Capítulo 9: El Entrenamiento.

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     Despuntaba el alba cuando su padre, Vance Sky, lo despertó. Cian tenía ocho años en aquel entonces. Pese a su juventud, tenía mucha capacidad para comprender. Desde que tenía memoria, Cian se estaba preparando para ser un cazador espiritual. Vivía con su padre y Seraphel en una cabaña en las montañas.

Aquel día, su padre puso ante él una pila de libros. Cian los revisó, muchos títulos eran interesantes: La Biblia, La Odisea, La Ilíada, Teogonía, Clavícula de Salomón, Corán, Talmud, Edda Poética y Prosaica, Libro de Enoc, La Divina Comedia...

—¿Qué es todo esto, papá? —preguntó Cian.

—Los libros que leerás a partir de hoy —respondió Vance. Era un hombre alto, tenía el cabello rubio platinado, similar al de Cian; sus ojos eran verdes y mantenían una expresión adusta. Tenía treintaitrés años—. Si vas a ser un cazador espiritual, deberás aprender muchas cosas, y estos libros te las enseñarán.

Al vivir aislado, Cian no conocía a muchas personas. Apenas a los leñadores y cazadores que frecuentaban las montañas; en varias ocasiones ellos buscaban a su padre para que se encargara de algún espíritu malvado. Vance Sky era un hombre frío, poco dado a demostrar afecto o debilidad; Cian lo amaba, era su padre, pero no compartía muchos recuerdos cálidos con él. Tal vez había sufrido mucho en el pasado y por eso era así, Cian no se atrevía a preguntarle, tampoco le preguntaba acerca de su madre; sin embargo, llegó a saber que era una mujer muy hermosa.

Seraphel, el demonio que vivía con ellos, era muy misterioso. Cian lo veía poco, casi no hablaba y se la pasaba durmiendo. De modo que lo único que tenía Cian para entretenerse eran los libros. Su padre tenía muchos, pero nunca había leído esos que puso delante de él aquel día.

—Son muchos —observó Cian. Tomó La Biblia—. Esta ya la leí.

—Vuélvela a leer —replicó su padre; caminó hacia la ventana y la abrió. La cabaña era espaciosa y cómoda; tenía tres habitaciones, una cocina-comedor y una sala de estar—. Antes de enseñarte a luchar, deberás conocer las palabras... Ojalá solo requiriéramos de armas para luchar con los espíritus, pero hay mucho más. Es como una ciencia. Cada demonio es diferente y cada fantasma tiene una peculiaridad.

Cian lo entendía. Su padre le contaba sobre algunas de sus misiones y sus enfrentamientos con demonios y otros espíritus; a cada uno lo derrotaba de una forma distinta. Cian no lo acompañaba a las misiones, Vance siempre iba con Seraphel; le explicó que había contratado al misterioso demonio y por ello debía acompañarlo a sus misiones. Seraphel era un espíritu, pero podía manifestarse con un cuerpo físico, e incluso se vestía como los humanos. En cierta ocasión, Vance le dijo a su hijo que Seraphel tenía un poco de humanidad.

Cian leía tres veces al día: en la mañana, en la tarde y en la noche; había aprendido a leer rápidamente, y tomaba notas en un diario. Escribía al menos dos mil palabras en un día.

Su padre en contadas ocasiones lo elogió por ello. Vance era un hombre frío, así que Cian recibió con mucha ilusión esos cumplidos. Eran unos rayos cálidos entre las nubes grises que parecían cubrir a Vance Sky.

Los cazadores espirituales eran una misteriosa organización (en realidad los cazadores casi no interactuaban entre sí, trabajaban solos). Existían desde tiempos inmemoriales y protegían el mundo físico desde las sombras. No tenían un líder como tal, era más una alianza entre personas que cazaban de manera individual. Solo un cazador espiritual podía entrenar y nombrar a otro. No servían a ningún credo, su propósito era proteger la vida. Muchos se volvían más como cazarrecompensas, cobraban enormes sumas de dinero por deshacerse de los demonios o espíritus malignos.

After Death - Libro I: Demonios del FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora