnificencia aunque ya sean sólo escombros y un desastre total. El aire susurraba los recuerdos que abrazan toda la periferia y podía sentir que Donna estaba realmente aquí.

Era extraño. Y realmente detestó a Donna en su momento. Pero seguía ese instinto de suponer que se trataba de algo sesgo de afinidad y proyección de circunstancias con la mujer que vivió en aquella finca. La entendía mejor de entre los demás jerarcas. Fue también una niña engañada como él. Pero la diferencia fue la manera en que concluyó todo. Donna nunca hubiera estado bien aún si sobrevivía. Su enfermedad mental jamás fue tratada como debería ser. Recordaba las veces que la mujer sufría de ataques psicóticos en medio de la iglesia y el parásito Cadou parecía potenciarlos, los gritos y llantos que ni Angie podía controlar puesto que Donna perdía el control de todo y todos, gritaba y susurraba cosas extrañas, dejaba de diferenciar los estados de la realidad. Era terrorífico. Pero la indiferencia de Miranda fue realmente tormentosa. Se excusaba con que el Parásito simplemente no encontraba apta a Donna y la terminaba humillando. Miranda los humilló a todos. Por cualquier mínimo defecto. Y aun así, la muy estúpida quería el cariño de Miranda, seguía pensando en que de verdad tendría una oportunidad. Que en verdad lograría algo que haría enorgullecer a Miranda y que tendría como recompensa el amor de una madre.

La dinámica de Miranda, sin embargo, era mucho más sencilla. Si tú no eras una buena vasija, no eras de su interés. El control sobre ellos fue porque tenían rasgos sobresalientes que, de salirse de control, investigarían y arruinarían todo en lo que trabajó. Dejarlos libres sería el fin de ella. No los protegió. Sólo se protegió a sí misma. Y las pruebas siempre las llevaría en sus manos. Llevaría cada una de esas pruebas por todo su cuerpo en forma de tormentosas y largas cicatrices. En sus recuerdos siempre gritaría las palabras alteradas y enfermas que esa perra gesticulaba con insistencia. Los ojos psicóticos persiguiéndolo a través de los encierros en el laboratorio y las tortuosas pruebas que no parecían llevar a mayor resultado que la satisfacción sádica de Miranda. Para que, al final, de verdad no le quedase nada. Todo le fue arrancado con tal de evitar problemas. No fue más que un escalón. Los cuatro jerarcas eran simples escalones en medio del trabajo. Hasta que Miranda haya perfeccionado sus conocimientos y simplemente encuentre la vasija perfecta.

Sentimientos y otros Factores de SupervivenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora