CAPÍTULO 6.

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Por su mente solo rondaba la idea de ser devorada por ese animal salvaje, sus sollozos desesperados por el miedo,  se hicieron presente junto a más y más lágrimas. Sasha logró abrir,  detenidamente,  un ojo; el lobo la miraba, la observaba con odio. Sí, Sasha estaba segura que,  aquel animal carnívoro,  lo que quería era comérsela y, de alguna forma, le tenía odio.

Rezando, orando, bendiciendo y llamando a todos los dioses, santos y demás divinidades,  se encontraba Sasha en su interior, pero al parecer nada funcionó ni la iba a ayudar, porque cuando aquel lobo lanzó otro rugido muy fuerte, se lanzó hacia Sasha,  con sus ojos clavados fijamente en ella.

Sasha gritó, lo hizo muy fuerte y llevó sus manos inconscientemente hacia su pecho, donde encontró algo colgado. Era el collar de libélula que le había dado Tyler,  el cual apretó muy fuerte y, cuando el lobo casi la aplastaba, la libélula brilló,  esta vez con más fuerza, más intenso su brillo. El lobo fue golpeado y lanzado a un poste eléctrico que se encontraba a unos tres metros de donde se encontraba Sasha, emitiendo quejidos.

—¡Corre!

Ella no supo de dónde ni de quién fue aquel grito, solo supo que se levantó, con temblores aún en su cuerpo, pero hizo el mayor esfuerzo por correr hacia su casa,  que era donde creía estar segura.

<<¿Dónde estuvo Tyler?>>,  se preguntaba. Tyler fue quien le había dicho dónde y cuando llegar y nunca lo vio en ningún momento.

Su mente solo repetía <<Corre, corre tanto como puedas y no mires atrás >>. Por primera vez en su vida, le hizo caso a su conciencia.

Se sentía mareada, tenía rasguños en gran parte de sus brazos, un zumbido en sus oídos la alertó. No estaba sola, sabía que algo venía tras ella, pero siguió corriendo hasta llegar a su casa, donde al cruzar la puerta y cerrar, se deslizó hasta el suelo llorando desconsoladamente.

¿Qué pudo haber sido eso? Parecía un lobo, pero no uno cualquiera, era gigante y con sus ojos morados muy brillantes. Sentía que estaba a punto de resolver un misterio grande, no uno cualquiera, sino uno que le podía cambiar la vida.

Subió las escaleras que conducían hacia su cuarto y se tiró a la cama, estaba débil, agotada y con mucho sueño, no podía esperar para llamar a Yemar y contarle todo lo ocurrido.

Tardó un poco en encontrar su celular a causa de los nervios, y más aún en marcar el número de su mejor amiga; sus manos no habían dejado de temblar todavía. El impacto, el miedo y los nervios todavía estaban presentes en todo su ser.

Primer pitido del teléfono, sin respuesta.

Segundo pitido, igual que el anterior.

Tercer pitido, nada. Sasha ya se estaba extrañando. No importaba la hora que fuera, siempre Yemar atendía a sus llamadas al momento, incluso tenían un tono único para ellas.

Quinto pitido. La mente de Sasha era un vendaval de pensamientos malos, buenos, regulares, horribles, atroces, desesperanzadores... Tanto así que podía visualizar mil escenarios en cuestión de una milésima de segundo y recordarlos todos.

Ya en el séptimo pitido,  Sasha comenzó a preocuparse de verdad. Se había dispuesto a bajar su celular de su oído y volver a marcar con la esperanza de que su amiga contestará, y derrepente...

— ¿Hola?— Preguntó lentamente Yemar del otro lado de la línea, para luego emitir un sonido profundo que Sasha entendió como un bostezo.

— ¡Yemar! ¿Por qué tardaste?— Reprochó Sasha a la aparentemente recién despierta Yemar. Sus nervios eran tan grandes que casi eran palpables.

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