El grito de la mujer ahogó el llanto de los bebés recién nacidos. El olor a sangre llenó la tienda; la partera estaba aterrada. Seraphel recordaba a la perfección la noche en que llegó al mundo.
Una sombra en la pared los observaba. Cuando los bebés estuvieron fuera del vientre de su madre, una bruja, y acomodados en las cestas, la sombra extendió sus alas. En ese momento, los bebés crecieron hasta tener el tamaño de niños de cinco años, y revelaron sus verdaderas formas: uno tenía alas de cuero en la espalda, escamas rojas y cuernos negros. El otro tenía plumas azules y garras en lugar de pies. Cuando los vio, su madre lanzó un último grito de horror antes de morir.
Inmediatamente, el niño dragón asesinó a la partera mientras la sombra en la pared reía.
—Mi estirpe demoniaca —dijo la sombra.
Años después, los Gemelos de la Destrucción conquistaron un reino y lo volvieron su dominio. Eran los dioses en esa tierra. Dos reyes del fuego dominando a los humanos; dividieron el reino a la mitad porque no se soportaban el uno al otro. Seraphel y Raysiel, los hermanos destructores, eran invencibles; expulsaron a los otros dioses paganos de sus tierras y su dominio fue absoluto.
Hasta aquel día en que llegó un hombre que se hacía llamar Salomón, el rey de la nación Israel. Primero derrotó a Raysiel, y lo envió al mismísimo Infierno. Luego fue por Seraphel.
El Dragón Rojo estaba en su trono de oro y rubíes cuando aquel misterioso rey llegó ante él, hablando de un dios omnipotente y omnisciente. Aquello le resultó descabellado a Seraphel, tanto que comenzó a reírse. Cuando vio que el hombre hablaba en serio, se enfureció. Y más cuando supo que ya había vencido a Raysiel.
El rey Salomón era un hombre de estatura mediana, con el cabello y barba oscuros; sus ojos eran verdes y vestía túnicas de seda y una pequeña corona de oro. Por lo que se decía, era el más sabio. Pero Phel solo veía a un charlatán debilucho. Apenas llevaba guardias, como si no temiera ser asesinado.
—En esta tierra el único dios soy yo —dijo Seraphel mientras se levantaba de su trono—. Si tu dios quiere este reino tendrá que vencerme.
—Tu hermano mostró la misma arrogancia —replicó Salomón—. Ahora permítanme purgar sus pecados, seres infernales.
Ese día, el rey Salomón lo derrotó y selló en una botella. Aquella había sido la primera derrota de Phel, y la más humillante que había sufrido jamás. Aquel hombre que se hacía llamar rey aparecía cada noche en sus sueños, derrotándolo una y otra vez.
Por su parte, en el Infierno, Raysiel maduró su odio y deseo de doblegar a la humanidad. Cuando fue invocado de vuelta al mundo humano, decidió que era el momento de empezar su nuevo reinado.
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Era una verdadera tumba de escombros. Estaban a unos tres metros bajo tierra por haber caído al sótano, con todas las posibles salidas tapadas y parcialmente aplastados por los restos de la mansión.
—Creo que me disloqué el hombro al caer —dijo Cian; había sido sepultado boca abajo por tablas. El cuerpo le dolía mucho. La oscuridad era tal que apenas podía ver a sus compañeros. También había perdido el maletín; tal vez lo habían destruido. Dentro de este llevaba su Biblia hechizada y su bestiario. Tenía el sable envainado en la cadera, así que no lo perdió en la demolición del lugar.
Airi había creado un escudo de plantas para protegerse junto con Jade, pero las plantas no fueron tan efectivas ante el derrumbe. Sin embargo, logró hacer que los escombros cayeran formando un domo, evitó que las aplastara y solo salieron con algunos raspones y moretones. Rellef se había escurrido con éxito entre los escombros, como un ratón. El polvo permanecía en el aire; los hacía toser; y también había partes quemadas por el fuego azul de Raysiel.
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After Death - Libro I: Demonios del Fuego
خيال (فانتازيا)Cian Sky es un joven cazador espiritual que viaja por la Inglaterra victoriana acompañado por Phel, un misterioso espíritu contratado por su padre años atrás. Ambos se embarcarán en un viaje, en el que harán aliados y enemigos, para proteger el mund...