Capítulo Veintitrés

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23.

Corea, 1950.

No hay un solo humano en el mundo, que no haya deseado con todas sus fuerzas saber su destino.

La capacidad de razonar hizo a los humanos incapaces de afrontar la incertidumbre del futuro.

—No te vayas. ¡Quiero seguir aprendiendo! —lloriqueó la pequeña tomándolo del brazo.

Namjoon negó con la cabeza cuando ella hizo una nueva línea en el papel.

Su hermana era menor por tan solo unos años y aun así él sentía una gran necesidad de protegerla. Pero aunque fingiera, y su altura le hiciera ver mucho mayor, era solo un niño.

—Si no voy a la escuela, no podré enseñarte más cosas —le dijo él poniéndose de pie.

Por las secuelas de la guerra, y en un país como el suyo, eran pocos los que podían estudiar. Estaba claro que una niña pobre no estaba dentro de ese grupo.

Y Namjoon, de entre todos los niños del orfanato, tenía una particular habilidad para los números, cosa que había llamado la atención de los directores, por lo cual le habían dado permiso de ir a la escuela.

—No vayas hoy y enséñame tus otros libros —rogó.

—Prometo que seguiré con la clase cuando regrese.

—Está bien —dijo con un mohín—. Pero tendrás que compensarme, o no te perdonaré por dejarme.

—¿Ah, sí?

—Harás algo por mi—le dijo cruzada de brazos, con ese suéter sucio y roto que usaba.

—¿Yo? —respondió con gracia ante la niña despeinada que le daba órdenes.

Ella se avergonzó un poco tomando su cuaderno, se lo extendió abierto. Era la única de todas las niñas que sabía leer y escribir, justamente porque su hermano se había dedicado por completo a educarla.

Pero la pelinegra tenía, en particular, el don de la curiosidad, la destreza de las letras y de ver más allá de lo que todos creían.

Eran demasiado jóvenes para entenderlo, pero ella era como Pandora, y su hermano, Epimeteo, a punto de recibir una caja que al abrirla podría causar todos los males del mundo.

—Sé que no debería pero... estuve tomando tus libros y yo... —bajó la mirada— quiero saber si esto es posible.

Namjoon tomó el cuaderno y lo vio por unos minutos mientras buscaba encontrarle el sentido a las cosas que había escrito. Era demasiado fantasioso, e irreal, ciertamente era producto de la mente de una pequeña.

Y el dibujo, además de las "instrucciones" eran más graciosas que alarmantes.

—Niña... ¿Qué cosas has estado leyendo? —se burló un poco, pero la expresión de la pequeña hizo que se arrepintiera de inmediato y le diera una segunda vista al cuaderno.

—Lo siento... —murmuró pensando que había molestado a su hermano.

Pero para un chico que maduró a la fuerza, sabía que darle un poco de alegría para preservar su fe no estaba mal.

—Es decir, ¿Viajar en el tiempo, en serio? Suena genial pero... es arriesgado, necesitaríamos una nave, y creo que esa es solo la parte inicial. —Ella asintió abatida hasta que el volvió a hablar—. ¿Podrías encargarte tú de eso?

Abrió los ojos emocionada. —¡Haré los planos! —dijo feliz mientras daba un pequeño salto. Ella lo adoraba, creía que él era el chico más inteligente del mundo entero. —¿Sabes cómo construirla?

LA TEORÍA DE KIM.《version one》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora