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—Kyu, ¿seguro que estás bien? — el nombrado asintió, mirándolo determinado.

Era un buen momento para revivir sus ánimos.

Lo había meditado lo suficiente, pensando que unos buenos ratos en una fiesta no le haría mal.

—Sí, no le importo, no tiene sentido seguir así por alguien quien no me merece. Soy el mejor, ¿cierto?

Jihoon rió, pero preocupado. Junkyu solía ser bastante impulsivo, ahora mismo, estaba siendo más lanzado que nunca. Había aceptado ir a una fiesta.

Donde claramente el menor no debía ir.

Primero, Junkyu era menor de edad (no drogas, no alcohol, no vida loca, no hormonas locas), segundo, Junkyu iba a terminar emborrachándoce y él no era precisamente alguien tolerante al alcohol.

—Kyu — murmuró en a penas un hilo de de voz – Yo no quiero que te ocurra nada...

El nombrado siseó, abrazándolo con cariño, para luego mirarlo sonriente y tranquilo.

—Hyung, yo no soy un debilucho, ¿sabe?

—Lo sé, pequeño, lo sé — masculló, haciéndole cariñitos en sus cabellos, acercándolo más a sus brazos.

De toda formas, lo mejor, sería apoyarlo, sea la idiotez que hiciera, no lo iba a regañar. El debía estar en los buenos y malos momentos, apoyándolo, reconfortándolo; por ello, no iba a meterse mucho en sus decisiones.

Junkyu era muy infantil a veces, pero también, era lo suficientemente maduro como para tomar decisiones, y también, para saber afrontarlas.

—Jihoon hyung, es usted un exagerado, confiese que solamente le da miedo emborracharse — el nombrado lo miró ofendido, poniendo una mano en su pecho, para luego, aclarar con su voz.

—Que tontería dices, Junkyu, yo soy el alma de la fiesta — el nombrado rodó los ojos — El aburrido eres tú.

Algo que no estaba tan alejado de la realidad, porque Jihoon se veía tranquilo, pero bien que coqueteaba con medio mundo que se le acercaba en sus estados de borrachera.

Siguieron charlando por un buen rato, para luego, salir de la bodega donde solían pasar sus descansos.

Bueno, donde antes pasaba sus descansos con Haruto.

Una pequeña parte de Junkyu, extrañaba a Haruto, pero sabía que no podía ir como un perro faldero detrás de él.

Tenía dignidad, y la poca que tenía, la planeaba conservar, no tirarla a la basura por el jodido rubiecito que rondaba su mente.

No, no y no.

Así pasó su día viernes, en las nubes y pensando en cualquier cosa menos en lo que realmente debía.

Ah, claro que aún seguía leyendo como enfermo libros para matar el tiempo.

Bueno, quizá los libros de romance sí habían calado dentro de su estantería. El pobre mueble de madera cada vez estaba más lleno y ya no de solo novelas policíacas y de misterio.

Compró cerca de veinte libros (algunos usados, tampoco era millonario), porque ellos, comenzaban a ser una adicción.

Sus tres litros diarios de agua se habían ido en puro llanto. Comenzó a ver hasta dramas románticos.

Pero ninguno con un final feliz.

Se sentía un chico raro, comenzaba a ser lo que siempre aborreció. Escuchaba música triste, para estar más triste. Veía series triste, para estar más triste. Bueno, la ropa realmente no habría cambiado, seguía usando colores chillones, pasteles o con algún estampado bonito y sus jeans claros (casi el único color que tenía).

No sabía si reírse de su situación actual o sentirse mal.

Probablemente ambas.

Caminó callado hacia su clase, mirando atento a su alrededor.

Una cabellera rubia, un chico con una sudadera negra y aquellos jeans negros ajustados que tan bien se veían en él, apareció en su rango de vista.

Suspiró.

La obra iba bien, ambos chicos ya no se hablaban, pero eran lo suficiente maduros como para no mezclar asuntos. Bueno, al menos lo intentaban.

Aún así, quizá, dolía un poco más de lo que pensaba. Incluso, pensó que estaría triste por unos días y ya, pero las cosas no eran tan simples.

El amor era algo lindo, pero asquerosamente complicado.

No era todo tan fácil como lo presentaban en cuentos de hadas. No lo era.

—Hey, Junkyu, ¿quieres una? — un chico sonriente le entregó una barrita de cereal, interrumpiendo su debate mental acerca del romance y su penosa vida amorosa.

—Oh, gracias Doyoung — ambos sonrieron — Oh, ¿vas...a ir a la fiesta?

El menor asintió, mirándolo curioso y algo alegre.

—¿Tú vas a ir? — Junkyu asintió — ¡Que bien!, me alegra que vaya a ir gente conocida. No quiero dar pena ajena en una fiesta donde solo conzco al dueño de la invitación, bueno, ni eso, él invitó a todo el instituto.

Junkyu rió divertido, pues el pelimenta era bastante agradable y agradecía tener a alguien quien le dirigiese la palabra.

Aunque Hyunsuk seguía saludándolo, con su típica sonrisa de comercial que podía agradar a cualquier persona con una.

Era un gran chico.

En fin, ambos eran chicos necesitados de vida social que se agradaban y podían compartir buenos momentos.

Doyoung pensaba que Junkyu era agradable y viceversa.

El maestro llegó y todos volvieron a sus puestos rápidamente.

Miró la ventana y se topó con algo no muy agradable.

Casillero🍇 Harukyu (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora