Vamos a casa

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El sonido del primer disparo alertó a Connor, quien al instante salió de su propia casa para buscar el sonido apropiadamente, observando y agudizando su audición para entender lo que pasaba. Un siguiente disparo le indicó que el sonido provenía de la casa de Nines y un tercer disparo lo hizo correr sin control.

El barro mesclado con la nieve manchaban su impecable uniforme, las pisadas poderosas lo guiaron como si fuera arrastrado por el sonido y antes de cruzar la calle de tierra y lodo, vio a la fuerte yegua de Gavin relinchar, parándose en sus patas traseras antes de avanzar a toda prisa hacia la salida de Detroit.

Fue tentado a seguirla, ver a Gavin sobre aquel animal lo incitaba a buscar su arma y un caballo cualquiera, pero un fuerte grito proveniente de la casa de su hermano lo hizo voltear, detenerse y mirar horrorizado hacia aquel lugar, temiendo lo peor.

Aun no caía el sol, pero este amenazaba con caer en cualquier momento, la gente salía a las calles, curiosa por saber lo que sucedía, las damiselas estiraban sus cuellos y los barones daban pasos más osados para saber lo que pasaba.

Connor se dio fuerzas a sí mismo, tragó en seco y se acercó a la casa viendo los vidrios rotos por las balas que impactaron en ellos, la puerta descuidadamente abierta y ningún rastro de su hermano.

-¿Nines? –Llamó en cuanto entró a la casa viendo a los gatos de su hermano asomar sus cabezas entre los muebles en los que se escondían- ¿Nines? –Volvió a llamar, avanzó por la sala al ver que no había peligro y dirigió sus pasos hacia el cuarto en donde Nines sostenía el cuchillo en su mano, su mirada perdida en el horizonte y rostro húmedo por las lágrimas que caían hace algunos momentos.

Connor hizo un análisis rápido, tardando sólo medio segundo en comprender lo sucedido, por lo que tomó el regulador de bomba de Thirium que rodaba descuidado hacia sus pies y corrió hacia su hermano para insertar aquel objeto en el tórax de Nines quien se mantenía completamente inerte.

-Nines –Llamó una vez más buscando con su mirada el Led y recordando que llevaba dañado muchos años.

Apenas llevaban unos días despiertos, habían sido enviados a la guerra, matar tantos humanos como se pudiera, destruir civiles y militares por igual, sólo unos pocos sobrevivirían y Nines era la maquina perfecta para aquello, hasta que un golpe en su cabeza dañó su led, despertándolo abruptamente, volviéndolo un divergente y volviendo a Connor uno igual que él. Ambos androides huyeron hacia los campos, hacia los bosques y desiertos, recorriendo tierras desiertas, con tanta radiación que ningún ser vivo podría vivir ahí, caminaron por días y semanas hasta que sus niveles de Thirium bajaron a niveles peligrosos, y cuando creyeron que se desactivarían por la falta de fluidos, Hank llegó a ellos con un arma en alto, un bolso con liebres muertas y una botella de thirium para hidratar al androide canino que alguna vez caminó a su lado y que fue remplazado por Connor.

-Nines –Llamó una última vez Connor, apretó el Led esperando reiniciar a su hermano, pero este sólo era un botón desconectado años atrás.

El galope de Sombra se sentía fuerte, pero cada vez más perezoso, la yegua detuvo sus pasos repentinamente volteándose hacia el pueblo que dejaba atrás.

-Vamos –Gruñó Gavin al tirar de las riendas hacia un lado para que el caballo volteara.

Sombra hacía caso a ratos, seguía el camino indicado con un trote perezoso y volvía a voltear para ir hacia Detroit.

-Vamos estúpida yegua –Regañó Gavin golpeando sus talones en las costillas del animal, quien simplemente sacudía su cabeza deteniéndose en seco- No podemos volver ¿No te das cuenta? –Gruñó y bajó del lomo de la yegua, acomodando un bolso antes de rodear al animal tomando de las riendas y tirando de él para volver al camino- Le sacaste un brazo, ahora no jodas que lo extrañas.

Brisa de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora