10- Que comience el juego... ¿o la pesadilla?

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Chuuya estaba en el pequeño espacio que la doctora Yosano utilizaba como consultorio dentro de la agencia.

Estaba acompañada por sus siempre finas, leales y para nada problemáticas amigas que había logrado hacer al transcurrir las semanas.

Esta vez montaron un salón de belleza improvisado en el cual Kouyo se encargaba del vestido; Naomi y Gin del peinado; la médico del maquillaje; y Higuchi junto a Kyoka estaban ocupadas vigilando de que ningún chismoso quisiera entrar antes de la gran sorpresa.

A Kouyo le hubiera encantado que su alumna llevará un Kimono a esa importante fiesta; claro que algo que buscaban en su vestimenta era que logrará distraer a los demás para que no enfatizarán en su rostro pero al mismo tiempo era necesario algo que no llamará tanto la atención para que no le quitarán la mirada de encima debido a lo que llevaba puesto, y todo eso hacia parecer que el vestido escogido días antes era el indicado para la ocasión.

Estaban a punto de acabar con su labor de dejar a Chuuya incluso más hermosa de lo que ya era.

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Por su lado, los hombres esperaban pacientes en la planta baja; el auto que llevaría a Dazai y su acompañante ya estaba listo al igual que el castaño que por cada minuto transcurrido deseaba subir y entrar en la habitación para observar el avance que tenían. No le importaba lo que logrará ver, saldría muy contento aún cuando lo sacarán a patadas.

Por supuesto que Kunikida le impedía el paso casi adivinando sus intenciones. No le interesaba el bienestar del castaño y tampoco dudaba de que Chuuya ya tenía puesto su vestido pero no permitiría que el desperdicio de vendajes fuera a una misión suicida que obviamente arruinaría lo que tanto trabajo les costó lograr para que luciera como alguien decente y no como un demente con más de un tornillo suelto.

La espera no tardó en llegar a su fin con la aparición de las mujeres y hasta atrás de ellas se encontraba la pelirroja que más de uno ansiaba ver.

El resultado fue tal cual y lo imaginaron y aún así quedaron con la boca abierta lo que hizo enorgullecer a las que se esforzaron por horas para lograr esto.

Su vestido era uno de un color rojo encendido que hacía brillar con más fuerza los hermosos ojos azules; tenía un escote pronunciado en forma de "v" que permitía la vista a su piel de porcelana en su pecho y cuello e incluso los hombros pues los tirantes eran lo suficientemente delgados para aparentar que no había.

Se pegaba a su cuerpo estilizandolo y marcando su delgada cintura haciendo más pronunciadas sus curvas dignas de una mujer. Largo hasta llegar a sus pies y que podría tapar sus piernas, pero tenía una abertura en la pierna izquierda dando un toque sensual al vestido.

Los tacones negros impedían que el vestido tocará el suelo y la hacían ver más alta, algo que en verdad agradecía internamente pues estaría junto a un maldito poste de luz toda la noche que haría notoria su baja estatura.

En su cuello una gargantilla de cuero del mismo color que su calzado cubría solo una pequeña parte de su piel. Y unos aretes completaban los accesorios, pues no quería verse repleta de cosas que arruinarán todo lo demás.

Su maquillaje tampoco era exagerado; consistía en un poco de sombra para ojos dando intensidad a su mirada, junto a un delineado que daba forma en una delgada línea por encima de sus ojos, también logrando que se vieran más largos; en la zona del lagrimal pusieron un poco de brillo con delineador dorado y el rimel fue el complemento ideal para alzar aún más los zafiros; Blush en sus mejillas y polvo traslúcido para terminar.

Ni siquiera hacia falta el iluminador, pues ella brillaba por si sola... Eso dijo.

Dazai era el que mantenía la boca más abierta y babeaba cada que Chuuya parpadeo con coquetería. Ranpo chiflo cuál latino queriendo ligar y los demás halagaron el increíble resultado que ya parecía valer la pena por el tiempo que les hicieron esperar.

No Es Para Tanto {soukoku}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora